Desde que era pequeña, mi deseo de reputación siempre fue muy fuerte, y cuando interactuaba con la gente prestaba especial atención a mi propia imagen, a mi estatus a los ojos de otras personas y a su evaluación de mí. Así que siempre permitía a otras personas tener cualquier ventaja, cualquier beneficio, y simplemente enterraba las dificultades o los reclamos en mi corazón. Yo no expresaba esas cosas a nadie y, cuando otras personas tenían dificultades siempre pensaba en la manera de ayudarlas. Así que, a los ojos de mis padres, yo era una buena chica; era una verdadera delicia. A los ojos de mis vecinos y amigos, yo era cariñosa y generosa. Después de casarme, también me llevé muy bien con la familia de mi marido. Cuando mi cuñada y mi cuñado encontraron pareja y se casaron, yo correteaba como loca. Contribuí tanto con dinero como con esfuerzo, y compartí la carga con mis suegros. En poco tiempo, me había convertido en la buena nuera y en la buena hermana mayor. En realidad, en esos tiempos me sentía agotada todos los días y estaba extenuada hasta la médula porque siempre estaba pasando de puntillas para mantener mis relaciones con otras personas y cuidando de los sentimientos de los demás; solía vigilar sus expresiones y luego hablaba de acuerdo a ello. Tenía miedo de herir a alguien y de que se llevara una mala impresión de mí, y dañar mi propia reputación. Después de ganarme esta “buena reputación”, me sentía orgullosa en mi corazón y pensaba que el precio que había pagado había valido la pena. Sentía que era muy exitosa como ser humano. Yo pensaba con frecuencia: si algún día me encuentro en dificultades, mis amigos, mi familia y mis vecinos me echarán una mano y me ayudarán a salir de mis problemas. Pero justo cuando estaba disfrutando de mis “logros” como ser humano, un desastre surgió de la nada —y destruyó por completo mi fantasía y cambió mis percepciones—.
El 4 de diciembre de 1991, mi marido tuvo un terrible accidente de tráfico. Tuvo ruptura del bazo, su hígado y riñón sufrieron daños y sufrió un daño intestinal importante. Sangraba incontrolablemente. Se sometió a cuatro cirugías en sólo un mes con más de 2000 mililitros en transfusiones de sangre. Aun así, su vida seguía pendiendo de un hilo. El médico dijo que si no continuaban haciendo las transfusiones de sangre, sus heridas simplemente no podrían sanarse. En ese entonces, acabábamos de construir una casa y también habíamos comprado un auto, así que estábamos fuertemente endeudados. No había absolutamente ninguna manera de que nosotros pudiéramos hacer frente a unos gastos médicos tan elevados, y mis padres habían agotado todos sus recursos para que mi hermanito pudiera ir a la universidad. Ellos no tenían ninguna posibilidad de ayudarnos, así que no tuve más remedio que pedir ayuda a mis parientes y amigos. Pero, nunca me imaginé que esas personas que solían rodearme, fueron encontrando, una tras otra, excusas para darme la espalda, para esquivarme. Me sentí muy herida. Luego, me enteré de que un familiar al que habíamos ayudado bastante le había dicho a otra persona: “No era posible que les prestáramos dinero. No existía ninguna esperanza de curarlo y, si él muriera, su esposa simplemente se casaría con otra persona, y entonces ¿quién nos devolvería el dinero? Y aun cuando no muriese, apuesto a que quedará incapacitado para el resto de su vida, así que ¿prestarle dinero no sería como tirarlo a la basura?”. Tras escuchar estas palabras frías e insensibles, sólo pude llorar porque sabía que esa era la voz de toda esa gente que evitaba prestarme dinero. Pero lo que fue aún más decepcionante para mí fue la crueldad de la familia de mi marido. Mis suegros claramente tenían dinero, pero sólo nos dieron 500 yuanes, y más tarde cuando arreglaron cuentas con nosotros, incluyeron los gastos de su transporte, comidas y frutas de cuando vinieron a visitar a mi marido al hospital. Mi esposo tenía dos hermanos más jóvenes adinerados, y cuando vinieron a visitarlo al hospital sólo dieron 500 yuanes entre los dos. Esa ínfima cantidad de dinero que dio mi familia política fue apenas una gota en un cubo de agua para nosotros. No podía ayudar a resolver nuestras verdaderas dificultades. En medio del dolor y la desesperanza, sólo pude solicitar préstamos del banco, pero el banco rechazó mis solicitudes. Al final, no tuve más remedio que vender el coche por un precio bajo para financiar el tratamiento de mi marido. A pesar de todo esto, no pude reunir lo suficiente para pagar los gastos médicos de mi marido. Realmente ya no tenía más opciones, y tres meses más tarde, mi marido fue dado de alta antes de tiempo cuando sus heridas aún no se habían sanado. Pero nunca imaginé que justo cuando entrábamos en nuestra casa, aquellos a quienes debíamos dinero vinieron a toda prisa pisándonos los talones. Incluso mi cuñada mayor vino a nuestra casa pidiendo dinero. Al afrontar esta situación, me sentía herida más allá de las palabras. Me fui corriendo sola a una zona boscosa en la cima de una colina para llorar. Acababa de cumplir los 24 años en ese entonces y sólo había estado casada con mi marido por un año. Mis despiadados suegros me habían puesto toda esta carga, y ninguna persona a nuestro alrededor estaba dispuesta a echarnos una mano. El camino por delante sería largo… ¿Cómo podría soportar ese tipo de golpe, ese tipo de carga? Cuando estaba en el bosque, pensé y lloré, sólo pensé y lloré. Realmente no tenía el coraje de seguir adelante, y grité al cielo: “¡Por todos los cielos! ¿Por qué mi vida es tan difícil? En verdad no puedo seguir en este mundo. ¡Oh cielos, te suplico que me quites la vida!”. El sufrimiento es sufrimiento y, a fin de cuentas, las dificultades prácticas deben ser enfrentadas, y no tuve más remedio que ponerme de pie, armarme de valor y mantener a mi familia. Mi vida se llenó de un estrés enorme, y yo, que siempre había sido alegre y enérgica, me encontraba deprimida todos los días. Cuando mi marido me vio tan agraviada, lloró y me dijo: “¡Deberías irte de esta casa; no tienes por qué sufrir así por mí!”. A decir verdad, yo también tuve algunos pensamientos de irme, pero consideraba mi reputación más valiosa que el oro, así que definitivamente no dejaría a mi marido en esas circunstancias. Los días siguientes fueron aún más difíciles. Mi esposo no podía hacer ningún trabajo físico y, además, había habido tres años de sequía con casi ninguna cosecha durante tres años consecutivos, por lo que llevaba a cuestas una pesada deuda. Incluso comer se convirtió en un problema. Justo cuando estaba completamente hundida en la desesperación y ya no tenía esperanza de seguir adelante, alguien me aconsejó que creyera en Jesús. Después de creer en Él, vi las palabras de Jesús en la Biblia que decían: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El” (Juan 3:16-17). En medio de esos días de sufrimiento, esas palabras de Dios me trajeron un gran consuelo. También leí en la Biblia que después de que el Señor Jesús resucitó y nos dejó, Él fue a preparar un lugar para nosotros, y que, una vez preparado, Él se encontraría con nosotros. Desde entonces, en mi corazón esperaba el día en el que Dios regresaría, y pensé: Cuando Dios regrese, ya no tendré que sufrir en este mundo.
En el otoño de 1998, por la gracia de Dios, tuve la suerte de encontrar a una hermana que creía en . Cuando me enteré de lo que mi hermana me dijo, que Dios ya había regresado y que estaba llevando a cabo una nueva obra, no pude contener mis sentimientos de emoción. Me postré ante Dios y oré: “Oh Dios Todopoderoso, mi esperanza de que Tú regresarías finalmente se ha hecho realidad. He sufrido lo suficiente y he vivido lo suficiente en este miserable mundo. No puedo quedarme ni un día más. Oh Dios, no importa cuál sea la obra para la que hayas regresado o qué tipo de requisitos tengas, estoy dispuesta a seguirte de cerca”. Luego, al leer las palabras de Dios Todopoderoso, entendí muchas verdades que no había entendido antes. Vi a Dios guiar a la gente en cuanto a cómo creer en Dios y a cómo vivir por el resto de la vida una humanidad apropiada. Reconocí que todas las palabras de Dios son verdad y que son palabras que guían la vida de los humanos, y que Dios nos está guiando para librarnos del pecado, vivir vidas humanas apropiadas y caminar por el sendero correcto en nuestras vidas. Además de eso, vi el amor genuino de los hermanos y hermanas a través de mis interacciones con ellos, y me conmovió profundamente. Esto también fue una demostración de que Dios Todopoderoso es la venida del Señor Jesús, que Él es el Dios verdadero que vino para obrar y salvar a la humanidad. Eso sucedió durante la época de la cosecha de otoño. Cuando la hermana encargada de la obra de la iglesia se enteró de que mi marido no podía trabajar en el campo, vino a verme y justo en ese momento yo llevaba una carga de maíz sobre mis hombros. Ella me la quitó de los hombros y me dijo con franqueza: “¡Yo lo haré, descansa!”. Al día siguiente, ella buscó a unos cuantos hermanos y hermanas para que vinieran a ayudarme a cosechar los cultivos. Incluso compró y me trajo panecillos al vapor, fideos y verduras, y le dio a mi hijo semillas de girasol y caramelos. Después de terminar el trabajo regresamos a mi casa y algunos de ellos me ayudaron a hacer la comida, a cuidar de mi hijo, y algunos me ayudaron a lavar la ropa. Dos hermanos también dieron testimonio a mi esposo sobre la obra de Dios en los últimos días. Por la noche, leímos juntos la palabra de Dios, cantamos himnos y mis hermanos y hermanas me escucharon hablar de mis dificultades. Algunos de ellos lloraron conmigo, y otros compartieron conmigo acerca de la verdad. Entre ellos, una hermana me dijo en compañerismo: “Sin estas desgracias, es posible que no te hubieses convertido en una creyente en Jesucristo, y no hubieses podido aceptar la obra de Dios en los últimos días. Aún más, no hubieses podido experimentar Su amor y salvación; esto no es algo malo, sino algo bueno”. Sentí que todo lo que decían era muy novedoso y que era todo lo que yo necesitaba. Realmente me atrajo. Cuando vi su sincera ayuda hacia mí, me sentí verdaderamente muy conmovida. No éramos ni parientes ni amigos de sangre, pero fueron más buenos conmigo que la familia. El experimentar años de penurias y tribulaciones en mi vida y la indiferencia de otras personas me había desconsolado, pero el amor y el cuidado de mis hermanos y hermanas me hacían sentir tanto cariño que se me dibujó en el rostro la tan olvidada expresión de una sonrisa. No me había imaginado que vería esta sinceridad que por tanto tiempo había estado deseando en mis hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso. De las verdades que compartieron conmigo en compañerismo y lo que mostraron con sus vidas, me di cuenta de que sólo Dios Todopoderoso puede hacer este tipo de obra y cambiar a la gente. Así, con el estímulo del amor de Dios y con la ayuda de mis hermanos y hermanas, mi corazón entumecido recuperó un poco de sensibilidad y, de nuevo, tuve confianza y coraje para vivir. Más tarde, vi que mis hermanos y hermanas corrían de un lado para otro trabajando y pagando un precio por la obra evangélica de Dios y yo no pude quedarme sentada de brazos cruzados, así que en poco tiempo también me puse a predicar el evangelio de Dios de los últimos días. A medida que las interacciones con mis hermanos y hermanas se profundizaban, vi que en verdad ellos no eran iguales a las personas mundanas y que, dentro de la iglesia, nunca necesitabas preocuparte de quién se burlaría de ti o de quién haría maquinaciones, ni tampoco tenías que temer decir algo sin cuidado y ofender a alguien. Los hermanos y hermanas eran siempre sencillos y abiertos cuando estaban juntos, y decían lo que tuviesen en sus corazones, e incluso si eso significaba exponer alguna corrupción, todo podía ser tratado correctamente. Todo ello podía ser aceptado de Dios y nadie se fijaba en los asuntos de los demás. No importaba quién hubiese dicho o hecho algo incorrecto; no se guardaban rencores y todos miraban dentro de sus propios corazones para conocerse a sí mismos y aprender las lecciones que necesitaban aprender. Sin importar qué hermanos o hermanas estuviesen en dificultades, todos trabajaban juntos para ayudarlos, poner sus corazones en comunión con la verdad, de modo que cuando se enfrentaran a estas dificultades, pudiesen entender la voluntad de Dios y poner en práctica los requisitos de Dios. Entre hermanos y hermanas no había división por jerarquía: todos se reunían como iguales. Los colaboradores eran iguales que los hermanos y hermanas corrientes; nadie era especial. De Dios Todopoderoso, vi la luz, encontré algo en lo que apoyarme y, en mi corazón, pude experimentar una paz y estabilidad que nunca antes había tenido. Todos los días sentía un entusiasmo y una alegría inexpresables.
Más tarde, Dios me elevó para ser líder de la iglesia desde agosto de 1998 hasta finales de 2005, y aunque pasaba bastante tiempo en la iglesia, durante todo ese tiempo disfruté de una gran cantidad de gracia y bendiciones de Dios. Lo que fue más increíble para mí fue que mi marido se había recuperado por completo. Podía trabajar y ganar dinero como cualquier otra persona, y eso no sólo ayudó con las deudas de nuestra casa, sino que también ahorramos. Pasábamos nuestros días en paz y en armonía. Yo oraba y alababa a Dios todos los días, y daba las gracias a Dios Todopoderoso por haberme salvado, a esta miserable persona, y por haber bendecido nuestra casa que había sufrido tantas dificultades. Entregué mi voluntad ante Dios y le dije: Estoy dispuesta a entregar el resto de mi vida a Dios, a gastarla por Dios, a recompensarlo a Él por Su gran amor.
Al leer las palabras de Dios sin parar, llegué a comprender que la meta de Dios al elegir a las personas no es simplemente permitirles disfrutar de las bendiciones materiales y de Su gracia, sino, más importante aún, es juzgar y castigar la desobediencia dentro de ellas, permitirles liberarse de su carácter corrupto, vivir como verdaderos seres humanos. Así como Dios Todopoderoso dijo: “Hoy el hombre ve que únicamente con la gracia, el amor y la misericordia de Dios no es capaz de conocerse a sí mismo verdaderamente y mucho menos puede conocer la esencia del hombre. Sólo por medio del refinamiento y del juicio de Dios, sólo durante ese refinamiento puede el hombre conocer sus deficiencias y saber que no tiene nada y, de esta manera, el amor del hombre por Dios se construye sobre el fundamento del refinamiento y el juicio de Dios. Si sólo gozas la gracia de Dios, con una vida familiar tranquila o con bendiciones materiales, entonces no has ganado a Dios y tu creencia en Dios ha fracasado. Dios ya ha llevado a cabo una etapa de la obra de la gracia en la carne y le ha otorgado al hombre bendiciones materiales, pero el hombre no puede ser perfeccionado sólo con la gracia, el amor y la misericordia” (‘Sólo al experimentar pruebas dolorosas puedes conocer el encanto de Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”). Con el fin de salvarme más completamente, Dios llevó a cabo el juicio y el castigo en mí, por lo que me permitió experimentar más vívidamente Su amor y salvación por mí.
Cuando yo era la líder de la iglesia, como me preocupaba demasiado por mi reputación y estatus, siempre mantenía mis relaciones con los demás en mi trabajo por temor a que mis hermanos y hermanas dijeran que yo hacía cosas por el estatus y que era demasiado estricta y que, entonces, me apreciaran poco. Así que, incluso cuando observaba a mis hermanos y hermanas hacer cosas que claramente violaban los principios de la verdad y no eran beneficiosas para la iglesia, no era capaz de comunicar estos asuntos de manera oportuna para que los problemas pudieran resolverse. Recuerdo que hubo un período de tiempo en el que una hermana que inicialmente había sido responsable de guiar mi trabajo fue degradada, y luego se acordó que ella participara en un trabajo en la iglesia que yo estaba dirigiendo. Cuando revisé su trabajo, descubrí muchas desviaciones y omisiones. En mi corazón, sabía que debíamos comunicar juntas y que yo debía ayudarla para que ella pudiera conocerse a sí misma y corregir estas técnicas. Pero, tan pronto como pensé en el hecho de que ella había sido mi superior, me preocupó el hecho de que, si le señalaba los errores y las desviaciones en su trabajo, ella podría decir que yo era demasiado arrogante, o podría crearse prejuicios contra mí. Cuando pensé en todo eso, mantuve la boca cerrada y, en cuanto al trabajo del cual ella era responsable, empecé a dejar pasar las cosas. Esto llegó al punto de que la obra del evangelio de la que ella era responsable no había sido retomada por varios meses, muchos hermanos y hermanas eran negativos y débiles, y finalmente ella era tan débil que perdió por completo la obra del Espíritu Santo y fue suspendida para que pudiese reflexionar sobre sí misma. En cuanto a mi propia situación de corrupción, la hermana responsable de mi trabajo me había guiado y ayudado muchas veces comunicándome la verdad, pero como yo seguía fallando en conocerme a mí misma, no estaba al tanto de la gravedad del problema. No lo había tomado en serio en absoluto y, después de que terminara, yo seguía viviendo de esa forma. En realidad, yo no había cambiado. En diciembre de 2005, la iglesia publicó un sermón: “Sólo la selección de líderes que persiguen la verdad y tienen un sentido de la justicia está en consonancia con la voluntad de Dios”. Esto requirió que comenzáramos una nueva auditoría de los líderes de la iglesia de cada lugar y la hermana a cargo de mi trabajo me dijo: “Basándonos en la ponderación de los principios, tú no estás capacitada para actuar como líder de la iglesia. No tienes sentido de la justicia y, cuando algo surge, siempre das preferencia a mantener tus relaciones con las personas. Eres la ‘buena persona’ que no puede ofender a la gente. Cuando señalo las desviaciones y los problemas que existen en tu trabajo, tú lo justificas y te escondes tras escusas. No aceptas cuando otros lidian contigo y podan aspectos de ti, y siempre estás considerando tu propia reputación y estatus, considerando tu imagen en el corazón de los demás. Viéndolo en general, eres una de las personas a las que se refiere este sermón: una de las ‘buenas personas’, una de las personas engañosas sin sentido de la justicia que debe ser despedida. Esto se debe a que cuando te enfrentas a un problema siempre consideras tu propio beneficio; siempre hablas y actúas por tu propia imagen y tu propio estatus. No te importa en absoluto la voluntad de Dios, y no piensas en qué hacer para beneficiar a la iglesia o las vidas de tus hermanos y hermanas. Estás liderando la iglesia de esta manera y llevando a tus hermanos y hermanas ante ti; esto es una seria resistencia a Dios. Has recibido orientación muchas veces sobre lo que has mostrado en estas circunstancias, pero no lo has tomado en serio, ni te has enfocado en cambiar. Por lo tanto, de acuerdo con los principios recientes de la iglesia para usar a la gente, se ha decidido que debes ser relevada de tus deberes para que puedas reflexionar sobre ti misma. Esto no significa en absoluto que no seas capaz de cambiar. Espero que puedas manejar esto apropiadamente y que realmente reflexiones sobre ti misma, que reconozcas tus propios aspectos corruptos y que te enfoques en el cambio. Esto será beneficioso para tu propia vida y también beneficiará la obra de la iglesia”. Mientras mi hermana me hablaba, todo mi rostro se ruborizó. Sentí que no tenía donde esconderme. Yo había llegado a esa edad y siempre había sido admirada y alabada por otros. Nadie me había expuesto nunca a la cara de esa manera. Sentía un gran dolor y estaba extremadamente avergonzada. Quería meterme dentro de un agujero y desaparecer. Por lo general, yo no buscaba la verdad y nunca había examinado seriamente mi propia corrupción, de modo que aquel día en que esa hermana me dijo repentinamente que la naturaleza de mi esencia era engañosa y que me iban a sustituir por esa razón, en lo absoluto pude aceptar esos hechos. Sentí que había caído muy bajo; no pude evitar perder el control y empezar a llorar. Me sentí negativa y caí en la desesperación. En medio de este doloroso refinamiento, vi las palabras de Dios que decían: “La gente trae a la casa de Dios sus formas de servir a funcionarios y a señores e intentan ponerlas en práctica, pensando inútilmente que tales formas pueden ser aplicadas aquí con facilidad y sin esfuerzo. Nunca se les ocurrió pensar que Dios no tiene el carácter de un cordero, sino el de un león. Por tanto, aquellos que se relacionan con Dios por primera vez, no pueden comunicarse con Él, ya que el corazón de Dios es diferente al del hombre. […] Si careces de la realidad del conocimiento y no estás equipado con la verdad, entonces tu servicio apasionado sólo puede traerte la aversión y el aborrecimiento de Dios. Ahora debes comprender que creer en Dios no es un simple estudio de teología” “Si eres un hipócrita y alguien experto en socializar, entonces Yo te digo que definitivamente eres uno de los que juegas con Dios. Si tus palabras están llenas de excusas y justificaciones que nada valen, entonces Yo te digo que eres alguien poco dispuesto a practicar la verdad” (‘Tres advertencias’ en “La Palabra manifestada en carne”). El juicio indiscutiblemente correcto en las palabras de Dios me dejó atónita. Yo era exactamente ese tipo de persona engañosa que despreciablemente intentaba ser deshonesta delante de Dios, que basaba sus acciones en la filosofía mundana de Satanás y que se resistía a Dios. Cuando reflexioné sobre el tiempo transcurrido desde que me había hecho responsable de la obra de la iglesia, a pesar de que había cumplido incesantemente con mi deber, lo hacía enteramente para que mis hermanos y hermanas me admiraran, para satisfacer mi propia vanidad y, aún más, para salvaguardar mi propio estatus. Cuando la iglesia evaluó nuestro grado de entrada en la verdad, escuché de las palabras de esa hermana que, en lo referente al reconocimiento de su propia corrupción, el grado en que los hermanos y hermanas en nuestra iglesia habían entrado era muy superficial. Cuando rellené el cuestionario, respondí conscientemente a las preguntas con miras al aspecto del conocimiento de mí misma para que esta hermana no me menospreciase, así como para hacerle saber a ella que yo tenía la capacidad de guiar a nuestros hermanos y hermanas hacia el conocimiento de sí mismos. En el pasado yo había guiado a una hermana basándome en mi propia voluntad, lo que condujo a un problema serio en su trabajo. Esto culminó causando una gran pérdida a la iglesia. Cuando la líder de la iglesia me habló de esto, creí que ella no conocía toda la historia, así que disimulé y no mencioné mis propias responsabilidades. Esto que me sucedió no fue sólo un hecho aislado, sino que era una forma consistente de hacer las cosas. Pensé en todas las veces en las que se había producido este tipo de situaciones y mi hermana siempre se había comunicado diligentemente conmigo para ayudarme a entender la verdad y a conocerme a mí misma, pero para proteger mi propia imagen y mi estatus, yo ponía excusas para justificarme a mí misma. Yo discutía lo que estaba bien y mal, y no aceptaba la ayuda de la guía de mi hermana. Esto afectaba seriamente el trabajo de la iglesia y no había forma de que yo pudiese brindar a mis hermanos y hermanas una verdadera edificación o sustento. Que en este día yo hubiese sido relevada de mis deberes y que hubiese reflexionado sobre mí misma era enteramente la justicia de Dios. Esto es porque Dios es santo y Él no permite que la gente traiga las pretensiones mundanas de sus maquinaciones a Su casa para usarlas. En particular, Él no permite a quienes tengan un carácter satánico dirigir una iglesia. En la iluminación y guía de Dios, pensé en Sus palabras: “Si eres especialmente cordial y leal con tus familiares, amigos, esposa (o esposo), hijos y con los padres, y nunca te aprovechas de los demás, pero no puedes ser compatible y estar en paz con Cristo, entonces, aun cuando te entregues por entero para aliviar a tus vecinos o hayas cuidado bien a tu padre, madre, y a tu casa, te digo que eres malo, y también falso. No pienses que eres compatible con Cristo porque eres compatible con el hombre o realizas algunas buenas acciones. ¿Crees que tu bondad puede hurtar la bendición del Cielo? ¿Crees que tus buenas acciones son sustitutas de tu obediencia?” (‘Aquellos incompatibles con Cristo son seguramente opositores de Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios pusieron al descubierto mi esencia como si se hubiese sajado con un cuchillo. Las llamadas ‘buenas personas’ en el mundo no son buenas personas a los ojos de Dios. En el mundo, las personas sólo pueden exhibir buenos comportamientos, pero, cuando estás en la casa de Dios, si no puedes realizar las cosas de una manera recta y no puedes ser una persona honesta, a los ojos de Dios, se es una persona insidiosa y engañosa. Pensé en el hecho de que, desde que yo era pequeña hasta llegar a ese momento, siempre estuve trabajando duro para fraguar una imagen positiva, ayudando y cuidando a todos los demás, vigilando constantemente las expresiones de los demás para posteriormente hablar y actuar en consecuencia. Estaba dispuesta a aceptar mucho sufrimiento y a ser agraviada para mantener esta imagen. Estas prácticas para ganarme a la gente realmente funcionaban en el mundo y yo me gané elogios de gente mundana; esto era porque esta gente no creía en Dios y no tenía la verdad. No podía mirar hacia dentro y ver la esencia de la gente, y no podía distinguir las intenciones y motivaciones de las personas en sus acciones. Estas personas sólo distinguían entre el bien y el mal basándose en el comportamiento externo de los demás. No importaba quiénes fueran, siempre y cuando fingieran lo suficientemente bien y pudieran hacer cosas buenas en apariencia, podrían ganarse a la gente y granjearse una buena reputación. Pero, cuando yo traje estas cosas mundanas a la casa de Dios y apliqué estas filosofías terrenales a mi trabajo en la iglesia, esto fue exactamente lo que disgustó a Dios. Es una demostración de una falta de sentido de la justicia, y un engaño retorcido. Dios es un Dios santo y bueno, Su amor y esfuerzo por los humanos es verdadero y nunca es vano. Para salvar a la humanidad, Él está dispuesto a sacrificarlo todo sin exigir nada. Cuando habla y actúa, no hay adulteración; todo es la revelación natural de Su carácter. Por lo tanto, Dios prefiere a la gente con una verdadera representación de sí misma, que habla y actúa sinceramente, que no tiene pretensiones. Pero mis intenciones al hacer las cosas no eran para mostrar honestamente consideración por la voluntad de Dios ni para satisfacerlo a Él, sino hacer que mis hermanos y hermanas me admiraran y me reconocieran. Lo hacía para establecer mi propia imagen y prestigio, para satisfacer mis propios deseos. Yo era exactamente lo que Dios expuso en Sus palabras como una persona engañosa e insidiosa. Puesto que la obra que Dios está completando en los últimos días es la de juicio y castigo, y la de cambiar el carácter de la gente, Él debe exponer y purificar a la gente a través de diversos tipos de entornos. Y yo, como líder de la iglesia, no podía ser considerada con la voluntad de Dios; cuando mis hermanos y hermanas revelaban corrupción yo no podía ayudarlos a reconocer eso en sí mismos o a ver a través de la esencia del problema para lograr el verdadero arrepentimiento y el cambio. Yo sólo protegía mi propia imagen en la mente de otras personas; tenía miedo de ofender a otros, así que mantuve la boca cerrada y traté de ser siempre la ‘buena persona’. Esto significó que los caracteres corruptos de mis hermanos y hermanas no pudieron ser resueltos en el momento oportuno. ¿Acaso no era esto causarles daño? ¿Acaso no tengo un corazón espantoso? Gracias a la iluminación y liderazgo de Dios, finalmente vi que la actitud de “perseguir la alta consideración de otros para satisfacer tu propia vanidad” es algo dañino, ¡que es un cáncer plantado en mi interior por Satanás! Sin embargo, siempre perseguí estas cosas como si fueran positivas, las consideraba como el fundamento de cómo conducirme e incluso las llevé dentro de la casa de Dios para usarlas, engañando a Dios, engañando a mis hermanos y hermanas, tratando la obra de la iglesia como un juego. Realmente era algo equivocado y lamentable. Me halagaba a mí misma pensando que tenía éxito en eso de ser una buena persona, pero ese día, con el juicio y la revelación por la palabra de Dios, finalmente reconocí que todo lo que estaba viviendo era el carácter demoníaco de Satanás. No era en absoluto lo que debía vivirse en una humanidad apropiada. Fue el juicio y castigo de las palabras de Dios lo que finalmente me hizo ver cómo Satanás corrompe a la humanidad. Desde hacía mucho tiempo, este había plantado profundamente dentro de mi alma las semillas venenosas del hacerse un nombre, de salvar la propia imagen, la idea de tener a alguien en el punto de mira, pero no su reputación, y de exponerla, pero no sus defectos. Esto era para envenenarme, para juguetear conmigo, para hacerme cada vez más superficial y engañosa, para que me convirtiera en una persona verdaderamente engañosa.
Después de reconocer la verdad de que había sido corrompida por Satanás, inmediatamente oré a Dios para buscar la verdad apropiada para resolver mi propia corrupción. Entonces, vi estas palabras de Dios: “Mi reino necesita a los que son honestos, no hipócritas ni engañosos. ¿Las personas sinceras y honestas en el mundo no son impopulares? Me opongo completamente a esto. Es aceptable que las personas honestas vengan a Mí; me deleito en esta clase de personas, también necesito esta clase de personas. Esto es precisamente Mi justicia” (‘La Trigésima Tercera Declaración’ en “Declaraciones y testimonios de Cristo en el principio”). “Que Dios les pida a las personas que sean honestas demuestra que realmente aborrece a los que son astutos. A Dios no le gustan las personas astutas, y esto significa que le desagradan sus acciones, su carácter y hasta sus motivaciones; es decir que a Dios no le gusta la forma en que hacen las cosas y, por tanto, si queremos agradarle a Dios, primero debemos cambiar nuestras acciones y nuestro modo de vida. Anteriormente, confiábamos en mentiras, fingimientos y falsedades para vivir entre las personas. Este era nuestro capital, la base existencial, la vida y el fundamento por el cual vivíamos. Y Dios lo menospreciaba todo. […] Así, hoy, la suerte está echada: si no somos honestos y si, en nuestra vida, nuestra práctica no va orientada a ser honestos, y no revelamos nuestra verdadera cara, entonces nunca tendremos la más mínima oportunidad de ganar la obra de Dios ni Su elogio” (‘Para ser honesto, uno debe exponerse a los demás’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). La clara guía en las palabras de Dios me dio un estándar para ser un ser humano y me dio una dirección en mi vida: ser una persona honesta. Una persona honesta muestra una verdadera representación de sí misma y hace lo que dice. No existen pretensiones, no hay argucias personales, no trabaja por reputación o para su propio beneficio. En todas las cosas sólo busca satisfacer a Dios y beneficiar la vida de las personas a través de sus palabras y acciones. Así que sólo una persona honesta es una persona real, es una persona que trae alegría a Dios. Sólo aquellos que se convierten en personas honestas pueden recibir Su salvación y entrar en el reino de Dios. Yo ya no puedo confiar en falsedades y pretensiones en mi vida. Tengo que cambiar mis métodos de supervivencia, resolver mis propias intenciones en mis acciones y no vivir nunca más por reputación o estatus. En todas las cosas debo enfocarme en ser genuinamente un ser humano, actuando de acuerdo con los requerimientos de Dios.
A pesar de que estoy dispuesta a perseguir el ser una persona honesta, como he sido profundamente corrompida por Satanás, ponerlo en práctica sigue siendo bastante difícil; especialmente cuando tiene que ver con mi reputación o estatus, sólo miento y engaño muy a mi pesar. Recuerdo cuando estaba predicando el evangelio y vi que mis hermanos y hermanas realmente se entregaban a su evangelismo, y que estaban ganando mucha gente para Dios, pero mis resultados nunca fueron muy buenos. Me sentía avergonzada y me preocupaba que otras personas me menospreciaran por eso. Durante esos pocos días acababa de dar testimonio a una nueva miembro sobre la obra de Dios en los últimos días, y ella trajo a dos amigos más a su casa para que yo pudiera hablar con ellos también. Pero debido a que otras cosas surgieron ese día, nunca lo hice. Por la tarde, una hermana me preguntó a cuántas personas había convertido y, sin pensarlo, le dije: “A tres personas”. Después de que ella se fue, empecé a reprocharme a mí misma: Claramente he convertido a una sola persona, así que ¿por qué dije tres? ¿No lo hice sólo por mi propia vanidad, por mi propia imagen? Antes, cuando no me enfocaba en ser una persona honesta, decía muchas mentiras sin ser consciente de ellas, pero cuando empecé a concentrarme en ello descubrí que mentía bastante y que estas mentiras sencillamente salían de mi boca. Parecía que me estaba matando con estas mentiras. Me sometí a mucho refinamiento al respecto, y me preocupaba que yo fuese muy difícil de tratar. Me pregunté: ¿Te matará decir la verdad? ¿Por qué sencillamente no te acuerdas de las cosas? Me sentí descorazonada porque nunca había sido capaz de entrar realmente en la verdad de ser una persona honesta. Sentí que era un completo fracaso como ser humano e incluso creí que Dios ya no quería verme más, a esta persona engañosa. Era tan difícil para mí decir la verdad, y tenía tantos caracteres corruptos, ¿cómo podría cambiar? Resultó ser que mi esencia era como la del diablo y que no podía ser salvada por Dios. Tarde o temprano, Él se deshará de mí. Al tener estos pensamientos, perdí toda confianza en mí misma y comencé a darme por vencida.
Justo cuando me estaba hundiendo en la negatividad y la complacencia, cierta letra de un himno de la palabra de Dios resonó en mi corazón: “Debemos tener una resolución: No importa cuán intenso sea un entorno o cuáles las dificultades que estemos enfrentando, no importa lo débil y negativo que seamos, no podemos perder nuestra confianza en cambiar nuestro carácter, ni podemos perder la confianza en las palabras de Dios. Dios ha hecho a la humanidad una promesa, y Él requiere que los hombres posean resolución, y que tengan la perseverancia para recibir. A Dios no le gustan los cobardes, a Dios le gustan las personas que tienen resolución. Incluso si habéis exhibido mucha corrupción, incluso si habéis caminado por muchos caminos tortuosos, o habéis cometido muchas transgresiones a lo largo del camino; si os habéis resistido a Dios, o si algunos de vosotros habéis blasfemado contra Dios en su corazón; o si habéis murmurado, o habéis tenido conflictos, Dios no mirará nada de esto. Dios sólo busca ver si cambiaréis. Así como una madre comprende a su propio hijo, Dios entiende a cada persona. Él comprende todas las dificultades, debilidades y exigencias que tiene la gente. Aún más, Él entiende las dificultades, debilidades y fracasos que uno encontrará a lo largo del proceso de transformación en el carácter personal. Dios entiende esto de lo mejor, y por eso dije que Dios busca el corazón y examina la mente. Independientemente de vuestras debilidades, siempre y cuando no abandonéis el nombre de Dios, no dejéis a Dios y no abandonéis Su camino, entonces siempre tendréis la oportunidad de transformar vuestro carácter. Si tenemos la oportunidad de cambiar nuestro carácter, entonces tenemos esperanza de continuar. Si tenemos esperanza de continuar, entonces tenemos esperanza de ser salvados por Dios” (‘A Dios le gusta la gente que tiene resolución’ en “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). Estas palabras de Dios realmente me conmovieron; en ellas, vi las esperanzas de Dios y comprendí que un cambio de carácter no es algo sencillo. Convertirse en una persona honesta no es algo que suceda de la noche a la mañana, sino que requiere que yo persiga incesantemente la verdad y que tenga una resolución inquebrantable. Al mismo tiempo también vi que, si sólo confiaba en mi propia voluntad para controlarme y reprimirme para no decir mentiras, no sería capaz de cumplir con el estándar de una persona honesta. Tuve que seguir reconociendo mi naturaleza satánica en las palabras de Dios, y en todas las cosas tuve que centrarme en examinar mis propias intenciones, muy especialmente a la hora de hablar o actuar por reputación o estatus. Entonces, podría gradualmente practicar esto y, con esta práctica persistente, podría lograr el cambio. Gracias a la iluminación y liderazgo de Dios tengo un camino para poner eso en práctica, y tengo la confianza y la resolución de continuar intentando ser una persona honesta.
Al poco tiempo, para cambiarme y purificarme, Dios creó una vez más un entorno para ponerme a prueba, para perfeccionarme. La líder de nuestra iglesia era mi mejor amiga y teníamos una relación muy estrecha. Hubo un tiempo en el que ella me brindó una increíble ayuda en mi vida, pero en ese momento su propia situación era muy difícil, y terminó haciendo un lío de la obra en la iglesia. Los hermanos y hermanas se reunieron con ella para compartir en relación con esto muchas veces, pero no hubo ningún cambio. Después de enterarme de esto, quise ir a buscarla para comunicar, pero luego, impulsada por mi naturaleza, tuve miedo de ofenderla y me puse excusas a mí misma: actualmente no estamos realizando nuestros deberes juntas, así que no tengo por qué darle vueltas en mi mente a esto. Si ella realmente no es apta para actuar como líder de la iglesia, nuestros hermanos y hermanas ayudarán a exponer eso. Cuando tuve ese pensamiento, las palabras de juicio de Dios vinieron inmediatamente sobre mí: “Muchas veces he aconsejado a los hermanos y hermanas que están conmigo que deberían creer en Dios de todo corazón y no proteger su propio interés, que deberían ser considerados con Su voluntad” (‘La senda… (5)’ en “La Palabra manifestada en carne”). “Ten un entendimiento claro de todo lo que Dios hace, ve las cosas según Su palabra y posicionado en el lado de Dios. De esta forma, tus puntos de vista serán correctos. Por tanto, construir una buena relación con Dios es una prioridad máxima para cualquiera que crea en Él; todos deberían tratarlo como la tarea más importante y como su principal acontecimiento vital. Todo lo que haces debería sopesarse, tomando por referencia si tienes o no una relación normal con Dios. Si tu relación con Dios es normal, y tus propósitos son correctos, entonces hazlo. Con el fin de mantener una relación normal con Dios no puedes temer a perder en tus intereses personales, no puedes permitir que Satanás prevalezca, que te tenga agarrado ni que te convierta en un hazmerreír” (‘Cómo está tu relación con Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”). El juicio en las palabras de Dios me hizo reconocer que, si continuaba protegiendo los beneficios de la carne, sería una cómplice de Satanás, y entonces decepcionaría y disgustaría completamente a Dios. Dios había pagado por mí un precio incalculable y, en el momento crítico, yo siempre le causaba dolor en favor de la carne. ¿Era yo un ser humano? ¿Por qué no podía darle importancia a Su voluntad? Dios me había dado una gracia infinita e incontables bendiciones, así que ¿por qué no podía yo recompensárselo? Mantener la obra de la iglesia es una de las cosas más básicas de mi trabajo como persona que cree en Dios, y establecer una relación apropiada con Él es lo más importante para mí como creyente. Yo tenía que satisfacer Su voluntad; ya no podía seguir viviendo por mi propia reputación y estatus, y herir Su corazón. Así que decidí ir e involucrarme en la comunicación con ella y, gracias a esa comunicación con ella, supe que esta estaba en una situación terrible, y que no tenía en absoluto un corazón de búsqueda de la verdad. Sabía que, en principio, ella debía ser reemplazada y que yo debía notificar a la iglesia de su situación, pero tan pronto como pensé en cuánto me había ayudado, dudé y no estaba dispuesta a ofenderla. Esto fue realmente agonizante para mí. Si yo no planteaba su situación, no sería capaz de enfrentarme cara a cara a Dios. Si lo hacía, mi corazón no podría soportarlo. Llevé esto a Dios y oré muchas veces, y Él me iluminó y me hizo saber que debía entregar mi corazón a Dios, y no engañar a los que estaban por encima de mí ni ilusionar a los que estaban por debajo. Con la dirección de Dios, finalmente entendí que no podía ignorar el trabajo de la iglesia por el bien de mantener mis relaciones con los demás y que, de hecho, denunciar su problema a la iglesia sería útil para ella, y beneficioso para su propia autorreflexión. Al igual que antes, de yo no haber sido reemplazada y escudriñada por aquella hermana, probablemente nunca me hubiese conocido a mí misma, y no hubiese sido capaz de entrar en mi vida. Así que reuní coraje y escribí la situación tal y como yo la entendía para entregársela a mi superior en la iglesia. Ella fue rápidamente relevada de su posición. Una vez que lo había hecho, me sentí muy contenta por haber actuado como una persona honesta en aquel momento. Mi corazón se abrió de repente y experimenté el gozo de poner la verdad en práctica y satisfacer el corazón de Dios. A partir de entonces, mi confianza en la práctica de ser una persona honesta creció. En el pasado, siempre temía que, si mis hermanos y hermanas supieran cosas negativas de mi vida, me menospreciarían. Yo siempre estaba ocultando cosas, pero para entonces no sentía que hubiera necesidad de ocultar estas cosas, así que en la reunión les dije francamente a mis hermanos y hermanas por qué fui reemplazada, cuántas cosas terribles había hecho contrarias a la verdad y por qué había engañado a Dios así como a mis hermanos y hermanas. Cuando decía todo esto, estaba temblando y me ardía la cara, pero lo que no me imaginé fue que después de que me escucharan mis hermanos y hermanas, no había ni una sola persona que me rechazara o menospreciara. Una hermana me dijo: “En el pasado no quise tener mucho que ver contigo porque sentía que no podría acercarme a ti. La sensación que tenía de ti era que nunca habías experimentado ninguna corrupción, así que guardaba una distancia respetuosa y no me mostraba dispuesta a interactuar contigo. Al reemplazar a esta hermana, pensé que debido a que tienes una buena relación con ella, no defenderías la verdad, sino que sin duda estarías de su lado y la defenderías a ella. No me imaginé que la expusieras y que hablarías de ella. La obra de Dios verdaderamente puede cambiar a la gente, y gracias a ti puedo ver que ¡Dios es verdaderamente el Salvador de la humanidad!”. Me sentí avergonzada y emocionada por las palabras de mi hermana. En el pasado, siempre había pensado que no revelaba mi lado oscuro a mis hermanos y hermanas y que podía mantener mi imagen positiva. Pero, de hecho, con la dirección de Dios, hacía mucho tiempo que ellos habían sido capaces de distinguir el bien del mal, y cuanto más yo presentara falsos pretextos, más les disgustaba y más se sentían asqueados por ello. Cuanto más me abriera, no sólo sería capaz de ganar esclarecimiento e iluminación de Dios, sino que también podría verdaderamente acercarme cada vez más a mis hermanos y hermanas. Realmente he experimentado que sólo una persona honesta es un verdadero ser humano, y una persona que gusta a Dios y a los seres humanos. Mi corazón sintió una liberación como nunca antes. Como yo estaba dispuesta a poner en práctica el ser una persona honesta, cuando surgía algún trabajo importante para la iglesia, el líder de la iglesia ordenaba que fuese yo quien me encargara del mismo. A través de este tipo de trabajo, no sólo hice algunas cosas que fueron beneficiosas para la iglesia y los hermanos y hermanas, sino que gracias a eso también entendí algo de verdad y aprendí algunas lecciones. Me sentía tranquila y lo disfrutaba; me sentía muy libre, y sentía que vivir de esa manera era muy significativo.
Sin embargo, en mi vida práctica no sólo interactuaba con mis hermanos y hermanas. Todavía tenía que hacer frente a mi familia, parientes y amigos que no creían en Dios y, de nuevo, esto presentó dificultades para mí. Yo no sabía ser una persona honesta entre ellos; en particular, tan pronto como pensaba en cuando apenas comenzaba a aceptar la obra de Dios Todopoderoso, ninguno de mis compañeros de clase, familiares o amigos podía entenderme. Me evitaban, y yo también los evitaba porque temía que se burlaran de mí. Cuando me encontraba con ellos, no les hablaba desde el corazón, sino que encontraba alguna excusa o les decía una mentira para lidiar con ellos. Me mantuve alejada de ellos y creí que una persona honesta no podía llevarse bien con quienes no creían en Dios. Incluso creí que, si no mentía, no sería capaz de seguir funcionando en este mundo. Luego, vi estas palabras de Dios: “Vivir en este mundo, bajo la influencia de la corrupción de Satanás, imposibilita que las personas sean honestas, ¿pero, podemos existir en esta sociedad y en este mundo una vez que nos hemos vuelto honestos? ¿Pueden ellos segregarnos? No. Viviremos como antes, porque no nos fiamos de la astucia para comer alimentos o respirar el aire, sino en la respiración y en la vida que Dios da para vivir; sólo es que hoy, los principios, la orientación y las metas de nuestra existencia, así como la base de nuestra vida deben, todos ellos, cambiar. Es que estamos modificando nuestro método y nuestra forma de vivir para satisfacer a Dios y buscar la salvación, y esto no guarda relación alguna con la comida, la ropa y la habitación de la carne. Esta es nuestra necesidad espiritual. ¿No es así?” (‘Para ser honesto, uno debe exponerse a los demás’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Las palabras de Dios una vez más solidificaron mi confianza en mi búsqueda de ser una persona honesta, y me libraron de mis preocupaciones. No importa cómo vean ellos mi creencia en Dios, estoy dispuesta a hacerles frente con un corazón generoso, a hacer todo lo que pueda para poner en práctica el ser una persona honesta de acuerdo con las exigencias de Dios, a no vivir más en falsedades como en el pasado. Después de ese momento, ya no los evito, sino que interactúo con ellos normalmente. Cuando veo que están experimentando dificultades, los ayudo tanto como pueda. Cuando interactuaba con ellos en el pasado, siempre observaba detenidamente sus reacciones, temiendo ofender a alguien con algo que yo dijera y lastimar mis propios intereses o afectar su imagen sobre mí. Ahora, pongo esto en práctica según los requisitos de Dios y ya no espero obtener ningún beneficio de ellos. En cambio, interactúo con ellos por amor y de acuerdo con la verdad. Independientemente de las cosas extremas que digan o de las líneas que crucen, me atrevo a criticarlos, a utilizar la verdad para responder a sus opiniones erróneas. Tras un período de tiempo, descubrí que aquellos parientes y amigos que se mantenían alejados porque yo creía en Dios estaban dispuestos a interactuar conmigo, y todos ellos creían que yo estaba en una esfera más alta que ellos. Cuando tenían dificultades, estaban felices de hablar conmigo, y yo también podía predicarles el evangelio de Dios de los últimos días. A través de mi experiencia, comprendí profundamente que las palabras de Dios Todopoderoso son realmente la verdad, el camino y la vida. La obra de purificación y transformación de la gente que Él está haciendo en los últimos días es práctica y real y, aunque desde el exterior no parece sacudir la tierra, nos ha hecho realmente conscientes de cómo vivir, cómo ser seres humanos, y ha terminado por cambiarnos, haciendo que nos libremos gradualmente del carácter corrupto de Satanás y vivamos como seres humanos, que vivamos libremente, felices y tranquilos. En el pasado, nunca pude conectar la obra de Dios de salvación de la humanidad con mi propia vida práctica. Pero ahora, a través de mi experiencia, puedo sentir profundamente que la obra de Dios de juicio y purificación en los últimos días es lo que todos los humanos corruptos requieren. Sólo si las personas se someten a este tipo de obra y aceptan la salvación de Dios pueden vivir como seres humanos y tener una vida feliz y prometedora.
Doy gracias al juicio y al castigo de Dios, que me permiten finalmente liberarme de las ataduras de las fuerzas de las tinieblas, de modo que ya no me escondo debido a las restricciones de la reputación y el estatus, y pude caminar sobre tierra firme en la casa de Dios y cumplir mi deber como creación. Al haber recorrido este sendero, he experimentado profundamente que la obra de Dios de juicio y castigo en los últimos días es realmente para salvar a la humanidad. Aunque he experimentado algo de sufrimiento en medio de Su juicio y castigo, en mi corazón me siento muy feliz, y siento que soy capaz de aceptar Su juicio y castigo y vivir la vida de un ser humano. Esta es mi buena fortuna, y también es mi mayor consuelo. A pesar de que todavía estoy muy lejos de cumplir con los requisitos de Dios de una persona honesta, ¡continuaré trabajando duro para ser una persona verdaderamente honesta que proporcione alegría a Dios!
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