Tengo 50 años y desde temprana edad viví en una pobre aldea de montaña, una aldea muy remota y atrasada. Había ocho personas en mi familia: mis abuelos maternos en primer lugar, cuatro hermanos y hermanas, y una sola persona, mi padre, ganando un salario en el equipo de producción. Mi familia era tan pobre, que ni siquiera teníamos suficiente polenta ni pan de maíz para comer. Sentía mucha envidia cuando veía a otros comiendo bollos cocidos al vapor y pensaba, ¿cuándo podré comerlos yo también? ¿Cuándo dejaré de pasar hambre? Mi abuela me animaba diciéndome: “¡Si quieres vivir bien, comer bien e ir bien vestida, tienes que estudiar mucho! Sólo podrás destacar si tienes conocimientos y cultura; más adelante podrás ir a la ciudad y vivir allí sin necesidad de llevar una vida como esta, de cara a la tierra y de espaldas al cielo”. Las palabras de mi abuela se grabaron profundamente en mi corazón. Tomé entonces la determinación de estudiar duro y cambiar mi destino confiando en el conocimiento.
Pero, en contra de lo esperado, cuando tenía doce años, tuve problemas estomacales a causa de la desnutrición prolongada y no pude ir a la escuela, así tuve que renunciar a mi proyecto, regresar a casa e ir a trabajar en el equipo de producción con los adultos. Triste y cansada, no pude más que secar mis lágrimas y seguir trabajando. No me había librado de lo que me deparaba el destino y aún llevaba una vida de cara a la tierra y de espaldas al cielo. No estaba dispuesta a rendirme y pensé: Esperaré a casarme y a tener hijos, y sin duda haré que estudien. No dejaré que mis hijos sufran las mismas dificultades que yo.
Después de casarme, di a luz a una hija. Tan pronto como nació, pensé: Sólo el conocimiento puede cambiar el destino de uno y uno sólo puede vivir bien si posee conocimiento. Mi deseo no se ha cumplido en esta vida. Esta vez, debo educar bien a mi hija y dejar que ella tenga un futuro. Oí a otras personas decir que, si uno quiere que sus hijos tengan un futuro, debe empezar a trabajar con ellos desde que son jóvenes. La educación formativa es muy importante. Yo pensaba que esto realmente tenía sentido, así que en cuanto mi hija empezó a hablar, comencé a enseñarle a contar, a leer y a memorizar poesía Tang. Al ver que estudiaba tan bien, que era tan inteligente y capaz de aprender cualquier cosa que le enseñara después de varias veces a una edad muy temprana, me sentí muy feliz en mi corazón y pensé: “¡Mi hija es muy inteligente y ha nacido para estudiar, sin duda va a tener un buen futuro! Aunque gaste hasta mis últimos recursos, voy a educar a mi hija para que tenga muchas habilidades y voy a dejar que se marche de esta pobre aldea de montaña y realice los deseos que yo nunca pude realizar”. Justo cuando mi hija comenzaba a tener uso de razón, le dije: “‘El valor de otras búsquedas es pequeño, el estudio de los libros las supera a todas’; ‘El conocimiento puede cambiar tu destino’. ¡Debes estudiar duro y luchar! No debes ser como tu madre, que ha trabajado toda la vida en una pobre aldea de montaña, que vive una vida tan dura y agotadora”. Mi hija, entendiendo sólo a medias, parpadeó, me miró y asintió con la cabeza. De ahí en adelante, por muy duro y agotador que fuera para mí salir a trabajar, cada día, cuando volvía a casa, perseveraba acompañando a mi hija en sus estudios. Ella también era muy competitiva y sus calificaciones académicas siempre estaban entre las mejores. En una ocasión, la evaluaron como una estudiante “tres veces buena” (buena en el estudio, en el comportamiento y en la salud) y me invitaron a la conferencia padre-maestro. Al ver a mi hija de pie en el escenario sosteniendo un premio, me sentí muy orgullosa. En ese momento, el maestro dijo: “La razón por la que la compañera Siqi puede ser considerada una estudiante ‘tres veces buena’ es inseparable de su propio y duro esfuerzo; sin embargo, lo más importante es el esfuerzo y educación por parte de sus padres. ¡Con respecto a esto, su madre lo hace muy bien! Deberíamos aprender de ella…”. A continuación, todos los papás se volvieron a mirarme con admiración y me sentí muy contenta en mi corazón. No pude evitar pensar: Sólo necesito seguir educándola así y sin duda tendrá un buen futuro, sin duda convertirá mis sueños se realidad.
Conforme mi hija iba creciendo, sus conocimientos iban aumentando. Yo quería ayudarla, pero no me sentía capaz porque sólo había llegado hasta el quinto grado de educación. De todas formas, no bajé la exigencia en su educación. Al ver a otros papás buscando escuelas de cursos intensivos para sus hijos con el fin de mejorar su rendimiento académico, pensé: “No debo retrasar el futuro de mi hija. Aunque gaste mis últimos recursos o tenga que pedir dinero prestado, pagaré lo que sea necesario para que pueda ir a una escuela de cursos intensivos. No puede quedarse atrás”. Por la presión de los estudios, mi hija quería jugar un rato al volver a casa después de la escuela y así relajarse; pero cada vez que yo la veía así, le decía: “Si eres perezosa en tu juventud, te vas a arrepentir en la vejez. Si no estudias duro ahora, ¿qué vas a hacer cuando seas ya mayor? ¿Quieres vivir tu vida de espaldas al cielo y de cara a la tierra como yo? Si no estudias duro, ¿qué futuro vas a tener?”. A partir de ese momento, comencé a vigilarla después de que terminaba la escuela. Si no había terminado la tarea, no la dejaba jugar. Y así, mi hija estudiaba desde temprano hasta muy tarde, durmiendo siempre muy poco. Al verla así, sentía pena por ella; pero entonces pensaba: Si las personas no se esfuerzan, no habrá entonces ganancia. ¿Quién en esta tierra puede lograr cosas y tener éxito sin trabajar duro? ¿No ataban nuestros antepasados su pelo a la viga de la casa y se pinchaban el muslo con una aguja para mantenerse despiertos y poder aprender? Si quieres tener un futuro, ¿qué es entonces una pequeña dificultad? Pensando así, no me volví a preocupar y cada vez era más estricta con mi hija. Pero, poco a poco, ella se fue volviendo menos obediente. Cuando la obligaba, seguía obedeciendo y estudiando; pero, cuando me marchaba, empezaba a jugar. Al principio, podía hablar con ella para convencerla; pero, más adelante, no sólo no me escuchaba, sino que también me acusaba de sermonearla. Decía que no la quería y me pedía que no la obligara. Cuando la oí decir eso, se me partió el corazón y me sentí triste. Molesta y exasperada, le pegué. Esto me enojó tanto que lloré y pensé: El conocimiento puede cambiar el destino de uno, ¿qué puedes hacer si no estudias duro? Si eres como yo que me he vuelto invisible toda una vida en esta aldea pobre de montaña, ¿vale la pena vivir así? ¿Qué futuro hay? Si no me preocupo por ti ahora, ¿eso no te traerá problemas más adelante? ¿Por qué no entiendes mi preocupación y exigencia?
Bajo mi ciclo de educación forzosa, las calificaciones de mi hija mejoraron. Pero, conforme se iba haciendo mayor, se volvía cada vez más rebelde, menos obediente y sensible que antes. Nunca me dijo lo que pensaba o qué era lo que estaba pasando en la escuela. La distancia entre nosotras aumentó. Si quería decirle algo, ella siempre me acusaba de sermonearla y me ignoraba mirándome con impaciencia. Incluso me dijo con cierto desprecio: “¿Qué puedo decirte? ¡Si dijera algo, no entenderías!”. “¡No lo digas! ¡Me molesta! ¡No quiero oír lo que tengas que decir!”. En ocasiones prefería fingir que estaba leyendo en la habitación con tal de no hablar conmigo. Yo me sentía muy triste y decepcionada al ver cómo se encontraba y no podía hacer nada. Me había desvivido por su futuro, pero ella no me entendía en absoluto. No sé cuántas lágrimas derramé por esto.
Más adelante, fui afortunada al aceptar la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso. Un día, vi en las palabras de Dios: “Todo el mundo comienza a planificar tan pronto como tiene hijos: Quiero que mi hijo reciba esta clase de educación, que asista a esta universidad, y después que encuentre un buen trabajo, y tenga una base y un estatus estables en la sociedad. Es decir, lo primero que hay que tener en la vida es conocimiento, un grado académico, y después uno tendrá estatus y poder en la sociedad. De esa forma, tendrán capital vital a lo largo de sus vidas y poder en el mundo, lo que les facilitará la supervivencia y tener una vida estable. No tendrán que preocuparse por la comida, la ropa y el cobijo en el futuro. Así pues, cuando tengas hijos empezarás a hacer planes para ellos. Algunos ven que sus hijos tienen talentos musicales, por lo que los hacen aprender a tocar el piano, el violín, etc. Algunos ven que sus hijos tienen talento literario, por lo que los hacen leer más libros, escribir novelas, biografías. Incluso van en busca de celebridades que eduquen a sus hijos, y se esfuerzan para que sigan la senda que han establecido para ellos. […] Las personas esperan todas que sus hijos puedan tener éxito. Todos esperan que sus hijos puedan ir a una universidad famosa, cursar estudios avanzados, obtener un grado, y después destacar sobre los demás y tener un punto de apoyo firme en la sociedad. Todas las personas tienen este punto de vista y quieren que sus hijos busquen una educación más elevada por el dicho: ‘El valor de otras búsquedas es pequeño, el estudio de los libros las supera a todas’. Además, la rivalidad en esta sociedad moderna es especialmente intensa. Si no tienen un grado universitario ni un punto de apoyo firme en la sociedad, ganarse el sustento pasa a ser un problema en el futuro. Este es el pensamiento y el punto de vista de todos. Es decir, lo que aprendes y la clase de trasfondo educacional que puedes lograr decidirá tu sustento, tu futuro. En otras palabras, las personas pretenden apoyarse en esto para sobrevivir a lo largo de la vida, y lo ven como algo de especial importancia. Esa es la razón por la que todos ven que recibir una educación de alto nivel y entrar en una de las mejores universidades es lo más importante para sus hijos. En realidad, estas cosas, la educación y el conocimiento aceptados por las personas, estos contenidos e ideas, van todas en contra de Dios y de la verdad, y Él las aborrece y condena. ¿Cuál es el punto de vista de la humanidad? Los hombres no serán capaces de sobrevivir y tener un punto de apoyo estable en esta sociedad y el mundo si no tienen estas cosas, y serán inferiores, pobres y viles. Esa es la razón por la que, si alguien no tiene conocimiento, es de poca cultura o no tiene un elevado nivel de educación a tus ojos, lo menospreciarás, lo tendrás en menos, mostrarás desprecio por él, y no te lo tomarás en serio. Si dejas que tus hijos hagan esto y los crías para hacer estas cosas, en primer lugar tu punto de vista y tu motivo no son correctos. Si criáis a vuestros hijos para estudiar y recibir una educación, elegiréis sin duda las profesiones e industrias más carentes entre las personas, porque tu objetivo es dar a tus hijos un buen futuro y que tengan trabajo, familia y perspectivas estables a lo largo de su vida. ¿Pero pensaste, tras ellos aceptar esa educación, en cuántas toxinas, cuántas ideas y teorías de Satanás se les inculcarán?” (‘Conocerte a ti mismo requiere que conozcas tus pensamientos y tus visiones profundamente arraigados’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Frente las palabras de Dios, me sentí abrumada; ¡lo que Dios había dicho me describía! A lo largo de estos años, ¿no estaba viviendo yo por los venenos de Satanás de: “El valor de otras búsquedas es pequeño, el estudio de los libros las supera a todas”? Con el fin de cambiar el destino de mi hija a través del conocimiento, cuando ella era muy joven, insistí en su educación básica. Apenas mi hija comenzó a razonar, le enseñé las filosofías de Satanás, como: “El valor de otras búsquedas es pequeño, el estudio de los libros las supera a todas”. Cuando mi hija comenzó a ir a la escuela, yo supervisaba y organizaba sus estudios con más seriedad y observaba con más detenimiento su rendimiento académico… ¿No hacía todo eso para que ella tuviera éxito, para que los demás la miraran con admiración? Resulta que todo eso era la trampa de Satanás para engañar a las personas. Yo ya estaba viviendo obviamente bajo la oscura influencia de Satanás, viviendo una vida tan dura y agotadora, pero pensando todavía que las personas debían buscar tales cosas para vivir. ¡Sólo hoy me di cuenta de que, si las personas no tienen la verdad para vivir en este mundo, entonces son muy miserables y sólo pueden ser engañadas y estafadas por Satanás! Con el fin de lograr que mi hija tuviera un mejor futuro, yo había hecho un gran esfuerzo; pero no sólo ella no estudió duro, sino que por el contrario cada vez estaba más harta de estudiar e incluso se volvió hostil y distante conmigo a causa de que la obligaba a estudiar. Yo vivía también bajo un sufrimiento infinito a causa de esto. Ahora entiendo, finalmente, que todo este sufrimiento fue causado por la corrupción de Satanás y que, al vivir yo bajo su pensamiento, punto de vista y las leyes de supervivencia de Satanás, había traído a mi hija y a mí muchísimo dolor y sufrimiento.
Fuente del artículo: Iglesia de Dios Todopoderoso
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