martes, 12 de junio de 2018

La voluntad de Dios | La cuadragésima cuarta declaración


Las personas tratan Mi obra como un complemento, no renuncian a la comida o a dormir por su causa y, por tanto, Yo no tengo otra opción que hacer exigencias adecuadas al hombre tal y como corresponde a su actitud hacia Mí. Recuerdo que una vez le di al hombre mucha gracia y bendiciones, pero después de arrebatarlas se marchó inmediatamente. Fue como si Yo se las estuviera dando inconscientemente. Y así, el hombre siempre me ha amado en medio de sus propias nociones. Yo quiero que el hombre me ame sinceramente; pero hoy, las personas siguen perdiendo el tiempo, incapaces de darme su amor sincero. En su imaginación, creen que si me dan su verdadero amor, no les quedará nada. Cuando Yo objeto, todo su cuerpo tiembla; pero siguen reticentes a darme su amor sincero. Es como si estuvieran esperando algo y, por tanto, miran adelante sin decirme nunca qué está pasando realmente. Es como si les hubieran puesto un esparadrapo en la boca, por lo que nunca hablan abiertamente. Ante el hombre, parece que me he convertido en un capitalista implacable. Las personas siempre me temen: al verme, desaparecen inmediatamente sin dejar rastro, aterrorizadas por lo que Yo les preguntaré sobre sus circunstancias. No conozco la razón por la que las personas son capaces de amar sinceramente a sus “vecinos aldeanos”, pero son incapaces de amarme, Yo que soy íntegro en espíritu. A causa de esto suspiro: ¿por qué liberan siempre su amor las personas en el mundo del hombre? ¿Por qué no puedo probar el amor del hombre? ¿Es porque no soy uno de la humanidad? Las personas siempre me tratan como a un salvaje de las montañas. Es como si Yo careciera de lo que constituye a una persona normal y, por tanto, ante Mí la gente siempre aparenta un tono moral elevado. Con frecuencia me arrastran ante ellas para reprenderme y me regañan como si fuera un niño de edad preescolar; porque, en los recuerdos de las personas, Yo soy alguien irracional e inculto, ellos siempre desempeñan la parte del educador ante Mí. Yo no castigo a las personas por sus defectos, sino que les presto ayuda adecuada y les permito recibir una “ayuda económica” regular. Como el hombre siempre ha vivido en medio de la catástrofe y encuentra difícil escapar, y en medio de este desastre él siempre me ha llamado, Yo le entrego puntualmente “provisión de grano” en sus manos, permitiendo a todas las personas vivir en la gran familia de la nueva era y experimentar la calidez de la gran familia. Cuando observo la obra entre los hombres, descubro sus muchos defectos y, como consecuencia, le presto ayuda. Incluso en este momento, sigue existiendo una pobreza excepcional en medio de los hombres y, por tanto, he concedido un cuidado adecuado a las “áreas empobrecidas”, y las levanto de la pobreza. Estos son los medios con los que obro, para permitir que todas las personas disfruten de Mi gracia tanto como puedan.


Las personas en la tierra sufren inconscientemente el castigo y, por tanto, abro Mi gran mano y las halo a Mi lado, permitiéndoles la buena fortuna de disfrutar de Mi gracia en la tierra. En la tierra, ¿qué no está vacío y sin valor? Yo camino por todos los lugares en el mundo del hombre, y aunque existen multitud de monumentos y paisajes naturales agradables, adonde quiera que voy se ha visto desprovisto hace mucho de la vitalidad. Sólo entonces siento la melancolía y la desolación de la tierra: hace mucho que la vida ha desaparecido en ella; sólo queda el olor a muerte y por ello Yo siempre he llamado al hombre a apresurarse y dejar esta tierra de aflicción. Todo lo que veo está repleto de vacío. Aprovecho la oportunidad para lanzar la vida en Mi mano hacia quienes he seleccionado; de repente, hay un parche de verdor en la tierra. Las personas están dispuestas a disfrutar las cosas de la vitalidad en la tierra, pero Yo no encuentro placer en ello; las personas siempre aprecian las cosas en la tierra y nunca ven su vacío, de forma que, habiendo alcanzado este punto hoy, siguen sin entender por qué no existe vida alguna en la tierra. Hoy, conforme camino entre el universo, la gente es capaz de disfrutar la gracia del lugar en el que estoy y consideran esto como capital, sin buscar nunca la fuente de la vida. Todos usan lo que Yo doy como capital, pero ninguno de ellos intenta desempeñar la función original de la vitalidad. No saben cómo usar o desarrollar los recursos naturales y, por tanto, quedan en la miseria. Yo resido y vivo en medio de los hombres, pero hoy este aún no me conoce. Aunque las personas me han prestado mucha ayuda como consecuencia de Mi estancia tan lejos del hogar, es como si aún tuviera que establecer la amistad correcta con el hombre y, por tanto, sigo sintiendo la injusticia del mundo del hombre; a Mis ojos, la humanidad, está vacía después de todo, y no hay tesoro de ningún valor entre los hombres. No sé qué opinión de la vida humana tienen las personas, pero, en resumen, la mía es inseparable de la palabra “vacío”. Espero que las personas no piensen mal de Mí a causa de esto; así es exactamente como soy; soy franco y no intento ser cortés. Sin embargo, aconsejaría a las personas que prestaran más atención a lo que pienso, porque, después de todo, Mis palabras son de ayuda para ellas. No sé qué entendimiento tienen las personas de “vacío”. Mi esperanza es que inviertan un pequeño esfuerzo en esta obra. Harían bien en experimentar realmente la vida humana y ver si pueden encontrar “minerales” valiosos en ella. No estoy intentando empañar la positividad de las personas; sólo quiero que obtengan algún conocimiento de Mis palabras. Siempre me apresuro por el bien de los asuntos humanos, pero incluso habiendo alcanzado este punto hoy, las personas siguen sin haber pronunciado una palabra de agradecimiento, como si estuvieran demasiado ocupadas, y han olvidado esto. Incluso hoy, sigo sin entender qué efecto ha tenido para el hombre el andar apurado todo el día. Hasta hoy sigo sin tener un lugar en los corazones de las personas y, por tanto, una vez más caigo en el pensamiento profundo. He empezado a establecer la obra de investigar “por qué las personas no tienen un corazón que me ame sinceramente”: pondré al hombre en la “mesa de operaciones”, examinaré su corazón y echaré un vistazo a qué es lo que está bloqueando el camino en este y evitando que él me ame sinceramente. Bajo el efecto del “bisturí”, las personas cierran con fuerza los ojos esperando que Yo comience, porque en este momento han cedido por completo; en su corazón encuentro otras muchas adulteraciones. En su corazón, lo principal entre estas son las propias cosas de la gente. Aunque sólo tengan algunas cosas fuera de su cuerpo, las que están dentro son innumerables. Es como si el corazón del hombre fuera una gran caja de almacenamiento, llena de riquezas, todo lo que las personas necesitarían en todo momento. Sólo entonces entiendo por qué las personas no me tienen ninguna consideración: es porque tienen una gran autosuficiencia; ¿qué necesidad tienen de Mi ayuda? Por tanto, Yo me aparto del hombre, porque las personas no tienen necesidad de Mi ayuda; ¿por qué debería Yo poner buena cara y hacer que me odien?

Quién sabrá por qué, pero siempre he estado dispuesto a hablar entre los hombres; es como si no pudiera evitarlo. Y por eso, las personas siempre me consideran como si no tuviera valor, siempre me tratan como algo sin valor, no me tratan como algo que debe respetarse. No me aprecian y me arrastran a casa en cualquier momento y, después, me arrojan fuera de nuevo, “exponiéndome” ante el público. Yo desprecio absolutamente la conducta innoble del hombre, y por eso digo con valentía que el hombre no tiene conciencia. Pero las personas son intransigentes, toman sus “espadas y lanzas” y guerrean conmigo, diciendo que Mis palabras están en desacuerdo con las condiciones presentes, que Yo las denigro, pero Yo no les inflijo retribución como consecuencia de su conducta violenta. Simplemente uso Mis verdades para ganarme a las personas, para hacer que se sientan avergonzadas de sí mismas, tras lo cual se retiran en silencio. Yo no compito con el hombre, porque no hay beneficio en ello. Yo acataré Mi deber y espero que el hombre también pueda acatar al suyo, y que no actúe contra Mí. ¿No sería mejor llevarse bien pacíficamente de esta manera? ¿Por qué dañar nuestra relación? Nos hemos llevado bien todos estos años; ¿qué necesidad hay de provocar problemas para ambos? ¿No sería eso de ningún beneficio para nuestra reputación? La nuestra es una “vieja amistad” de muchos años, una “vieja relación”; ¿qué necesidad hay de separarse en términos amargos? ¿Hay beneficio en esto? Yo espero que las personas presten atención a los efectos, que sepan lo que es bueno para ellas. Mi actitud hacia el hombre hoy es suficiente para una discusión de por vida por el hombre; ¿por qué son siempre incapaces las personas de reconocer Mi bondad? ¿Es porque carecen de los poderes de la expresión? ¿Carecen del vocabulario suficiente? ¿Por qué siempre se quedan sin palabras? ¿Quién ignora cómo me comporto? Las personas son perfectamente conscientes de Mis actos. Simplemente, siempre quieren aprovecharse de los demás, por lo que nunca están dispuestas a dejar de lado sus propios intereses; si una sola palabra toca sus propios intereses, se niegan a cejar hasta que se imponen; ¿y qué sentido hay en eso? En lugar de competir por cuánto pueden dar, lo hacen por cuánto pueden conseguir. Aunque no hay disfrute en su estatus, lo aprecian mucho e incluso lo consideran un tesoro incalculable; por tanto, prefieren soportar Mi castigo en lugar de renunciar a las bendiciones del estatus. Las personas se tienen en demasiada alta estima y, por tanto, nunca están dispuestas a apartarse a sí mismas. Quizás haya algunas pequeñas imprecisiones en Mi evaluación del hombre, o quizás encaje perfectamente; pero, en resumen, Mi esperanza es que las personas se tomen esto como una advertencia.

21 de mayo de 1992

De "La Palabra manifestada en carne"
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