sábado, 17 de noviembre de 2018

Los diez decretos administrativos que el pueblo escogido de Dios debe obedecer en la era del reino



La palabra de Dios Todopoderoso Los diez decretos administrativos que el pueblo escogido de Dios debe obedecer en la era del reino
1. El hombre no debería magnificarse ni exaltarse. Debería adorar y exaltar a Dios.
2. Deberías hacer todo lo beneficioso para la obra de Dios, y nada que vaya en detrimento de los intereses de la misma. Deberías defender el nombre, el testimonio y la obra de Dios.

3. El dinero, los objetos materiales y todas las propiedades en la casa de Dios son las ofrendas que los hombres deberían dar. Nadie puede disfrutar de estas ofrendas excepto el sacerdote y Dios, porque las ofrendas del hombre son para Su disfrute, y Él solo las comparte con el sacerdote; nadie está cualificado ni tiene derecho a disfrutar parte alguna de las mismas. Todas las ofrendas del hombre (incluido el dinero y las cosas que pueden disfrutarse materialmente) se entregan a Dios, no al ser humano. Por tanto, el hombre no debería disfrutar de estas cosas; si lo hiciera, estaría robando las ofrendas. Cualquiera que hace esto es un Judas, porque, además de ser un traidor, este también tomó de lo que había en la bolsa del dinero.
4. El hombre tiene un carácter corrupto y, además, posee emociones. Por tanto, está absolutamente prohibido que dos miembros del sexo opuesto trabajen juntos en el servicio a Dios. Cualquiera que sea descubierto haciendo eso será expulsado, sin excepción, y nadie está exento.
5. No harás juicio sobre Dios, ni debatirás informalmente asuntos relacionados con Él. Deberías hacer lo que el hombre debe hacer, y hablar lo que el hombre debe hablar, y no debes sobrepasar tus límites ni transgredir tus fronteras. Guarda tu lengua y ten cuidado de tus pasos. Todo esto evitará que hagas algo que ofenda el carácter de Dios.
6. Deberías hacer lo que el hombre debe hacer, y llevar a cabo tus obligaciones, y cumplir tus responsabilidades, y ceñirte a tu deber. Si crees en Dios, deberías contribuir en Su obra; si no lo haces, no eres apto para comer y beber las palabras de Dios, ni para vivir en Su casa.
7. En la obra y los asuntos de la iglesia, además de obedecer a Dios, deberías seguir en todas las cosas las instrucciones del hombre usado por el Espíritu Santo. Incluso la más mínima infracción es inaceptable. Debes cumplirlas de forma absoluta, y no analizar si son correctas o erróneas; lo que es correcto y erróneo no tiene nada que ver contigo. Solo debes preocuparte por la obediencia total.
8. Las personas que creen en Dios deberían obedecerle y adorarle. No deberías exaltar o admirar a ninguna persona; no deberías dar el primer lugar a Dios, el segundo a las personas que admiras, y el tercero a ti. Ninguna persona debería tener un lugar en tu corazón, y no deberías considerar a las personas —particularmente las que veneras— a la par con Dios, como Sus iguales. Esto es intolerable para Él.
9. Tus pensamientos deberían ser de la obra de la iglesia. Deberías dejar de lado las perspectivas de tu propia carne, ser enérgico en los asuntos familiares, consagrarte sin reservas a la obra de Dios, y ponerla en primer lugar, y tu propia vida en el segundo. Esta es la decencia de un santo.
10. Los familiares que no son de la fe (tus hijos, tu marido o esposa, tus hermanas o tus padres, etc.) no deberían verse obligados a ir a la iglesia. La casa de Dios no está corta de miembros, y no hay necesidad de maquillar sus cifras con personas que no tienen uso. No se debe llevar a la iglesia a todos aquellos que no creen alegremente. Este decreto va dirigido a todas las personas. Deberíais comprobar, controlar y recordaros unos a otros este asunto, y nadie puede violarlo. Incluso cuando los parientes que no son de la fe entran en la iglesia reticentemente, no se les deben dar libros ni un nuevo nombre; tales personas no son de la casa de Dios, y se debe detener su entrada a la iglesia por cualquier medio necesario. Si se traen problemas a la iglesia por la invasión de demonios, entonces tú mismo serás expulsado o se te pondrán restricciones. En resumen, todo el mundo tiene una responsabilidad en este asunto, pero tampoco deberías ser imprudente, o usarla para saldar cuentas personales.
De “La Palabra manifestada en carne”

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