viernes, 26 de octubre de 2018

La palabra de Dios | Obra y entrada (9)

Desde hace mucho tiempo, las tradiciones étnicas y las perspectivas mentales arraigadas han ensombrecido el espíritu puro e infantil del hombre, han atacado su alma sin la más mínima humanidad como si fuera imparcial e incorruptible. Los métodos de estos demonios son extremadamente crueles, y es como si la “educación” y la “crianza” se hubieran convertido en las técnicas tradicionales mediante las cuales el rey de los diablos mata al hombre. Hace uso de su “profunda enseñanza”, y cubre por completo su fea alma, se viste con piel de oveja para lograr la confianza del hombre y, después, aprovechar cuando este duerme para devorarlo por completo. Pobre humanidad, ¿cómo podría saber que la tierra sobre la que fue criada es la tierra del diablo, que aquel que los crio es, en realidad, un enemigo que los hiere? Con todo, el hombre no despierta en absoluto. Una vez saciada su hambre y su sed, se prepara para devolver la “amabilidad” de sus padres al criarlo. Así es el hombre. Hoy, todavía no sabe que el “rey” que lo crio es su enemigo. La tierra está plagada de los huesos de los muertos, el diablo se alegra exageradamente sin cesar, y sigue devorando la carne del hombre en el “inframundo”, comparte una tumba con esqueletos humanos, e intenta en vano consumir a los últimos remanentes del cuerpo destrozado del hombre. Pero este sigue siempre ignorante, y nunca ha tratado al diablo como su enemigo, sino que le sirve con todo su corazón. Una nación tan depravada es, simplemente, incapaz de conocer a Dios. ¿Le resulta fácil a Dios hacerse carne y venir en medio de ellos, y realizar toda Su obra de salvación? ¿Cómo podría el hombre, que ya se ha hundido en el Hades, ser capaz de satisfacer los requisitos de Dios? Muchas son las noches insomnes que Dios ha soportado por el bien de la obra de la humanidad. Desde lo más alto hasta las más bajas profundidades, Él ha descendido al infierno viviente en el que el hombre mora para pasar Sus días con él, nunca se ha quejado de la mezquindad que hay entre los hombres, nunca le ha reprochado a este su desobediencia, sino que ha soportado la mayor humillación mientras lleva personalmente a cabo Su obra. ¿Cómo podría Dios pertenecer al infierno? ¿Cómo podría pasar Su vida allí? Sin embargo, por el bien de toda la humanidad, y para que toda ella pueda hallar descanso pronto, Él ha soportado la humillación, y sufrido la injusticia para venir a la tierra, y entró personalmente en el “infierno” y el “Hades”, en el foso del tigre, para salvar al hombre. ¿De qué forma está el hombre cualificado para oponerse a Dios? ¿Qué razón tiene para, una vez más, quejarse de Dios? ¿Cómo puede tener el descaro de volver a mirar a Dios? El Dios del cielo ha venido a esta, la más sucia de las tierras de vicio, y nunca ha desahogado Sus agravios ni se ha quejado del hombre, sino que acepta en silencio los estragos[1] y la opresión del hombre. Nunca ha devuelto el golpe ante las exigencias poco razonables del hombre, nunca le ha hecho requerimientos excesivos ni irrazonables. Simplemente realiza toda la obra que requiere el hombre sin queja alguna: enseñar, iluminar, reprochar, el refinamiento de las palabras, recordar, exhortar, consolar, juzgar y revelar. ¿Cuál de Sus pasos no ha sido para la vida del hombre? Aunque ha eliminado las perspectivas y la suerte del hombre, ¿cuál de los pasos que Dios ha llevado a cabo no ha sido para su destino? ¿Cuál de ellos no ha sido por el bien de la supervivencia humana? ¿Cuál de ellos no ha sido para liberarlo del sufrimiento y la opresión de las fuerzas oscuras tan negras como la noche? ¿Cuál de ellos no es por el bien del hombre? ¿Quién puede entender el corazón de Dios, que es como el de una madre amorosa? ¿Quién puede entender el ansioso corazón de Dios? El apasionado corazón de Dios y Sus ardientes expectativas han recibido a cambio fríos corazones, miradas insensibles e indiferentes, con las reprimendas y los insultos repetidos del hombre, cortantes observaciones, sarcasmo y menosprecio; con el ridículo del hombre, con su pisoteo y su rechazo, con su malentendido, sus gemidos, su distanciamiento y su evitación; con nada más que engaños, ataques y amargura. Las palabras cálidas han sido enfrentadas con un ceño feroz y el frío desafío de mil dedos recriminatorios. Dios no puede sino soportar, con la cabeza inclinada, servir a las personas como un buey dispuesto[2]. Cuántos soles y lunas, cuántas veces ha mirado a las estrellas, se ha marchado al alba, ha regresado al anochecer, dando vueltas en la cama, ha soportado agonía mil veces mayores que el dolor de Su partida del lado de Su Padre, sufrido los ataques, la ruptura, la trata y la poda del hombre. La humildad y el ocultamiento de Dios se han visto correspondidos por el prejuicio[3] del hombre, con los criterios y el trato injustos del hombre y Su anonimato, Su paciencia y Su tolerancia han recibido a cambio la avariciosa mirada del hombre; este intenta golpear a Dios hasta la muerte, sin remordimiento, y pisotearlo en el suelo. La actitud del hombre en su trato hacia Dios es de “rara inteligencia”, y Dios, a quien el hombre intimida y desdeña, está aplastado bajo los pies de decenas de millares de personas; mientras tanto, el hombre mismo se levanta hasta lo más alto, como si quisiera ser el rey del castillo, tomar el poder absoluto,[4] recibir audiencia detrás de una pantalla, para dejar a Dios como el aplicado y cumplidor director entre bastidores, al que no se le permite defenderse ni causar problema; Dios interpreta el papel del “Último Emperador”, tiene que ser una marioneta,[5] desprovisto de toda libertad. Los hechos del hombre son impensables, ¿cómo, pues, está cualificado para exigirle a Dios tales o cuales cosas? ¿De qué manera está cualificado para proponerle sugerencias a Dios? ¿Cómo está cualificado para exigir que Dios se compadezca de sus debilidades? ¿De qué forma es apto para recibir la misericordia de Dios, Su magnanimidad y Su perdón, una y otra vez? ¿Dónde está su conciencia? Hace mucho que le rompió el corazón a Dios, que se lo dejó hecho pedazos. Dios vino en medio del hombre, rebosante de alegría y entusiasmo, y esperaba que el hombre fuera caritativo con Él, aunque sólo fuera con un poco de calidez. A pesar de ello, el corazón de Dios tarda en ser consolado por el hombre; lo único que ha recibido son un bombardeo[6] de ataques y tormento; el corazón del hombre es demasiado codicioso, su deseo demasiado grande; nunca puede ser saciado, siempre es tramposo e imprudente; nunca le permite a Dios libertad alguna ni derecho a la palabra, ni le deja a Dios más opción que someterse a la humillación, y permitir que el hombre lo manipule como quiera.


Desde la creación hasta ahora, Dios ha soportado demasiado de mucho dolor, y sufrido demasiado de muchos ataques. Con todo, incluso hoy, el hombre sigue sin relajarle sus exigencias a Dios, sigue estudiándolo, sigue sin tener tolerancia hacia Él y no hace nada más que darle consejo, criticarlo y disciplinarlo, como si estuviera profundamente temeroso de que Dios tomara el camino equivocado, de que Dios en la tierra sea bruto y poco razonable, desenfrenado o que no sirva para nada. El hombre siempre tiene este tipo de actitud hacia Dios. ¿Cómo no iba a entristecerle? Al hacerse carne, Dios ha soportado un dolor y una humillación tremendos; ¿cuánto peor, pues, hacer que Él acepte las enseñanzas del hombre? Su llegada en medio del hombre lo ha despojado de toda libertad, como si estuviera encarcelado en el Hades, y ha aceptado la disección del hombre sin la más ligera resistencia. ¿No es esto vergonzoso? Al venir entre la familia de un hombre normal, Jesús ha sufrido la mayor injusticia. Más humillante aún es que se haya presentado en este polvoriento mundo, se haya humillado a sí mismo hasta las más bajas profundidades, y haya adoptado una carne de suprema cotidianeidad. Al convertirse en un insignificante ser humano, ¿no sufre el Dios Altísimo dificultades? ¿Y no es todo esto por la humanidad? ¿Ha habido veces en el que Él pensara en sí mismo? Después de ser rechazado y ejecutado por los judíos, ridiculizado y burlado por el pueblo, nunca se quejó a los cielos ni le protestó a la tierra. Hoy, esta tragedia de miles de años ha reaparecido entre estas personas que son como los judíos. ¿Acaso no cometen los mismos pecados? ¿Qué cualifica al hombre para recibir las promesas de Dios? ¿No se opone a Dios, y después acepta Sus bendiciones? ¿Por qué el hombre no se enfrenta nunca a la justicia ni busca la verdad? ¿Por qué no le interesa nunca lo que Dios hace? ¿Dónde está su justicia? ¿Dónde está su equidad? ¿Tiene las agallas de representar a Dios? ¿Dónde está su sentido de la justicia? ¿Cuánto de lo que el hombre ama también lo ama Dios? El hombre no puede distinguir la tiza del queso,[7] siempre confunde lo negro con lo blanco, suprime la justicia y la verdad, y mantiene en alto lo inequitativo y lo injusto. Aleja la luz y retoza en medio de la oscuridad. Los que buscan la verdad y la justicia, en cambio ahuyentan la luz, los que buscan a Dios lo pisotean bajo sus pies, y se elevan a sí mismos al cielo. El hombre no es distinto a un bandido.[8] ¿Dónde está su razón? ¿Quién puede distinguir lo correcto de lo incorrecto? ¿Quién puede defender la justicia? ¿Quién está dispuesto a sufrir por la verdad? ¡Las personas son crueles y diabólicas! Han clavado a Dios en la cruz, aplauden y vitorean; sus gritos salvajes no cesan. Son como pollos y perros, se confabulan y se hacen cómplices. Han establecido su propio reino; su intromisión no ha dejado lugar sin perturbar. Cierran los ojos y aúllan como locos, sin cesar, encerrados juntos. Una atmósfera apretada lo impregna todo; es bulliciosa y vivaz, y quienes se suman ciegamente a otros siguen emergiendo, sosteniendo todos ellos los “ilustres” nombres de sus antepasados. Hace mucho que estos perros y pollos relegaron a Dios al fondo de su mente, y nunca prestaron atención al estado del corazón de Dios. No es de sorprender que Dios diga que el hombre es como un perro o un pollo, un perro que ladra, y que hace que otro centenar de ellos aúllen. De esta forma, con mucho alboroto, ha traído la obra de Dios hasta el día de hoy, haciendo caso omiso a cómo sea la obra de Dios, si hay justicia, si Él tiene un lugar donde poner Su pie, de cómo es el mañana, de su propia soledad y de su propia inmundicia. El hombre no ha pensado nunca tanto en las cosas, no se ha preocupado jamás del mañana, y ha reunido todo lo que es beneficioso y precioso entre sus brazos, sin dejarle nada a Dios, excepto migajas y sobras.[9] ¡Qué cruel es la humanidad! No guarda ningún sentimiento para Dios, y después de devorar secretamente todo lo que es de Él, lo tira bien lejos detrás de sí, sin prestarle más atención a Su existencia. Disfruta de Dios, aunque se opone a Él, y lo pisotea bajo sus pies, aunque con la boca le da gracias y lo alaba. Ora a Dios y depende de Él, aunque también lo engaña. “Exalta” el nombre de Dios y mira Su rostro, aunque también se sienta en Su trono con descaro y desvergüenza, y juzga la “injusticia” de Dios. De su boca proceden las palabras de que está en deuda con Dios, y mira Sus palabras, aunque en su corazón le lanza improperios a Dios; es “tolerante” hacia Dios aunque lo oprime, y su boca dice que es por amor a Dios. En sus manos sostiene las cosas de Dios, y en su boca mastica la comida que Él le ha dado. Sin embargo, sus ojos fijan una mirada fría y sin emoción en Dios, como si deseara tragárselo por completo. Ve la verdad, pero insiste en decir que es el engaño de Satanás. Mira la justicia, pero la obliga a convertirse en autonegación; considera los hechos del hombre, pero insiste en que son lo que Dios es; contempla los dones naturales del hombre, pero insiste en que son la verdad; observa los hechos de Dios, pero insiste en que son arrogancia y presunción, bravatas y santurronería. Cuando el hombre observa a Dios, insiste en etiquetarlo de humano, e intenta a toda costa colocarlo en el asiento de un ser creado que está confabulado con Satanás. Sabe perfectamente que son declaraciones de Dios, pero dirá que no son más que los escritos de un hombre. Sabe muy bien que el Espíritu se hace realidad en la carne, que Dios se hace carne, pero él afirma que esa carne es descendiente[10] de Satanás. Sabe bien que Dios es humilde, y está escondido, pero él sólo declara que Satanás ha sido avergonzado, y Dios ha ganado. ¡Qué inútiles! ¡El hombre ni siquiera es digno de servir como perro guardián! No distingue entre lo negro y lo blanco, e incluso tergiversa deliberadamente lo negro, y lo hace blanco. ¿Pueden las fuerzas del hombre y sus asedios tolerar el día de la emancipación de Dios? Después de oponerse deliberadamente a Dios, al hombre no podría importarle menos, o incluso llega tan lejos como hasta entregarlo a la muerte, sin darle la más mínima oportunidad de mostrarse a sí mismo. ¿Dónde está la justicia? ¿Dónde está el amor? Él se sienta junto a Dios, y lo obliga a ponerse de rodillas para pedir perdón, obedecer todas sus disposiciones, asentir a todas sus maniobras, y hace que Dios siga sus señales en todo lo que hace o si no se pone furioso[11] y monta en cólera. ¿Cómo no iba a sentirse Dios apesadumbrado bajo semejante influencia de oscuridad que tergiversa lo negro con blanco? ¿Cómo no iba a preocuparse? ¿Por qué se dice que cuando Dios inició Su última obra fue como el amanecer de una nueva época? Los hechos del hombre son tan “ricos”, los “ríos de agua viva que fluyen eternamente” “reabastecen” sin cesar el campo del corazón humano, mientras que el “río de agua viva” del hombre compite contra Él sin escrúpulo.[12] Ambos son irreconciliables, y este provee a las personas en lugar de Dios, sin reserva alguna, mientras que el hombre colabora con ello sin consideración alguna de los peligros implicados. ¿Y con qué resultados? Con frialdad echa a Dios a un lado y lo coloca lejos, donde las personas no lo tengan en cuenta, profundamente temeroso de que pueda llamar su atención y con gran miedo a que el río de agua viva de Dios incite y gane al hombre. Así, tras experimentar muchos años de preocupaciones mundanas, se confabula e intriga en contra de Dios, y hasta lo convierte en el blanco de su reprobación. Es como si Dios se hubiera convertido en una viga en su ojo; está desesperado por agarrarlo, y colocarlo en el fuego para que sea refinado y purificado. Viendo la incomodidad de Dios, el hombre se golpea el pecho y se ríe, baila de gozo y dice que Él ha sido sumido también en el refinamiento, y que quemará las impurezas de Dios hasta limp

iarle la suciedad, como si sólo esto fuera racional y sensato, como si sólo estos fueran los métodos justos y razonables del cielo. Esta violenta conducta del hombre parece deliberada e inconsciente a la vez. El hombre revela su fea cara y su odiosa e inmunda alma, así como la apariencia lastimosa de un mendigo. Después de desmandarse a lo largo y ancho, adopta un aspecto patético, y suplica el perdón del cielo como un perrito faldero sumamente lastimoso. El hombre siempre actúa de maneras inesperadas, siempre “cabalga sobre un tigre para asustar a los demás”,[a] se une a la diversión cada vez que puede, no tiene la menor consideración por el corazón de Dios ni establece comparación alguna con su propio estatus. Sencillamente se opone a Dios en silencio, como si Él lo hubiera ofendido, y no debiera tratarlo así; como si el cielo no tuviera ojos y le pusiera las cosas difíciles a propósito. Así, el hombre siempre lleva a cabo sus crueles complots en secreto, y no relaja en lo más mínimo sus exigencias a Dios, mirando con ojos depredadores, fijamente enfurecido por cada movimiento de Dios, sin nunca pensar que es Su enemigo, y en la espera de que llegue el día en que Dios disipe la niebla, aclare las cosas, lo salve de las “fauces del tigre” y se vengue en su nombre. Incluso hoy, las personas siguen sin pensar que están jugando el papel de oposición a Dios que tantos han venido interpretando a lo largo de los siglos. Cómo podían saber que, en todo lo que hacen, llevan mucho tiempo ya extraviados; que los mares se han tragado, hace mucho, todo lo que entendían.

¿Quién ha aceptado alguna vez la verdad? ¿Quién ha acogido a Dios con los brazos abiertos? ¿Quién ha deseado con alegría la aparición de Dios? La conducta del hombre ha decaído desde hace tiempo, y hace mucho que su contaminación ha dejado el templo de Dios irreconocible. Mientras tanto, el hombre sigue con su propia obra, siempre mirando a Dios con menosprecio. Es como si su oposición a Él fuera inamovible e inmutable. Como resultado, preferiría que lo maldijera antes que sufrir ningún “maltrato” de sus palabras y sus actos. ¿Cómo podría este tipo de persona conocer a Dios? ¿Cómo podría encontrar reposo con Él? ¿Y cómo podrían ser aptos de presentarse delante de Él? Sin duda no hay nada malo en dedicarse al plan de gestión de Dios, ¿pero por qué ponen siempre las personas la obra de Dios y la totalidad de Dios en el fondo de su mente, mientras dedican con generosidad su propia sangre y sus lágrimas? El espíritu de devoción abnegada del hombre es, indudablemente, precioso, ¿pero cómo podría saber si la “seda” que tejen es totalmente incapaz de representar lo que Dios es? Las buenas intenciones de las personas son, sin duda, preciosas y excepcionales, pero ¿cómo pueden tragar el “tesoro inapreciable”?[13] Cada uno de entre vosotros debe pensar en su pasado: ¿por qué nunca habéis estado separados del castigo y la maldición despiadados? ¿Por qué las personas siempre están en tales “términos íntimos” con majestuosas palabras y justos juicios? ¿Los está probando Dios realmente? ¿Los está refinando Dios de forma deliberada? ¿Y cómo entran las personas en medio del refinamiento? ¿Conocen de verdad la obra de Dios? ¿Qué lecciones han aprendido las personas de la obra de Dios y de su propia entrada? Ojalá que no olviden la exhortación de Dios, que tengan un profundo conocimiento de Su obra, que crean firmemente en ella y que administren de la forma adecuada su propia entrada.

De "La Palabra manifestada en carne"

Notas al pie:

1. “Estragos” se usa para exponer la desobediencia de la humanidad.

2. “Las palabras cálidas han sido enfrentadas con un ceño feroz y el frío desafío de mil dedos recriminatorios. Dios no puede sino soportar, con la cabeza inclinada, servir a las personas como un buey dispuesto” era, originalmente, una sola frase, pero aquí se divide en dos con el fin de dejar las cosas más claras. La primera frase se refiere a las acciones del hombre, mientras que la segunda indica el sufrimiento experimentado por Dios, y que Él es humilde y está escondido.


3. “Prejuicio” se refiere a la conducta desobediente de las personas.

4. “Tomar el poder absoluto” alude a la conducta desobediente de las personas. Se exaltan a sí mismas, engrilletan a otras, hacen que las sigan y sufren por ellas. Son fuerzas hostiles a Dios.

5. “Marioneta” se usa para ridiculizar a aquellos que no conocen a Dios.

6. “Un bombardeo” se usa para subrayar la baja conducta de las personas.

7. “No puede distinguir la tiza del queso” indica cuando las personas tergiversan la voluntad de Dios y la convierten en algo satánico, refiriéndose ampliamente a la conducta en la que las personas rechazan a Dios.

8. “Bandido” se usa para indicar que las personas son absurdas y carecen de conocimiento profundo.

9. “Migajas y sobras” se usa para indicar la conducta en la que las personas oprimen a Dios.

10. “Descendiente” se usa de forma burlona.

11. “Furioso” alude al feo rostro del hombre que se aíra y se exaspera.

12. “Sin escrúpulo” alude a cuando las personas son imprudentes, y no tienen la más mínima reverencia hacia Dios.

13. “Tesoro inapreciable” se refiere a Dios en su totalidad.

a. Este es un modismo chino.

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