Fue sólo después de que la verdad de Jesús hecho carne se materializara que el hombre se dio cuenta de esto: que no es sólo el Padre en el cielo, sino también el Hijo e incluso el Espíritu. Esta es la noción convencional que tiene el hombre, que hay un Dios así en el cielo: una Trinidad que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, todos en uno. Toda la humanidad tiene esta noción: Dios es un Dios, pero se compone de tres partes, lo que todos aquellos fuertemente afianzados en las nociones convencionales consideran como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sólo esas tres partes hechas una son la totalidad de Dios. Sin el Padre Santo, Dios no sería completo. De igual manera, tampoco lo sería sin el Hijo o el Espíritu Santo. En sus nociones creen que ni el Padre solo ni el Hijo solo pueden considerarse Dios. Sólo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo juntos pueden ser considerados Dios mismo. Ahora, todos los creyentes religiosos, incluidos todos y cada uno de los seguidores entre vosotros, mantienen esta creencia. Sin embargo, nadie puede explicar si es correcta, porque siempre estáis en una niebla de confusión sobre los asuntos de Dios mismo. Aunque se trata de nociones, no sabéis si son correctas o erróneas, porque estáis gravemente infectados de nociones religiosas. Habéis aceptado con demasiada firmeza estas nociones convencionales de la religión y este veneno se ha infiltrado a demasiada profundidad en vosotros. Por tanto, también en este asunto habéis sucumbido a esta influencia perniciosa, porque la Trinidad sencillamente no existe. Me refiero a la Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Son nociones convencionales del hombre y sus falaces creencias. A lo largo de muchos siglos, el hombre ha creído en esta Trinidad, evocada por las nociones en la mente del hombre, fabricada por el hombre y que nunca antes él ha visto. A lo largo de todos estos años, han existido muchos grandes espirituales que han explicado el “verdadero significado” de la Trinidad; sin embargo, las explicaciones de esta como tres personas consustanciales distintas han sido vagas y poco claras, y se han confundido todas con la “construcción” de Dios. Ningún gran hombre ha sido capaz de ofrecer una explicación profunda; la mayoría de las explicaciones cumplen con los requisitos en términos de razonamiento y por escrito, pero ningún hombre tiene un entendimiento claro de su significado. Esto se debe a que esta gran Trinidad que el hombre tiene en su corazón simplemente no existe. Porque nadie ha visto nunca el verdadero rostro de Dios ni ha sido lo suficientemente afortunado como para ascender a Su morada para una visita y comprobar qué elementos están presentes donde Él se encuentra, para determinar exactamente cuántas decenas o centenas de millones de generaciones están en la “casa de Dios” o para investigar simplemente cuántas partes componen la construcción inherente de Dios. Lo que debe examinarse principalmente es: la edad del Padre y del Hijo, así como la del Espíritu Santo; las respectivas apariencias de cada persona; exactamente cómo es que se dividen, y cómo es que se hacen uno. Por desgracia, en todos estos muchos años, ni un solo hombre ha sido capaz de determinar la verdad de estos asuntos. Se limitan todos a hacer conjeturas, porque ni un solo hombre ha ascendido alguna vez al cielo para hacer una visita y regresar con un “informe de investigación” para toda la humanidad, con el fin de informar sobre la verdad del asunto a todos los fervientes y devotos creyentes religiosos preocupados por la Trinidad. Por supuesto, no se puede culpar al hombre por formarse tales nociones, ya que ¿por qué no hizo Jehová el Padre que Jesús el Hijo lo acompañara cuando creó a la humanidad? Si en el principio todo se hubiera hecho en el nombre de Jehová, habría sido mejor. Si hay que culpar a alguien, que sea al error momentáneo de Jehová Dios, que no hizo comparecer al Hijo y al Espíritu Santo en el momento de la creación, sino que llevó a cabo Su obra Él solo. Si hubieran obrado todos simultáneamente, ¿no se habrían hecho uno? Si, desde el mismo principio hasta el final, sólo hubiese estado el nombre de Jehová y no el de Jesús de la Era de la Gracia, o si aún entonces se le hubiese seguido llamando Jehová, ¿acaso no se habría librado Dios del sufrimiento de esta división por parte de la humanidad? Sin lugar a dudas, no se puede culpar a Jehová de todo esto; de tener que hallar un culpable, sería el Espíritu Santo, que durante miles de años continuó Su obra con el nombre de Jehová, de Jesús, e incluso del Espíritu Santo, aturdiendo y confundiendo al hombre de forma que este no podía saber quién era Dios exactamente. Si el propio Espíritu Santo hubiera obrado sin forma ni imagen y, además, sin un nombre como el de Jesús, y el hombre no hubiera podido tocarlo o verlo, sino solamente oír los sonidos del trueno, ¿no habría sido este tipo de obra más beneficiosa para la humanidad? ¿Qué puede hacerse, pues, ahora? Las nociones del hombre se han amontonado tan altas como una montaña y tan anchas como el mar, hasta el punto de que el Dios del día presente ya no puede soportarlas más y está completamente desconcertado. En el pasado, cuando sólo estaban Jehová, Jesús y, en medio de los dos, el Espíritu Santo, el hombre ya estaba confundido en cuanto a cómo arreglárselas, y ahora se suma el Todopoderoso, del que se dice que también es una parte de Dios. ¿Quién sabe quién es Él y en qué persona de la Trinidad se ha entremezclado o escondido durante tantos años? ¿Cómo puede el hombre soportar esto? Por si sola, la Trinidad bastaba para que el hombre invirtiera una vida en explicarla, pero ahora hay “un Dios en cuatro personas”. ¿Cómo puede explicarse esto? ¿Puedes hacerlo? ¡Hermanos y hermanas! ¿Cómo habéis creído en un Dios así hasta hoy? Me quito el sombrero ante vosotros. Con la Trinidad ya era bastante, pero ahora seguís teniendo esa fe inquebrantable en este Dios en cuatro personas. Se os ha instado a salir de ello, pero os negáis. ¡Esto es inconcebible! ¡Realmente me sorprendéis! En realidad una persona puede llegar a creer en cuatro Dioses y no hacer ni caso a ninguno; ¿no os parece esto un milagro? ¡No podría decirse que seáis capaces de obrar un milagro tan grande! Dejadme deciros que, en verdad, la Trinidad no existe en ningún lugar de este universo. Dios no tiene Padre ni Hijo y mucho menos existe el concepto de un instrumento usado conjuntamente por el Padre y el Hijo: el Espíritu Santo. ¡Todo esto es la falacia más grande y sencillamente no existe en este mundo! Sin embargo, incluso esta falacia tiene su origen y no carece totalmente de base, porque vuestras mentes no son tan simples y vuestros pensamientos no carecen de razón. Más bien, son bastante apropiados e ingeniosos, tanto que son inexpugnables incluso para cualquier Satanás. ¡La pena es que estos pensamientos son falacias y sencillamente no existen! No habéis visto en absoluto la verdad real; estáis haciendo meras conjeturas e imaginaciones, fabricando después con ellas una historia para ganaros engañosamente la confianza de otros y dominar a los hombres más insensatos sin sensatez o razón, de forma que crean en vuestras grandes y renombradas “enseñanzas expertas”. ¿Es esto la verdad? ¿Es este el camino de vida que el hombre debería recibir? ¡Todo eso es una tontería! ¡Ni una sola palabra es apropiada! A lo largo de todos estos años, habéis dividido a Dios de esta forma, en cada vez más partes con cada generación, hasta el punto de que un Dios ha sido dividido abiertamente en tres Dioses. ¡Y ahora es simplemente imposible para el hombre unir de nuevo a Dios en uno solo, porque lo habéis dividido en demasiadas partes! ¡De no ser por Mi oportuna obra antes de que fuera demasiado tarde, resulta difícil decir cuánto tiempo habríais seguido descaradamente de esta forma! Si seguís dividiendo a Dios así, ¿cómo puede Él seguir siendo vuestro Dios? ¿Seguiríais reconociendo a Dios? ¿Seguiríais volviendo a Él? Si Yo hubiera llegado más tarde, es probable que hubierais enviado al “Padre y el Hijo”, Jehová y Jesús, de vuelta a Israel y declarado que vosotros mismos sois una parte de Dios. Afortunadamente, ya son los últimos días. Finalmente, este día que tanto he esperado ha llegado y es sólo después de llevar a cabo esta etapa de la obra por Mi propia mano que se ha detenido vuestra división de Dios mismo. De no ser por esto, os habríais intensificado, colocando incluso a todos los Satanáses entre vosotros en altares para adorarlos. ¡Este es vuestro artificio! ¡Vuestros medios para dividir a Dios! ¿Continuaréis haciéndolo ahora? Dejadme preguntaros: ¿Cuántos Dioses hay? ¿Cuál Dios os traerá la salvación? ¿A cuál oráis siempre, al primer Dios, al segundo o al tercero? ¿En cuál de ellos creéis siempre? ¿En el Padre? ¿En el Hijo? ¿O en el Espíritu Santo? Dime en quién crees. Aunque con cada palabra decís que creéis en Dios, ¡en lo que creéis realmente es en vuestro propio cerebro! ¡Simplemente no tenéis a Dios en vuestros corazones! ¡Y sin embargo en vuestras mentes hay numerosas “Trinidades” como esas! ¿No estáis de acuerdo?
Si estas tres etapas de la obra se evaluaran según este concepto de la Trinidad, entonces debe haber tres Dioses ya que la obra llevada a cabo por cada uno de ellos no es la misma. Si alguien entre vosotros dice que la Trinidad en verdad existe, entonces explica qué es exactamente este Dios único en tres personas. ¿Qué es el Padre Santo? ¿Qué es el Hijo? ¿Qué es el Espíritu Santo? ¿Es Jehová el Padre Santo? ¿Es Jesús el Hijo? ¿Qué es entonces el Espíritu Santo? ¿No es el Padre un Espíritu? ¿No es la esencia del Hijo también un Espíritu? ¿No fue la obra de Jesús la obra del Espíritu Santo? ¿No fue la obra de Jehová llevada a cabo en ese momento por un Espíritu, la misma que la de Jesús? ¿Cuántos Espíritus puede tener Dios? Según tu explicación, las tres personas del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una; de ser así, hay tres Espíritus, pero tener tres Espíritus significa que hay tres Dioses. Esto significa que no hay un único Dios verdadero; ¿cómo puede esta clase de Dios seguir teniendo la esencia inherente de Dios? Si aceptas que sólo hay un Dios, entonces ¿cómo puede Él tener un hijo y ser un padre? ¿No son todas estas simplemente tus nociones? Sólo hay un Dios, sólo hay una persona en este Dios y sólo un Espíritu de Dios, así como está escrito en la Biblia que “sólo hay un único Espíritu Santo y un único Dios”. Independientemente de que el Padre y el Hijo de los que hablas existan, sólo hay un Dios después de todo y la esencia del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en los que creéis es la del Espíritu Santo. En otras palabras, Dios es un Espíritu, pero es capaz de hacerse carne y vivir entre los hombres, así como estar sobre todas las cosas. Su Espíritu lo incluye todo y es omnipresente. Él puede estar simultáneamente en la carne y por todo el universo. Como todas las personas dicen que Dios es el único Dios verdadero, ¡sólo hay un Dios y nadie lo puede dividir a voluntad! Dios es sólo un Espíritu y sólo una persona; y ese es el Espíritu de Dios. Si es como tú dices, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ¿no son, pues, tres Dioses? El Espíritu Santo es una cuestión, el Hijo otra y el Padre otra. Son personas distintas de esencias diferentes, ¿cómo puede ser cada uno parte de un solo Dios? El Espíritu Santo es un Espíritu; esto es fácil de entender para el hombre. De ser así, entonces el Padre es aún más un Espíritu. Él nunca ha descendido a la tierra y nunca se ha hecho carne; Él es Jehová Dios en el corazón del hombre y, sin duda, también es un Espíritu. ¿Cuál es entonces la relación entre Él y el Espíritu Santo? ¿Es la relación entre el Padre y el Hijo? ¿O es la relación entre el Espíritu Santo y el Espíritu del Padre? ¿Es la esencia de cada Espíritu la misma? ¿O es el Espíritu Santo un instrumento del Padre? ¿Cómo puede explicarse esto? ¿Y cuál es entonces la relación entre el Hijo y el Espíritu Santo? ¿Es una relación entre dos Espíritus o entre un hombre y un Espíritu? ¡Todos estos son asuntos que no pueden tener explicación! Si son todos un Espíritu, entonces no puede hablarse de tres personas, porque Ellos poseen un solo Espíritu. Si fueran personas distintas, Sus Espíritus variarían en fuerza y simplemente no podrían ser un solo Espíritu. ¡Este concepto del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es de lo más absurdo! Esto segmenta a Dios y lo divide en tres personas, cada una de ellas con un estatus y un Espíritu; ¿cómo puede entonces seguir siendo un Espíritu y un Dios? Dime, ¿quién creó los cielos y la tierra y todas las cosas, el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo? Algunos dicen que ellos lo crearon juntos. ¿Quién redimió entonces a la humanidad? ¿Fue el Espíritu Santo, el Hijo o el Padre? Algunos dicen que fue el Hijo quien redimió a la humanidad. ¿Quién es entonces el Hijo en esencia? ¿Acaso no es Él la encarnación del Espíritu de Dios? La encarnación llama a Dios en el cielo por el nombre de Padre, desde la perspectiva de un hombre creado. ¿No eres consciente de que Jesús nació de la concepción por medio del Espíritu Santo? Dentro de Él está el Espíritu Santo; digas lo que digas, Él sigue siendo uno con Dios en el cielo, porque Él es la encarnación del Espíritu de Dios. Esta idea del Hijo es simplemente falsa. Es un Espíritu el que lleva a cabo toda la obra; sólo Dios mismo, es decir, el Espíritu de Dios, realiza Su obra. ¿Quién es el Espíritu de Dios? ¿No es el Espíritu Santo? ¿Acaso no es el Espíritu Santo que obra en Jesús? Si la obra no hubiera sido realizada por el Espíritu Santo (es decir, el Espíritu de Dios), ¿podría representar, entonces, Su obra a Dios mismo? Cuando Jesús llamaba a Dios en el cielo por el nombre de Padre al orar, sólo lo hacía desde la perspectiva de un hombre creado, sólo porque el Espíritu de Dios se había vestido como un hombre ordinario y normal y tenía el envoltorio exterior de un ser creado. Incluso si dentro de Él estaba el Espíritu de Dios, Su apariencia externa seguía siendo la de un hombre ordinario; en otras palabras, había pasado a ser el “Hijo del Hombre” del que todos los hombres, incluido el propio Jesús, hablaban. Dado que es llamado el Hijo del Hombre, Él es una persona (sea hombre o mujer, en cualquier caso una con el caparazón corporal de un ser humano) nacida en una familia normal de personas ordinarias. Por tanto, que Jesús llamara a Dios en el cielo por el nombre de Padre era lo mismo que cuando vosotros lo llamasteis Padre al principio; Él lo hizo desde la perspectiva de un hombre de la creación. ¿Recordáis todavía la oración del Señor que Jesús os enseñó para memorizar? “Padre nuestro que estás en los cielos…”. Él pidió a todos los hombres que llamaran a Dios en el cielo por el nombre de Padre. Y como Él también lo llamaba Padre, lo hacía desde la perspectiva de uno que está en igualdad de condiciones con todos vosotros. Como llamasteis a Dios en el cielo por el nombre de Padre, esto muestra que Jesús se consideraba estar en igualdad de condiciones con todos vosotros, como un hombre escogido por Dios (es decir, el Hijo de Dios) sobre la tierra. Si llamáis a Dios “Padre”, ¿no es porque sois un ser creado? Por muy grande que fuera la autoridad de Jesús en la tierra, antes de la crucifixión, Él era simplemente un Hijo del Hombre, dominado por el Espíritu Santo (es decir, Dios), y uno de los seres creados de la tierra, porque aún tenía que completar Su obra. Así pues, que llamara Padre a Dios en el cielo, era simplemente por Su humildad y obediencia. Que se dirigiera a Dios (es decir, al Espíritu en el cielo) de esa manera no demuestra, sin embargo, que Él sea el Hijo del Espíritu de Dios en el cielo. Más bien, Su perspectiva es diferente y no es que Él sea una persona distinta. ¡La existencia de personas diferentes es una falacia! Antes de Su crucifixión, Jesús era un Hijo del Hombre sujeto a las limitaciones de la carne, y Él no poseía la plena autoridad del Espíritu. Por esta razón, Él sólo podía buscar la voluntad de Dios Padre desde la perspectiva de un ser creado. Es como cuando oró tres veces en Getsemaní: “No sea Mi voluntad, sino la tuya”. Antes de que lo pusieran en la cruz, Él no era más que el Rey de los judíos; Él era Cristo, el Hijo del Hombre, y no un cuerpo de gloria. Esa es la razón por la que, desde el punto de vista de un ser creado, llamaba Padre a Dios. Ahora bien, no puedes decir que todo el que llame Padre a Dios sea el Hijo. De ser esto así, ¿no os habríais convertido todos en el Hijo cuando Jesús os enseñó la Oración del Señor? Si aún no estáis convencidos, entonces decidme, ¿quién es aquel a quien llamáis Padre? Si os estáis refiriendo a Jesús, entonces ¿quién es para vosotros Su Padre? Después de que Jesús partiera, esta idea del Padre y el Hijo desapareció; sólo fue apropiada para los años en los que Jesús se hizo carne. Bajo todas las demás circunstancias, cuando llamáis Padre a Dios, es una relación entre el Señor de la creación y un ser creado. No hay un momento en el que la idea de la Trinidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo pueda sostenerse; ¡es una falacia que rara vez se ve a lo largo de las eras y no existe!
Esto puede traer a la mente de la mayoría de las personas las palabras de Dios en Génesis: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestra semejanza”. Dado que Dios dice “hagamos” al hombre a “nuestra” imagen, “nuestra” indica dos o más; como dijo “nuestra”, entonces no hay sólo un Dios. De esta forma, el hombre comenzó a pensar en el abstracto de personas distintas y, a partir de estas palabras, surgió la idea del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¿Cómo es entonces el Padre?, ¿cómo es el Hijo? y ¿cómo es el Espíritu Santo? ¿Podría ser que la humanidad de hoy fuera hecha a imagen de alguien unido de tres? Entonces, ¿es la imagen del hombre como la del Padre, la del Hijo o la del Espíritu Santo? ¿De cuál de las personas de Dios es la imagen del hombre? ¡Esta idea del hombre es simplemente incorrecta y sin sentido! Sólo puede dividir a un Dios en varios. La época en que Moisés escribió Génesis fue posterior a que la humanidad fuera creada tras la creación del mundo. Al principio, cuando el mundo empezó, Moisés no existía y no fue hasta mucho después cuando él escribió la Biblia; así que ¿cómo podía saber él lo que Dios habló en el cielo? No tenía ni idea de cómo creó Dios el mundo. En el Antiguo Testamento de la Biblia no se hace mención del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, sino tan sólo del único Dios verdadero, Jehová, llevando a cabo Su obra en Israel. Se le llama con nombres diferentes conforme cambia la era, pero esto no puede demostrar que cada nombre se refiera a una persona diferente. De ser así, ¿no habría, pues, innumerables personas en Dios? Lo escrito en el Antiguo Testamento es la obra de Jehová, una etapa de la obra de Dios mismo para el comienzo de la Era de la Ley. Fue la obra de Dios, en la que como Él hablaba, así era, y como Él ordenaba, así ocurría. En ningún momento dijo Jehová que Él fuera el Padre que vino a llevar a cabo la obra ni profetizó nunca la venida del Hijo para redimir a la humanidad. En cuanto a la época de Jesús, sólo se dijo que Dios se había hecho carne para redimir a toda la humanidad, no que fuera el Hijo quien había venido. Como las eras no son iguales y la obra que Dios mismo hace también difiere, Él debe llevar a cabo Su obra en diferentes ámbitos. De esta forma, la identidad que Él representa también difiere. El hombre cree que Jehová es el Padre de Jesús, pero esto nunca lo reconoció Jesús realmente, pues dijo: “Nunca se nos distinguió como Padre e Hijo; Yo y el Padre en el cielo somos uno. El Padre está en Mí y Yo estoy en el Padre; cuando el hombre ve al Hijo, está viendo al Padre celestial”. Cuando se haya dicho todo, sea el Padre o el Hijo, Ellos son un Espíritu, no dividido en personas separadas. Una vez que el hombre intenta explicar esto, el asunto se complica con la idea de personas distintas, así como con la relación entre Padre, Hijo y Espíritu. Cuando el hombre habla de personas separadas, ¿no materializa esto a Dios? Incluso clasifica a las personas como primera, segunda y tercera; estas no son más que imaginaciones del hombre, que no son dignas de referencia, ¡y son totalmente ilusorias! Si le preguntaras: “¿Cuántos Dioses hay?”, él diría que Dios es la Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: el único Dios verdadero. Si le preguntaras de nuevo: “¿Quién es el Padre?”, él diría: “El Padre es el Espíritu de Dios en el cielo; Él está a cargo de todo y es el Amo del cielo”. “¿Es Jehová entonces el Espíritu?”. Él diría: “¡Sí!”. Si le preguntaras entonces: “¿Quién es el Hijo?”, diría que Jesús es el Hijo, por supuesto. “¿Cuál es entonces la historia de Jesús? ¿De dónde vino Él?”. Él diría: “Jesús nació de María, por medio de la concepción del Espíritu Santo”. “¿No es, pues, Su esencia la del Espíritu también? ¿No es Su obra también una representación del Espíritu Santo? Jehová es el Espíritu, y también lo es la esencia de Jesús. Ahora, en los últimos días, sobra decir que el Espíritu sigue obrando;[a] ¿cómo podrían ser Ellos personas diferentes? ¿Acaso no es simplemente el Espíritu de Dios llevando a cabo la obra del Espíritu desde perspectivas diferentes?”. Como tales, no hay distinción entre personas. Jesús fue concebido por el Espíritu Santo e, indudablemente, Su obra fue precisamente la del Espíritu Santo. En la primera etapa de la obra llevada a cabo por Jehová, Él no se hizo carne ni se apareció al hombre. Así pues, este nunca vio Su apariencia. Independientemente de cuán grande y alto fuera, Él seguía siendo el Espíritu, Dios mismo quien creó primero al hombre. Es decir, Él era el Espíritu de Dios. Cuando habló al hombre desde las nubes, Él era simplemente un Espíritu. Nadie presenció Su apariencia; sólo fue en la Era de la Gracia, cuando el Espíritu de Dios vino en la carne y se encarnó en Judea, que el hombre vio por primera vez la imagen de la encarnación como un judío. El sentimiento de Jehová no podía sentirse. Sin embargo, fue concebido por el Espíritu Santo, es decir, por el Espíritu del propio Jehová, y Jesús nació como la personificación del Espíritu de Dios. Lo que el hombre vio primero fue el Espíritu Santo descendiendo como una paloma sobre Jesús; no fue el Espíritu exclusivo de Jesús, sino más bien el Espíritu Santo. ¿Puede separarse entonces el Espíritu de Jesús del Espíritu Santo? Si Jesús es Jesús, el Hijo, y el Espíritu Santo es el Espíritu Santo, entonces ¿cómo podían ser uno? De ser así, la obra no se hubiese podido llevar a cabo. El Espíritu en Jesús, el Espíritu en el cielo y el Espíritu de Jehová son todos uno. Se le puede llamar el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, el Espíritu intensificado siete veces y el Espíritu que todo lo incluye. Sólo el Espíritu de Dios puede llevar a cabo tanta obra. Él es capaz de crear el mundo y destruirlo inundando la tierra; puede redimir a toda la humanidad y, además, conquistarla y destruirla. Dios mismo lleva a cabo esta obra y ninguna otra de Sus personas puede hacerlo en Su lugar. Su Espíritu puede llamarse por el nombre de Jehová y Jesús, así como el Todopoderoso. Él es el Señor y Cristo. También puede convertirse en el Hijo del Hombre. Él está en los cielos y también en la tierra; Él está en lo alto sobre los universos y entre la multitud. ¡Él es el único Señor de los cielos y la tierra! Desde la época de la creación hasta ahora, el Espíritu de Dios mismo ha llevado a cabo esta obra. Sea la obra en los cielos o en la carne, todo lo realiza Su propio Espíritu. Todas las criaturas, tanto en el cielo como en la tierra, están en la palma de Su mano todopoderosa; todo esto es la obra de Dios mismo y nadie más puede realizarla en Su lugar. En los cielos, Él es el Espíritu pero también es Dios mismo; entre los hombres, Él es carne pero sigue siendo Dios mismo. Aunque se le pueda llamar por cientos de miles de nombres, Él sigue siendo Él mismo, y toda la obra[b] es la expresión directa de Su Espíritu. La redención de toda la humanidad a través de Su crucifixión fue la obra directa de Su Espíritu y también lo es la proclamación a todas las naciones y tierras durante los últimos días. En todas las épocas, sólo se puede llamar a Dios el Dios verdadero y todopoderoso, el Dios mismo que todo lo incluye. Las distintas personas no existen, ¡mucho menos esta idea del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo! ¡Sólo hay un Dios en el cielo y en la tierra!
El plan de gestión de Dios abarca seis mil años y se divide en tres eras basadas en las diferencias en Su obra: la primera es la Era de la Ley del Antiguo Testamento; la segunda es la Era de la Gracia; y la tercera es la que pertenece a los últimos días, la Era del Reino. En cada era se representa una identidad diferente. Esto sólo se debe a la diferencia en la obra, es decir, a los requisitos de la obra. La primera etapa de la obra se llevó a cabo en Israel y la segunda etapa de conclusión de la obra de redención se realizó en Judea. Para la obra de redención, Jesús nació de la concepción por medio del Espíritu Santo y como el único Hijo. Todo esto se debió a los requisitos de la obra. En los últimos días, Dios desea expandir Su obra por las naciones gentiles y conquistar a las personas allí, de forma que Su nombre pueda ser grande entre ellas. Él desea guiar al hombre en el entendimiento de todos los caminos correctos de la vida humana, así como de toda la verdad y el camino de la vida. Un Espíritu lleva a cabo toda la obra. Aunque Él pueda hacerlo desde diferentes puntos de vista, la naturaleza y los principios de la obra siguen siendo los mismos. Una vez que observas los principios y la naturaleza de la obra que Ellos han realizado, entonces sabrás que toda ella ha sido llevada a cabo por la mano de un solo Espíritu. Aun así, algunos pueden decir: “El Padre es el Padre; el Hijo es el Hijo; el Espíritu Santo es el Espíritu Santo y, al final, Ellos serán hechos uno”. Entonces ¿cómo los deberías hacer uno? ¿Cómo pueden ser hechos uno el Padre y el Espíritu Santo? Si Ellos fueran inherentemente dos, entonces sin importar cómo se unan, ¿no seguirían siendo dos partes? Cuando dices hacerlos uno, ¿no consiste simplemente en unir dos partes separadas para conformar un todo? Pero ¿no eran dos partes antes de ser hechas un todo? Cada Espíritu tiene una esencia distinta y dos Espíritus no pueden ser convertidos en uno. El Espíritu no es un objeto material y es diferente a cualquier otra cosa en el mundo material. Tal como lo ve el hombre, el Padre es un Espíritu, el Hijo otro y el Espíritu Santo otro, y después los tres Espíritus se mezclan como tres vasos de agua en un todo. ¿Acaso no es esto hacer de los tres uno? ¡Esta explicación es errónea! ¿No es esto dividir a Dios? ¿Cómo pueden ser hechos uno el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo? ¿No son Ellos tres partes con una naturaleza diferente cada una? Todavía están los que dicen: “¿No declaró Dios expresamente que Jesús era Su Hijo amado?”. “Jesús es el Hijo amado de Dios, en quién Él se regocija grandemente” ciertamente fue dicho por Dios mismo. Eso fue Dios dando testimonio de sí mismo, pero simplemente desde una perspectiva diferente, la del Espíritu en el cielo dando testimonio de Su propia encarnación. Jesús es Su encarnación, no Su Hijo en el cielo. ¿Entiendes? ¿No indican las palabras de Jesús, “el Padre está en Mí y Yo estoy en el Padre” que Ellos son un Espíritu? ¿Y acaso no se debe a la encarnación que Ellos fueran separados entre el cielo y la tierra? En realidad, siguen siendo uno; sin importar lo que digan, es simplemente Dios dando testimonio de sí mismo. Debido al cambio en las eras, a los requisitos de la obra y a las diferentes etapas de Su plan de gestión, el nombre por el que el hombre llama a Dios también difiere. Cuando Él vino a llevar a cabo la primera etapa de la obra, sólo se le podía llamar Jehová, pastor de los israelitas. En la segunda etapa, el Dios encarnado sólo podía ser llamado Señor y Cristo. Pero en esos tiempos, el Espíritu en el cielo sólo declaró que Él era el Hijo amado de Dios, y no mencionó que fuese el único Hijo de Dios. Esto simplemente no ocurrió. ¿Cómo podría Dios tener un único hijo? Entonces ¿no se habría hecho hombre Dios? Como Él era la encarnación, se le llamó el Hijo amado de Dios y, a partir de esto, llegó la relación entre Padre e Hijo. Se debió sencillamente a la separación entre el cielo y la tierra. Jesús oró desde la perspectiva de la carne. Como se había revestido de una carne de humanidad normal, fue desde la perspectiva de la carne desde donde Él dijo: “Mi caparazón corporal es el de un ser creado. Como me revestí de carne para venir a la tierra, ahora estoy lejos, muy lejos del cielo”. Por esta razón, Él sólo podía orar a Dios Padre desde la perspectiva de la carne. Este era Su deber y aquello con lo que el Espíritu encarnado de Dios debía estar equipado. No puede decirse que Él no es Dios simplemente porque oraba al Padre desde la perspectiva de la carne. Aunque se le llama el Hijo amado de Dios, sigue siendo Dios mismo, porque Él no es sino la encarnación del Espíritu y Su esencia sigue siendo el Espíritu. Tal como lo ve el hombre, se pregunta por qué ora Él si es Dios mismo. Esto se debe a que Él es el Dios encarnado, Dios viviendo en la carne, y no el Espíritu en el cielo. Tal como el hombre lo ve, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son todos Dios. Sólo los tres hechos uno puede considerarse el único Dios verdadero y, de esta forma, Su poder es excepcionalmente grande. Siguen estando aquellos que dicen que sólo de esta forma es Él el Espíritu siete veces intensificado. Cuando el Hijo oró después de Su venida, lo hizo al Espíritu. En realidad, estaba orando desde la perspectiva de un ser creado. Y es que la carne no es completa; Él no era completo y tenía muchas debilidades cuando vino en la carne. Por tanto, sufrió mucha turbación mientras llevaba a cabo Su obra en la carne. Por esta razón fue que oró tres veces a Dios Padre antes de Su crucifixión y otras muchas veces antes de ella. Él oró entre Sus discípulos, oró solo en lo alto de un monte, oró a bordo del barco de pesca, oró entre una multitud de personas, oró cuando partió el pan y oró cuando bendijo a otros. ¿Por qué lo hizo? Fue el Espíritu a quien oró, Él estaba orando al Espíritu, a Dios en el cielo, desde la perspectiva de la carne. Por tanto, desde el punto de vista del hombre, Jesús pasó a ser el Hijo en esa etapa de la obra. Sin embargo, en la etapa actual, Él no ora. ¿Por qué ocurre esto? Se debe a que lo que Él trae es la obra de la palabra, así como el juicio y el castigo de la misma. No tiene necesidad de oraciones, porque Su ministerio consiste en hablar. No lo ponen en la cruz y el hombre no lo entrega a los que están en el poder. Él simplemente lleva a cabo Su obra y todo está establecido. En el momento en que Jesús oraba, lo hacía a Dios Padre por el descenso del reino del cielo, para que se cumpliera la voluntad del Padre y por la obra venidera. En esta etapa, el reino del cielo ya ha descendido, ¿sigue teniendo, pues, necesidad de orar? Su obra es poner fin a la era y no hay más eras nuevas; ¿hay, pues, necesidad de orar por la siguiente etapa? ¡Me temo que no!
Existen muchas contradicciones en las explicaciones del hombre. De hecho, todas estas son nociones del hombre; sin más escrutinio, todos vosotros creeríais que son correctas. ¿No sabéis que esta idea de Dios como una Trinidad no es sino la noción del hombre? Ningún conocimiento del hombre es completo y profundo. Siempre hay impurezas y el hombre tiene demasiadas ideas; esto demuestra que un ser creado simplemente no puede explicar la obra de Dios. Hay demasiado en la mente del hombre, todo procedente de la lógica y el pensamiento, que entra en conflicto con la verdad. ¿Puede tu lógica diseccionar exhaustivamente la obra de Dios? ¿Puedes obtener un entendimiento profundo de toda la obra de Jehová? ¿Eres tú como hombre quien puede ver a través de todo o es Dios mismo el que es capaz de ver desde la eternidad hasta la eternidad? ¿Eres tú quien puede ver desde la eternidad mucho tiempo atrás hasta la eternidad venidera o es Dios quien puede hacerlo? ¿Qué dices? ¿Cómo eres digno de explicar a Dios? ¿Sobre qué base es tu explicación? ¿Eres Dios? Los cielos y la tierra y todas las cosas en ellos fueron creados por Dios mismo. No fuiste tú quien lo hizo, así que ¿por qué estás dando explicaciones incorrectas? Ahora, ¿sigues creyendo en la Trinidad? ¿No crees que es demasiado complicado de esta forma? Sería mejor para ti creer en un Dios, no en tres. Es mejor ser ligero, porque “la carga del Señor es ligera”.
De "La Palabra manifestada en carne"
Notas al pie:
a. El texto original omite “sigue obrando”.
b. El texto original omite “la obra”.
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