
12 de mayo de 2017 soleado
Hoy hace un buen día. Fuera de la ventana, la suave brisa soplaba suavemente. En el patio, las hojas de los árboles bailaban alegremente en la brisa para expresar su felicidad…
Mirando las hojas danzantes, sin embargo, yo todavía estaba descontenta. Por un período de tiempo, a menudo me sentí vacía e inquieta por razones desconocidas. En casa, cuando lo que mi esposo y mi hijo dijeron no era de mi agrado, no pude evitar de enojar con ellos; cuando mi esposo se vuelve ociosa e inactiva, incluso lo odié y desprecié desde mi corazón. Pero pensé en “Airaos, y no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo; Ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:26-27). Así que traté de ser tolerante y paciente con ellos. Sin embargo, sin importar cuánto lo intenté, me encontré siempre incapaz de vencer los pecados, viviendo en el constante estado de cometerlos de día y confesarlos por la noche. A veces, incluso me sentí demasiado avergonzada de encontrarme con el Señor.