lunes, 8 de octubre de 2018

Las personas que pueden ser absolutamente obedientes a la practicidad de Dios son quienes aman verdaderamente a Dios


Tener conocimiento de la practicidad, y ser capaz de ver claramente la obra de Dios, todo esto se ve en Sus palabras. Sólo en las palabras de Dios puedes adquirir esclarecimiento, por lo que deberías equiparte más con Sus palabras. Comparte tu entendimiento de las palabras de Dios en comunión y, a través de tu comunicación, otros pueden obtener esclarecimiento; esto puede guiar a las personas hacia la senda, y esta senda es práctica. Antes de que Dios establezca un entorno para ti, cada uno de vosotros debe equiparse primero con Sus palabras. Esto es algo que todos deberían hacer, una prioridad urgente. La primera cosa por hacer es ser capaz de comer y beber Sus palabras. Para las cosas que eres incapaz de hacer, busca una senda de práctica a partir de Sus palabras, y busca en ellas cualquier asunto que no entiendas o cualquier dificultad que tengas. Haz de las palabras de Dios tu provisión, permíteles ayudarte a resolver dificultades y problemas prácticos, y deja que ellas se conviertan en tu ayuda en la vida; esto exige que pongas esfuerzo en ello. Deben lograrse resultados de comer y beber la palabra de Dios. Debes ser capaz de sosegar tu corazón ante Él, y practicar de acuerdo con Sus palabras cuando encuentres problemas. Cuando no hayas encontrado problemas, limítate a comer y beber. En ocasiones puedes orar y pensar en el amor de Dios, y comunicar tu entendimiento de Sus palabras, así como el esclarecimiento y la iluminación que experimentas en tu interior y tu reacción al leerlas, y puedes guiar a las personas a la senda; esto es práctico. El objetivo de actuar así es permitir que las palabras de Dios se conviertan en tu provisión práctica.

En el transcurso de un día, ¿cuántas horas pasas verdaderamente ante Dios? ¿Cuánto de tu día se le da a Dios? ¿Cuánto se le da a la carne? Si tu corazón lo está mirando siempre, este es el primer paso en la senda correcta hacia el ser perfeccionado por Dios. Puedes consagrar tu corazón y tu cuerpo y todo tu amor verdadero a Dios, ponerlos delante de Dios, serle completamente obediente y ser absolutamente considerado con Su voluntad. No para la carne, no para la familia y no para tus deseos personales, sino para los intereses de la casa de Dios. En todo lo que puedas toma la palabra de Dios como el principio, como el fundamento. De esa manera, todas tus intenciones, todas tus perspectivas estarán en el lugar correcto y serás alguien que Dios elogia delante de Él. A Dios le gustan las personas que son absolutas con Él, personas que le son leales y ninguna otra. Aquellos a quienes Él aborrece son las personas que son tibias con Él, y que se rebelan contra Él. Él aborrece a quienes creen en Él, y siempre quieren disfrutar de Él, pero no pueden erogarse completamente por Él. Él aborrece a quienes afirman amarlo, pero se rebelan contra Él en sus corazones. Él aborrece a quienes usan palabras pomposas para involucrarse en el engaño. Los que no tienen una dedicación genuina a Dios o una obediencia genuina a Él son personas traicioneras; son, por naturaleza, demasiado arrogantes. Los que no pueden ser auténticamente obedientes ante el Dios normal y práctico son incluso más arrogantes, y ellos en particular son la progenie obediente del arcángel. Los que se erogan de verdad por Dios ponen todo su ser ante Él. Ellos obedecen genuinamente todas Sus declaraciones, y son capaces de poner en práctica Sus palabras. Hacen de las palabras de Dios el fundamento de su existencia, y son capaces de buscar de forma genuina las porciones de la práctica en la palabra de Dios. Esto es alguien que vive realmente ante Dios. Si lo que haces es beneficioso para tu vida y satisface la voluntad de Dios; si comiendo y bebiendo Sus palabras, puedes suplir tus necesidades interiores y tus deficiencias, de forma que tu carácter vital se transforme, entonces esto satisfará la voluntad de Dios. Si actúas de acuerdo a las exigencias de Dios, si no satisfaces a la carne sino a Su voluntad, esto es entrar en la realidad de Sus palabras. Cuando se habla de entrar de manera más realista en la realidad de las palabras de Dios, esto significa que puedes llevar a cabo tu obligación, y satisfacer las exigencias de Dios. Sólo estas clases de acciones prácticas pueden denominarse entrar en la realidad de Sus palabras. Si eres capaz de entrar en esta realidad, entonces tienes la verdad. Este es el principio de entrar en la realidad; primero debes llevar a cabo este entrenamiento, y sólo después de esto podrás entrar en realidades más profundas. Piensa en cómo guardar los mandamientos y en cómo ser leal ante Dios. No pienses siempre en cuándo serás capaz de entrar en el reino; ¡si tu carácter no cambia, cualquier cosa que pienses será inútil! Para entrar en la realidad de las palabras de Dios, primero debes ser capaz de hacer que todas tus ideas y pensamientos sean para Él; esta es la necesidad básica. Muchas personas están experimentando pruebas en la actualidad; no entienden la obra de Dios. Pero Yo te digo: si no la entiendes, sería mejor que no emitieras juicios sobre ella. Quizás habrá un día en el que toda la verdad saldrá a la luz, y entonces la conocerás. No emitir juicios sería beneficioso para ti, pero no puedes limitarte a esperar pasivamente. Debes buscar entrar activamente; sólo una persona así tiene entrada práctica.
Por su rebeldía, las personas siempre están desarrollando nociones sobre el Dios práctico. Esto exige que todas las personas aprendan a ser obedientes, porque el Dios práctico es una prueba enorme para la humanidad. Si no puedes mantenerte firme, todo se ha acabado; si no posees un entendimiento de la practicidad del Dios práctico, no podrás ser perfeccionado por Dios. Un paso crítico en cuanto a si las personas puedan ser perfeccionadas o no, consiste en entender la practicidad de Dios. La practicidad del Dios encarnado venido a la tierra es una prueba para cada persona. Si eres capaz de mantenerte firme en este aspecto, entonces eres alguien que conoce a Dios, y que lo ama de verdad. Si no puedes mantenerte firme en este aspecto, si sólo crees en el Espíritu y no puedes tener fe en la practicidad de Dios, por grande que sea tu fe en Dios, esta es inútil. Si no puedes creer en el Dios visible, ¿puedes creer en el Espíritu de Dios? ¿No estás intentando engañar a Dios? No eres obediente al Dios visible y tangible; ¿eres, pues, capaz de obedecer al Espíritu? Un espíritu es invisible e intangible, así que cuando dices que obedeces al Espíritu de Dios, ¿no estás diciendo sencillamente un sinsentido? La clave para guardar los mandamientos es tener un entendimiento del Dios práctico. Una vez tengas dicho entendimiento, serás capaz de guardar los mandamientos. Guardar los mandamientos incluye dos componentes: uno es mantener la creencia firme en[a] la esencia de Su Espíritu y ser capaz de aceptar el examen del Espíritu ante Él. El otro es ser capaz de tener un entendimiento genuino de la carne encarnada, y lograr una obediencia genuina. Tanto si es ante la carne como ante el Espíritu, siempre debería mantenerse un corazón de obediencia a Dios y un temor de Él. Sólo esta clase de persona es apta para ser perfeccionada. Si tienes un entendimiento de la practicidad del Dios práctico, eso es mantenerse firme en esta prueba, y entonces nada será demasiado.
Algunas personas afirman que los mandamientos son fáciles de guardar, que sólo necesitas venir ante Dios, hablar con franqueza y de manera devota, sin gesticular, y esto es guardar los mandamientos. ¿Es esto correcto? Así que haces algunas cosas entre bambalinas que se resisten a Dios; ¿cuenta esto como guardar los mandamientos? Debéis entender plenamente el asunto de guardar los mandamientos. Está vinculado a que entiendas o no al Dios práctico; si tienes un entendimiento de la practicidad, no tropiezas ni caes en esta prueba, esto cuenta como que tienes un fuerte testimonio. Dar un testimonio contundente de Dios tiene relación principalmente con que tengas o no un entendimiento del Dios práctico, y con que seas o no capaz de obedecer ante esa persona que no sólo es corriente, sino normal, e incluso obedecer hasta la muerte. Si das verdaderamente un testimonio de Dios por medio de esta obediencia, eso significa que Dios te ha obtenido. Ser capaz de obedecer hasta la muerte, y estar libre de quejas ante Él, no emitir juicios, no difamar, no tener nociones ni ningún otro propósito, esta es la forma en que Dios obtendrá gloria. La obediencia ante una persona corriente, a la que el hombre mira con desprecio, y ser capaz de obedecer hasta la muerte sin noción alguna, esto es un testimonio verdadero. La realidad a la que Dios exige que entren las personas es ser capaz de obedecer Sus palabras, de ponerlas en práctica, de inclinarse ante el Dios práctico y conocer la propia corrupción; ser capaz de abrir el corazón ante Él y, al final, ser ganado por Él a través de estas palabras suyas. Dios obtiene gloria cuando estas palabras te conquistan y te hacen totalmente obediente a Él; a través de esto, Él avergüenza a Satanás, y completa Su obra. Cuando tú no tienes noción alguna de la practicidad del Dios encarnado, es decir, cuando te mantienes firme en esta prueba, entonces das un buen testimonio. Si algún día tienes un entendimiento pleno del Dios práctico y puedes obedecer hasta la muerte como Pedro, Dios te ganará, y te perfeccionará. Lo que Dios hace, que no está en sintonía con tus nociones, es una prueba para ti. Si estuviera en sintonía con tus nociones no exigiría que tú sufrieras ni que fueras refinado. Su obra exige que abandones tus nociones, porque es muy práctica, y no está en sintonía con estas. Por esta razón es una prueba para ti. Todas las personas se hallan en medio de pruebas por la practicidad de Dios; Su obra es práctica, no sobrenatural. Al entender plenamente Sus palabras y Sus declaraciones prácticas sin noción alguna, y al ser capaz de amarlo más de forma genuina, cuanto más práctica sea Su obra, Él te ganará. El grupo de personas que Dios ganará son aquellos que conocen a Dios, es decir, los que conocen Su practicidad, más aún, los que son capaces de obedecer la obra práctica de Dios.
Durante el tiempo de Dios en la carne, la obediencia que Él exige de las personas no es lo que estas imaginan: no emitir juicios ni resistirse, sino que las personas hagan de Sus palabras su principio para la vida y el fundamento de su supervivencia, que pongan absolutamente en práctica la esencia de Sus palabras, y que satisfagan por completo Su voluntad. Un aspecto de exigir que las personas obedezcan al Dios encarnado se refiere a poner en práctica Sus palabras, y el otro, a ser capaz de obedecer Su normalidad y Su practicidad. Ambos deben ser absolutos. Los que pueden lograr ambos aspectos son todos aquellos que tienen un corazón de amor genuino por Dios. Todas ellas son personas que Dios ha ganado, y que lo aman como a su propia vida. El Dios encarnado lleva una humanidad normal y práctica en Su obra. De esta forma, Su revestimiento exterior de humanidad normal y práctica se convierte en una prueba enorme para las personas, en su mayor dificultad. Sin embargo, la normalidad y la practicidad de Dios no pueden evitarse. Él lo intentó todo para encontrar una solución, pero al final no se pudo librar del revestimiento exterior de Su humanidad normal porque, después de todo, Él es Dios hecho carne, no el Dios del Espíritu en el cielo. Él no es el Dios que las personas no pueden ver, sino el Dios que lleva el revestimiento de uno más de la creación. En esto, librarse del revestimiento de Su humanidad normal no sería en modo alguno fácil. Por tanto, pase lo que pase, Él sigue haciendo la obra que quiere hacer desde la perspectiva de la carne. Esta obra es la expresión del Dios normal y práctico; ¿cómo podría estar bien, pues, que las personas no obedecieran? ¿Qué diantre pueden hacer las personas respecto a las acciones de Dios? Él hace lo que quiere hacer; aquello con lo que Él esté contento, será como tiene que ser. Si las personas no obedecen, ¿qué otro plan sólido pueden tener? Hasta ahora, sólo la obediencia puede salvar a las personas; no hay otras ideas ingeniosas. Si Dios quiere poner a prueba a las personas, ¿qué pueden hacer ellas al respecto? Pero todo esto no es idea del Dios en el cielo; es la idea del Dios encarnado. Él quiere hacer esto, por lo que ninguna persona puede cambiarlo. El Dios en el cielo no interfiere con lo que Él hace; ¿no deberían, pues, las personas obedecerle aún más? Aunque Él es tanto práctico como normal, es completamente el Dios hecho carne. En base a Sus propias ideas, Él hace lo que quiere hacer. El Dios en el cielo le ha asignado todas las tareas a Él; se debe obedecer cualquier cosa que Él haga. Aunque Él tiene humanidad y es muy normal, todo esto es lo que Él ha dispuesto deliberadamente; ¿cómo pueden mirarlo entonces las personas con los ojos bien abiertos y desaprobación? Él quiere ser normal, así que es normal. Él quiere vivir en la humanidad, así que vive en la humanidad. Él quiere vivir en la divinidad, así que vive en la divinidad. Las personas pueden verlo como ellas quieran. Dios siempre será Dios, y las personas siempre serán personas. Su esencia no puede negarse por algún detalle menor ni se le puede empujar fuera de la “persona” de Dios por una pequeñez. Las personas tienen la libertad de los seres humanos, y Dios posee la dignidad de Dios; estos no se interfieren mutuamente. Las personas pueden condenar o entender a Dios como deseen. ¿No pueden tolerar que Dios sea un poco más distendido? No seas tan serio, todos deberían ser tolerantes entre sí, ¿no estaría todo solucionado entonces? ¿Seguiría habiendo algún distanciamiento? Si no se puede tolerar una cosa tan pequeña, ¿cómo se puede pensar siquiera en ser una persona magnánima, un hombre verdadero? No es que Dios le esté haciendo pasar un tiempo difícil a la humanidad, sino que es ella quien se lo pone difícil a Dios. Las personas siempre están manejando las cosas, y hacen una tormenta de un vaso de agua, de nada crean un verdadero problema, ¡y es tan innecesario! Cuando Dios obra en la humanidad normal y práctica, lo que hace no es la obra de la humanidad, sino de Dios. Sin embargo, las personas no ven la esencia de Su obra; siempre ven el revestimiento exterior de Su humanidad. No han visto una obra tan grande, pero insisten en ver la humanidad normal y corriente de Dios, y no abandonarán esto. ¿Cómo puede denominarse esto obedecer a Dios? El Dios en el cielo se ha “convertido” ahora en el Dios en la tierra, y el Dios en la tierra es ahora el Dios en el cielo. No importa si Sus apariencias externas son iguales ni cómo sea Su obra. En general, quien hace la propia obra de Dios es Dios mismo. Debes obedecer lo quieras o no; ¡esto no es algo que puedas elegir! Dios debe ser obedecido por las personas, y ellas deben obedecer absolutamente a Dios, sin la más mínima pizca de fingimiento.
El grupo de personas que el Dios encarnado quiere ganar hoy es el compuesto por aquellos que se conforman a Su voluntad. Las personas sólo tienen que obedecer Su obra, y no preocuparse siempre con las ideas del Dios en el cielo, vivir en la imprecisión ni dificultarle las cosas al Dios en la carne. Los que son capaces de obedecerle son quienes escuchan absolutamente Sus palabras, y obedecen Sus disposiciones. Estas personas no prestan atención en absoluto a cómo es realmente el Dios en el cielo ni qué clase de obra está haciendo Él en la actualidad, en la humanidad, sino que entregan por completo su corazón al Dios en la tierra, y ponen la totalidad de sus seres ante Él. Nunca consideran su propia seguridad ni arman un escándalo por la normalidad y la practicidad del Dios en la carne. Los que obedecen al Dios en la carne pueden ser perfeccionados por Él. Los que creen en el Dios en el cielo no ganarán nada. Esto se debe a que no es el Dios en el cielo quien concede las promesas y las bendiciones a las personas, sino el Dios en la tierra. Estas no deberían magnificar siempre al Dios en el cielo y considerar al Dios en la tierra como una persona corriente. Esto es injusto. El Dios en el cielo es grande y hermoso, de maravillosa sabiduría, pero esto no existe en absoluto. El Dios en la tierra es muy corriente e insignificante; Él también es muy normal. No tiene una mente extraordinaria ni actos que estremezcan la tierra. Él simplemente obra y habla de una manera muy normal y práctica. Aunque no hable por medio del trueno ni convoque al viento y la lluvia, Él es realmente la encarnación del Dios en el cielo, y es realmente el Dios que vive entre los humanos. Las personas no deben magnificar como Dios a aquel a quien son capaces de entender, que se corresponde con sus propias imaginaciones, ni considerar inferior a aquel a quien no pueden aceptar ni imaginar en absoluto. Todo esto es la rebeldía de las personas; todo es la fuente de la resistencia de la humanidad a Dios.
De "La Palabra manifestada en carne"
Nota al pie:
a. El texto original omite “creencia firme en”.

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