Introducción
Soy una médico retirada tratante en obstetricia y ginecología. Gasté la mayor parte de mi vida en un vacío sobrecargado de trabajo. Me rompí la cabeza para lograr estatus, fama y fortuna, y no tenía escrúpulos en mis esfuerzos para ganar dinero, corriendo apresuradamente durante varias décadas. Incluso traicioné a mi propia conciencia y personalidad, y perdí mi humanidad y racionalidad, viviendo sin ningún sentido. Hasta que un día cuando leí la palabra de Dios Todopoderoso y vi la verdad de que yo había sido corrompida por Satanás, tuve gradualmente un despertar espiritual…
El anhelo de un pilar fuerte
Nací en la ciudad de X. Mi padre era un encargado veterano, honesto y leal, sin ningún poder real en su lugar de trabajo, y mi madre no trabajaba. En 1972, cuando me gradué del instituto, hice exámenes universales y, después de muchas selecciones, fui asignada a un gran hospital en la ciudad de X para preparación y estudios. Allí descubrí que las oportunidades de ascenso no dependían de la ética y habilidad médica de uno, sino más bien de los contactos y del dinero que uno tenga. Una y otra vez veía a personas a mi alrededor obtener beneficios materiales a través de sus contactos y, por muy bien que yo trabajara, como no tenía dinero ni contactos, no me ocurría nada bueno y siempre era discriminada por los demás. En ese punto, yo no me sentía de buen humor y pensaba que si pudiera tener un pilar sólido, sería mucho mejor y yo sería capaz de mejorar notablemente mi situación.
La fama y la fortuna que un “padrino tras bambalinas” me trajo
En una ocasión, oí sin querer a mi padre decirle a mi madre que su amigo había llegado a ser teniente de alcalde en nuestra ciudad. De pronto, mis ojos se iluminaron. ¡Era una oportunidad que no se podía perder y que no ocurriría de nuevo! Pregunté apresuradamente a mi padre sobre la situación de la familia del teniente de alcalde, pensando: Mi familia, después de todo, también tiene un “padrino tras bambalinas”. Sin revelar mis intenciones, decidí que debía lograr mis objetivos con la ayuda de ese contacto. Así que recomendé a mi decano al teniente de alcalde y estuve enviando pequeños regalos a mi decano. Después, el decano me apoyó y me ofreció varias oportunidades para que mostrara mis talentos. Superados toda clase de exámenes y evaluaciones, me convertí en una doctora en obstetricia y ginecología con una rica experiencia clínica y cierta reputación. De esta forma, durante varios años consecutivos, obtuve el premio al mérito de la ciudad y el título honorífico de miembro destacado del equipo médico. También di conferencias en las clases del personal técnico de muchos hospitales. Esto satisfacía completamente mi vanidad.
“Lavado de cerebro” por las trampas corporativas
En el pasado, yo pensaba a menudo que el hospital era un lugar para salvar vidas y ayudar a los heridos, y que la profesión de doctor era sagrada. Las personas llamaban a los doctores “ángeles blancos”. Pero, cuando me convertí realmente en doctora, una vez que tuve algún entendimiento de la historia real de los hospitales, supe que este no era el caso en realidad. Hay luchas internas entre los doctores. Es un caso de si tú peleas yo lucharé. Todos son tigres sonrientes: amables por fuera y crueles por dentro, atacándose y poniéndose zancadillas en privado. La administración hospitalaria presenta farmacéuticos a los hospitales con ánimo de lucro. Además, la administración del hospital saca tajada de ellos; incluso el Ministro de Salud y los ministros de otras industrias envían a los hospitales a personas que venden medicamentos y la administración del hospital nos pide que recetemos aquellos de los que se puede sacar la mayor tajada. Lo más reprobable es que invitan a verdaderos estafadores corporativos (personas que no entienden de medicina) a darnos conferencias al equipo médico. Nos enseñaban a recibir y despedir a los pacientes con sonrisas, a ganarnos engañosamente su confianza y a encontrar formas y medios para sacarles dinero. También nos pedían cosas que dañaban a nuestra integridad moral, como: inventar una enfermedad donde no había ninguna; tratar una enfermedad sencilla como una grave; usar sólo la mitad de la dosis en las inyecciones (pero cargar de acuerdo con una dosis completa), porque de esta manera, la enfermedad del paciente se reducirá, pero no mejorará con tanta rapidez y, una vez que el paciente se haya gastado casi todo su dinero, se puede usar la dosificación que debería darse y al hacerlo, podemos cobrar un tratamiento más alto y otros honorarios. En resumen, nos decían que debemos robar todo el dinero del paciente y que eso cuenta como estar cualificado. El coste de los honorarios de un día para estas trampas corporativas era tanto como decenas de miles de yuanes y el decano incluso hacía referencia a estas teorías absurdas de mentirosos como “secretos industriales”.
Yo fui asimilada
Tras oír esta teoría, me sentí muy enojada en ese momento: los pacientes que tienen una enfermedad ya están sufriendo mucho. Si además los “extorsionamos”, ¿qué les ocurrirá entonces? Yo no quiero unirme a ellos en sus hechos malvados al hacer tales cosas inadmisibles. Pero más adelante vi a colegas comiendo alimentos de lujo y vistiendo ropa de lujo, que habían comprado coches y construido edificios, y que estaban viviendo un estilo de vida de alta calidad. Miré de nuevo mi exiguo salario mensual, con el que tenía justo lo suficiente para cubrir el coste de la vida y me sentí de alguna forma desequilibrada en mi interior. Esto junto con que los colegas venían a verme personalmente para mostrarme la forma de enriquecer el patrimonio de mi familia, distorsionó gradualmente mi perspectiva sobre la vida y no pude evitar unirme a las filas de los que “extorsionaban” a los pacientes. Desde entonces yo, como otros doctores, prescribía largas recetas y prescribía medicamentos sin ton ni son. Al principio, aún tenía algún sentido de la conciencia, pero frente a los inmensos beneficios monetarios, la poca compasión que sentía desapareció totalmente. Poco a poco, me volví cada vez más fraudulenta y aprendí cómo medir a las personas, consiguiendo inmensos beneficios para el hospital y llenándome también los bolsillos. El dinero se convirtió en mi fuente de vida y yo veía a los pacientes como si fueran dinero. Gané dinero para el placer y el disfrute. En ese momento, cambié de doctora meticulosa a despiadada “ejecutora”.
Además de ganar dinero engañando en el hospital, también amplié mis actividades fuera del mismo. Desde 1996, pasaba mi tiempo libre visitando hospitales del municipio y atendiendo a pacientes; incluso robé equipamiento médico de los hospitales para llevar a cabo operaciones fuera, como otros doctores hacían. Además, también abusé de mi posición para recetar más medicamentos y quedarme con ellos para venderlos por fuera cuando diera consulta médica. Así, estaba muy ocupada yendo y viniendo para ganar dinero. Mis ingresos por fuera del hospital eran tres o cuatro veces mi salario normal. Fui controlada por los intereses durante siete años. Hasta que no sufrí el SARS en 2003, no dejé finalmente el trabajo externo.
¿Equivale el dinero a felicidad?
Al no visitar ya a pacientes fuera del hospital, tenía más tiempo libre. Cuando llegaba la tranquilidad de la noche, yo me preguntaba frecuentemente: ¿Qué me han traído realmente tantos años de ir y venir? Solía creer que, al tener dinero, mi familia estaría feliz y segura, pero ese no era el caso en absoluto. Recordé mi vida hasta ese momento, mi marido vio que yo podía ganar dinero y no había trabajado durante casi treinta años; él pasaba días enteros apostando en salas de mahjong y también tuvo una aventura amorosa. Volvía a casa habitualmente a las tres o cuatro de la madrugada y yo me enojaba tanto que reñía con él todo el día e incluso llegábamos a las manos. Después de discutir, las lágrimas corrían por mis mejillas. Mi hija vio que yo podía ganar dinero y, desde temprana edad, se acostumbró a comer bien, vestir ropa de diseñadores y usar cosméticos de lujo. Desde joven, nunca se preocupó por las demás personas. Cuando ella se casó, le compré un nuevo apartamento y después quería un apartamento con ascensor y no le gustaba el coche que conducía y quería sustituirlo por uno nuevo… Mi hija y mi yerno deseaban más y más. Cuando yo no podía satisfacer sus exigencias, ellos me maldecían a mis espaldas… ¿Es esta realmente la vida que quiero? ¿Qué me ha traído realmente el dinero? ¿Felicidad? ¿Seguridad? ¿Felicidad familiar? ¡Ninguna de esas cosas! Y todos estos años yo he hecho tantas cosas imperdonables y siempre había un sentimiento de temor en mi corazón, miedo de que ocurriera un incidente medico algún día. Estas presiones invisibles no me dejaban respirar.
No sé cuántas veces he suspirado: Oh Cielo, ¿cuál es el sentido de que la gente viva? ¿Cuál es el significado de la vida? ¿Es seguro que tengo que ser una máquina de hacer dinero toda la vida? El dinero sólo puede traer felicidad momentánea, pero no puede traerme la felicidad real. Sólo me trajo vacío del alma, una conciencia culpable, humanidad degenerada y discordia en la familia. Yo estaba viviendo de una manera particularmente dolorosa e inútil, pero era incapaz de librarme de mis deseos interminables e incluso menos capaz de librarme de las leyes de supervivencia de esta sociedad malvada. Yo no sabía qué dirección tomaría ni durante cuánto tiempo podría sostenerme. Me sentía particularmente sola y siempre había un sentido de pérdida en mi corazón que nunca antes había experimentado. No sé cuántas veces quise encontrar un lugar donde no hubiera nadie para poder llorar…
Llega el evangelio de Dios y mi alma se despierta
No sé cuándo empezó mi hija a creer en Dios, pero un día ella dejó una copia del libro “El rollo abierto por el Cordero” en mi casa. Lo tomé, lo hojeé y de repente vi un pasaje: “Hay un enorme secreto en tu corazón. Nunca has sabido que está allí, porque has estado viviendo en un mundo sin una luz que ilumine la estancia. Tu corazón y tu espíritu han sido robados por el maligno. Tus ojos están cubiertos por la oscuridad; no puedes ver el sol en el cielo, ni las estrellas titilando en la noche. Tus oídos están obstruidos por palabras engañosas y eres sordo a la voz estruendosa de Jehová, y al sonido de las aguas que fluyen desde el trono. Has perdido todo lo que te pertenecía y todo lo que el Todopoderoso te había concedido. Has entrado en un mar infinito de amargura, sin tener fuerzas para ser rescatado, sin esperanzas de supervivencia, abandonado únicamente para luchar y para estar en ajetreos de aquí para allá… A partir de ese momento, estás condenado a verte aquejado por el maligno, mantenido alejado de las bendiciones del Todopoderoso, fuera del alcance de las provisiones del Todopoderoso, y te has embarcado en un camino sin retorno. Un millón de llamadas difícilmente pueden despertar tu corazón y tu espíritu. Duermes profundamente en las manos del maligno, quien te ha atraído engañosamente a un reino ilimitado, sin dirección, sin señales en la vía. De allí en adelante, has perdido tu pureza original, tu inocencia, y comenzaste a esconderte del cuidado del Todopoderoso. El maligno maneja tu corazón en todos tus asuntos y se convierte en tu vida. Ya no le temes, ya no lo evitas, ya no dudas de él. En vez de eso, lo tratas como al Dios en tu corazón. Comienzas a consagrarlo, a adorarlo, a ser inseparable como su sombra, y os comprometéis mutuamente el uno con el otro en la vida y en la muerte”.
“Todopoderoso tiene piedad de esta gente que sufre profundamente. Al mismo tiempo, Él está harto de esa gente que no tiene conciencia, porque Él tiene que esperar demasiado tiempo la respuesta de los humanos. Él desea buscar, encontrar tu corazón y tu espíritu. Él quiere darte alimento y agua y despertarte, para que ya no tengas sed, ya no tengas hambre. Cuando estés cansado y comiences a sentir la desolación de este mundo, no te sientas perplejo, no llores. Dios Todopoderoso, el Velador, acogerá tu llegada en cualquier momento. Él está velando a tu lado, esperando a que regreses, Él está esperando ese día cuando recobres tu memoria de repente, que te hagas consciente del hecho de que tu procedes de Dios, y que de alguna manera y en algún lugar, una vez te habías perdido, cayendo inconsciente al borde del camino y luego sin saberlo, haber tenido un padre. Luego tomas conciencia de que el Todopoderoso ha estado allí vigilando, esperando todo el tiempo tu regreso. Él anhela amargamente, esperando una respuesta que nunca llega. Su vigilancia no tiene precio y es por el corazón y el espíritu de los seres humanos. Tal vez esta vigilancia sea indefinida, y quizá esta vigilancia ya esté llegando a su fin. Pero tú debes saber exactamente dónde están tu corazón y tu espíritu en este instante” (‘El suspiro del Todopoderoso’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Estas palabras describían el dolor en mi corazón y estaban llenas del toque de trompeta de Dios para mí. Estas cálidas palabras consolaron mi corazón y me hicieron sentir como si yo hubiera encontrado un padre al que había perdido durante muchos años. Me conmoví hasta llorar. Pensé en esta vida de lucha por la fama y fortuna por cualquier medio y de destrucción de mi propia conciencia para ganar dinero. Sin embargo, cuando conseguí estas cosas, mi alma estaba vacía y lastimada, triste y desamparada. Yo también había tomado muchísimos riesgos para ganar dinero y había perdido mi conciencia en mi lucha por obtener beneficios. Vivía cada vez con más dolor y me encontraba a menudo bajo una elevada presión mental, lo que frecuentemente me provocaba insomnio por las noches. Los muchos años de trabajo duro no me habían traído la felicidad, sino que se habían cambiado por una familia rota y la desconfianza de los amados… En ese momento, con el libro en mis manos, recordando los momentos de tristeza que había pasado en este mundo, las lágrimas fluyeron sin control… En ese momento, recordé de pronto que mi hija había dejado ese libro allí, la llamé inmediatamente y le pedí que viniera a hablar conmigo. Mi hija volvió y vio el libro en mis manos y mis ojos rojos, parecía como si ella supiera lo que me estaba pensando y me dijo: “Mamá, sé que estás pasando mucho dolor. Puedo entender cómo te sientes ahora. Cree en Dios. Sólo Dios puede poner remedio a todo tu dolor. Yo también acabo de empezar a creer en Dios. Yo pretendía originalmente leer la palabra de Dios, entender algunas verdades y hablar después contigo, pero como tú viste las palabras de Dios hoy, este es el tiempo que Dios ha preparado para nosotras…”. Me compartió entonces la obra de los últimos días de Dios. A través de lo que me habló mi hija, supe que Dios había venido en los últimos días para declarar verdades que salven a las personas, es decir, para cambiar el carácter corrupto de las personas, para salvarlas completamente de las aflicciones de Satanás y hacer que vivieran bajo el cuidado y protección de Dios… Al rememorar este último período de tiempo en que mi hija ya no me había pedido dinero y que, por el contrario, era más considerada y atenta conmigo, yo vi que sólo Dios pudo hacer que ella cambiara de esta manera, yo estaba segura de que esta era la voz del Dios verdadero y acepté felizmente la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso.
Fuente del artículo: Iglesia de Dios Todopoderoso
Recomendación: reflexiones cristianas
No hay comentarios:
Publicar un comentario