El 25 y 26 de junio fueron días inolvidables. Nuestra región de Zhejiang experimentó un suceso enorme, en el que la mayoría de los líderes y los trabajadores de la región fueron tomados por el gran dragón rojo. Sólo unos pocos de nosotros salimos ilesos, con el corazón lleno de gratitud, hice un juramento secreto a Dios: cooperar de buena manera con el trabajo que seguía. Posteriormente, comenzamos con la agitada tarea de lidiar con las consecuencias. Y después de casi un mes, los arreglos ya estaban casi terminados. Ese mes fue muy caluroso, y si bien sufría físicamente, mi corazón estaba alegre porque el trabajo avanzaba sin problemas nada menos que delante de las narices del gran dragón rojo. Cuando la tarea estuvo terminada, inconscientemente me encontré en un estado de autosatisfacción al pensar lo inteligente que había sido al organizar el trabajo tan bien. ¡Qué trabajadora tan capaz era yo! Y fue en este momento que Dios hizo caer Su castigo y Su juicio sobre mí…
Una noche, algunas de nosotras, las hermanas, estábamos charlando. Una hermana sugirió que yo le escribiera a XX y a XX, me asignó algunas tareas y agregó una oración final: “No corras de un lado al otro, ahora es el tiempo de esconderse y de llevar a cabo tus devociones espirituales. Enfócate en las devociones espirituales y entra a la vida”. Tan pronto escuché esas palabras, mi corazón las rechazó: tengo que escribir cartas, tengo que trabajar. ¿Dónde está el tiempo para las devociones espirituales? Tú eres una persona recién llegada, yo soy de aquí, te estoy protegiendo al no dejarte salir e ir a trabajar, ¿y tú me criticas? Si yo me sentara en mi casa a hacer devociones espirituales todo el día como lo haces tú, ¿quién iría a hacer el trabajo? Hay que tener en cuenta la carga del trabajo cuando se asignan las tareas; y se debe tener en cuenta la situación antes de podarme… A la mañana siguiente, todos estaban comiendo, bebiendo y comunicando las palabras de Dios, pero yo estaba distraída, sin disfrutar de comer y beber. Todas las hermanas hablaban de su comprensión de las palabras de Dios, mientras yo permanecía en silencio. Esa hermana luego me preguntó: “¿Por qué no hablas?”. Le contesté malhumoradamente: “No tengo ningún entendimiento”. La hermana continuó: “Veo que no estás en un buen estado”. Le contesté sin pensar: “No he notado ningún problema”. Pero en realidad, mis pensamientos estaban a punto de explotar. Finalmente, no pude contenerlos por mucho tiempo más y le dije lo que me había estado molestando. Esa hermana escuchó y reconoció de inmediato que ella había sido impertinente y que no debería haberme asignado tareas como quiso. Pero eso no fue suficiente para que yo dejara de lado mi resistencia; al contrario, sentí que mi trabajo durante este período había sido poner la verdad en práctica, y que ella no debería haber dicho que yo no estaba en un buen estado. ¿Qué pensarían los líderes distritales que estaban cerca de nosotras? Luego la hermana continuó hablando: “Me preocupa, si sólo trabajas sin tener tiempo para tu propia entrada vas a degenerarte…”. Cuánto más hablaba ella, más me oponía y pensaba: ¿Me llamas degenerada? ¡Creo que estoy en un muy buen estado, no voy a degenerarme! Simplemente no estaba de acuerdo con su comunicación. Después del desayuno, salí a trabajar, estaba molesta y pensaba: Dejaré de ser líder, haré algunas tareas rutinarias y terminaré con todo esto. Si ella dice que soy degenerada y que no tengo entrada en la vida, ¿cómo puedo entonces liderar a otras personas? Cuánto más pensaba al respecto, mi espíritu decaía más, y pensaba: Cuando termine estas tareas, renunciaré. Entonces sentí todo el cuerpo débil, como si estuviese enferma. Me di cuenta de que mi estado estaba mal. Al regresar a casa, me presenté delante de Dios y oré: “Dios Todopoderoso, he sido muy arrogante y santurrona, no he amado la verdad, no fui capaz de aceptar Tu castigo ni Tu juicio, Tu trato ni Tu poda. Espero que me ayudes y que protejas mi corazón y mi espíritu, hazme capaz de obedecer Tu obra, que sea capaz de examinarme con sinceridad y de tener un verdadero conocimiento de mí misma”. Más tarde, vi las siguientes palabras: “Conocerte a ti mismo es: cuanto más sientes que lo has hecho bien y que has hecho lo correcto en determinado ámbito, que puedes satisfacer los propósitos de Dios en determinado ámbito, y que eres digno de alardear en dicho ámbito, te merece más la pena conocerte en estos ámbitos y profundizar en ellos para ver qué impurezas hay y qué cosas no pueden satisfacer los propósitos de Dios. […] Estas cosas sobre Pablo nos hacen una advertencia a cada uno de los creyentes: cuando sintamos que lo hemos hecho especialmente bien, o creamos que estamos dotados de un modo especial en algún aspecto, o sintamos que no necesitamos cambiar ni aceptar que se nos trate en algún aspecto, deberíamos intentar conocer más de nosotros mismos a ese respecto en particular. Esto se debe a que definitivamente no quieres profundizar en ámbitos que te parecen buenos, y no les prestarías atención ni las diseccionarías para ver si contienen cosas que se resisten a Dios” (‘Conocerte a ti mismo requiere que conozcas tus pensamientos y tus visiones profundamente arraigados’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Las palabras de Dios reflejaban mi corazón como en un espejo luminoso. Dios requiere que nos conozcamos a nosotros mismos al comprender dónde creemos que hacemos bien las cosas, dónde creemos que hacemos lo correcto; y requiere que nos conozcamos más a nosotros mismos en aquellos aspectos que pensamos que no necesitamos tratar. Al pensar en ese tiempo, veo que estaba llevando una carga. Mi trabajo estaba mostrando resultados y estaba manejando bien las grandes tareas, creía que estaba poniendo en práctica la verdad, que estas eran las entradas positivas y activas y que mi estado era muy bueno; así que no me presenté delante de Dios ni me examiné. Hoy, gracias al esclarecimiento de las palabras de Dios, me doy cuenta de que en ese tiempo estaba haciendo bien mi tarea, pero que mi naturaleza arrogante estaba desenfrenada. Creía que el resultado de mi trabajo se debía a mis esfuerzos, que era una trabajadora capaz. Estaba completamente autosatisfecha. En realidad, cuando recuerdo ese tiempo ahora, me doy cuenta de que sólo estaba trabajando, haciendo lo que era capaz de hacer bajo el liderazgo y la protección del Espíritu Santo, pero que no buscaba la verdad mientras lo hacía. No tenía entrada en la vida, y durante un tiempo, no tuve conocimiento de mí misma, no tuve conocimiento de Dios, ni tampoco la experiencia en la obra de Dios me daba un entendimiento claro sobre ningún aspecto de la verdad. Al contrario, me volví arrogante al punto de no escuchar a nadie, y le robaba la gloria a Dios por mi pequeña participación en Su gran obra. ¡El carácter satánico que revelé de esa forma había ofendido a Dios y fue suficiente para que Él me etiquetara pecadora! Pero a través de esa hermana, Dios me recordó hoy que me enfocara en las devociones espirituales, que evitara la degeneración. Sin embargo, seguí sin aceptarlo. Verdaderamente no sabía distinguir el bien del mal y era muy ignorante de mí misma. Al mismo tiempo, sentía que estaba en un terrible estado. Si Dios no hubiese levantado a esa hermana para señalar mi estado y hacer que me volviera a Él, habría seguido viviendo en la degeneración, ignorando que había perdido la obra del Espíritu Santo, y finalmente habría cometido algunas ofensas graves contra Dios. Me temo que hubiera terminado perdida. En ese momento, vi cuánta necesidad tenía del juicio de Dios y de ser tratada para estar protegida en el camino a seguir. Aunque, cuando el juicio y el castigo, la poda y el trato se acercaban, sentí que había sido desprestigiada y que esta era una dificultad, esta era la salvación de Dios. Estaba dispuesta a aceptar más de esta clase de obra de Dios.
Después de experimentar ese juicio y castigo, mi estado cambió. Mi conducta y mi comportamiento se volvieron más discretos, y entendí un poco sobre la obra de Dios, una obra incompatible con las nociones del hombre. Pero pronto, gracias a otra revelación de Dios, volví a ver que mi conocimiento era muy superficial. A principios de agosto, me promovieron a trabajar en la región. En ese momento, estaba muy animada e hice un juramento en secreto: Dios, gracias por Tu elevación y por darme tan gran comisión. No quiero fallar a Tu confianza en mí, y quiero hacer todo lo que esté a mi alcance, y espero que me guíes y me dirijas. Y así, me lancé a una agenda de trabajo ocupada. Cada día me enfrentaba con una pila de mensajes que tenía que responder, y dar orientación en cada uno de ellos. A menudo escribía hasta el amanecer, pero estaba alegre de hacerlo. A veces me enfrentaba a una situación que no entendía o que no era clara, y oraba a Dios y veía Su liderazgo y Su guía, y el trabajo funcionaba sin problemas. E, inconscientemente, me volví arrogante otra vez, pensaba: Soy bastante buena, soy una trabajadora capaz. Cierto día, me encontré con ciertas dificultades. No sabía cómo repartir los libros de la región, el trabajo estaba desorganizado, las cartas se enviaban y regresaban de manera lenta, y las cosas se estaban retrasando. Así que oré y reflexioné sobre cómo aclarar mi mente, y luego sentí que estaba claro: encontrar el enfoque que usaba antes del incidente, llenar todos los puestos que no estaban ocupados, y nombrar varios trabajadores distritales nuevos, y así el trabajo podía seguir con tranquilidad. Así que le escribí a mi líder para hacerle unas sugerencias y preguntarle si era factible o no. Mientras escribía la carta pensé que la líder seguramente iba a pensar que yo había asumido una carga y que era una trabajadora capaz. Esperé la respuesta esperando recibir su elogio. Unos días después, me alegré al recibir la respuesta, pero al abrir la carta y leerla me afligí. La líder no sólo no me había elogiado, sino que la respuesta estaba llena de trato y de poda para mí, y decía: “¡No tienes principios para hacer esto, quieres tener un perfil alto, y si continúas de esta manera vas a interrumpir la obra de Dios! Si los distritos pueden manejar su propio trabajo, déjalos, si no, tan sólo hazte a un lado. Deberías realizar con urgencia devociones espirituales y escribir artículos…”. En ese momento, estaba obsesionada con el bien y el mal y sentí que me habían maltratado: “¿Qué clase de líder es esta que no soluciona los problemas de los subordinados? Ha ocurrido un incidente en nuestra región, todo nuestro trabajo se ha desordenado: ¿No necesitamos acaso un poco de organización? Si los distritos manejan su propio trabajo, ¿qué sucederá con todas estas cartas? ¿No se debe revisar el material de las eliminaciones y expulsiones y los videos? Los hermanos y hermanas no saben cómo distribuir los libros de la región, y nos enfrentamos a una crisis, y ellos escriben mensajes para apresurar las cosas; ¿también se va a ignorar esto? Yo no quería un perfil alto, tan sólo quería desplegar nuestro flujo de trabajo…”. Fallé por completo en examinarme y estaba tan disgustada que me quejé con la hermana anfitriona, e incluso pensé: “Voy a renunciar, si no lo hago, soy una interrupción, he estado trabajando tan duro y sigo siendo una interrupción. ¿De qué vale?
Al día siguiente me puse delante de Dios y examiné lo que yo había revelado, y pensé cómo lo de arriba había dicho que el rechazo a ser tratado y podado mostraba un fracaso para amar la verdad, y las personas que no aman la verdad tienen una mala naturaleza. Así que deliberadamente leí “El principio de aceptar ser podado y tratado”. Vi que las palabras de Dios decían: “Algunas personas se vuelven pasivas después de haber sido podadas y después de haber pasado por el tratamiento; se sienten demasiado débiles para llevar a cabo su deber y pierden su fidelidad y devoción. ¿Por qué ocurre esto? En parte se debe a la falta de consciencia que las personas tienen respecto a la esencia de sus actos, cuyos resultados son no aceptar la poda ni pasar por el tratamiento. Se debe, asimismo, en parte, a que las personas no han entendido la relevancia que estas cosas tienen, y creen que son una señal de la determinación de su resultado. Como consecuencia, las personas creen erróneamente que si tienen alguna fidelidad y devoción hacia Dios, no será posible que tengan que pasar por el tratamiento y la poda; aplicarles el tratamiento no puede ser la justicia de Dios. Semejantes malentendidos provocan que muchas personas no sean fieles ni dedicadas a Dios. De hecho, todo se debe a que las personas son demasiado engañosas; no quieren sufrir dificultades; quieren lograr las bendiciones por la vía fácil. No son conscientes de la justicia de Dios. No es que Dios no haya hecho algo justo o que Él no hará algo justo, sino tan sólo que las personas nunca piensan que lo que Dios hace es justo. A los ojos humanos, si la obra de Dios no se conforma a la voluntad del hombre o si no está al nivel de lo que ellos esperan, significa que Él no es justo. Las personas nunca se dan cuenta cuando hacen algo que no es adecuado ni se conforma a la verdad; nunca se dan cuenta de que se están resistiendo a Dios” (‘El significado de que la actuación del hombre determina su resultado’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Las palabras de Dios dejaron expuesta mi realidad interna. No aceptaba ser podada ni tratada porque no conocía la naturaleza de lo que hacía. Pensaba que no había nada malo en lo que hacía, pero mi trabajo y el cumplimiento de mi deber hacía tiempo que se habían desviado de las disposiciones de la obra, sin embargo, yo pensaba que estaba mostrando una lealtad completa. Recordaba que el de arriba había dicho que “Vosotros no necesitáis preocuparos por los problemas generales […], no es necesario que alguien los solucione […]. No hay necesidad de una atención especial, un líder de base puede manejarlo”. Lo de arriba no quería que nosotros tratáramos con problemas generales, mientras que mi visión era que todas las preguntas que venían de abajo tenían que recibir guía y respuesta, sin importar cuán grande fuera el asunto. Sólo podía calmarme y realizar las devociones espirituales si los problemas se manejaban. Al enfrentar los hechos, vi que no me había sometido absoluta e incondicionalmente a la disposición de arriba, y por ese motivo costaba seguir el ritmo de la nueva tendencia de la obra del Espíritu Santo. Tenía demasiadas preocupaciones que no podía dejar y era arrogante al punto de no tener sentido. Dios estaba usando a la coordinadora para tratar con las cosas en mi interior que no estaban alineadas con la voluntad de Dios, así conocería mi naturaleza de oponerme y traicionar a Dios y a la nueva tendencia de la obra del Espíritu Santo y la voluntad de Dios: las devociones espirituales y las autoevaluaciones deberían ser lo principal, y no debería enfocarme sólo en el trabajo. Pero, no me di cuenta de que la naturaleza de mis actos iba en contra de los requerimientos de lo de arriba, e iba en contra y resistía a Dios. Estaba obsesionada con lo bueno y lo malo. Fallé al entender el espíritu, fallé al entender la obra de Dios. Luego, volví a recordar la comunicación del hombre: “No importa qué persona, qué líder, qué trabajador trate conmigo y me pode, no importa si coincide por completo con los hechos. Siempre y cuando coincida de forma parcial lo acepto y obedezco, lo acepto completamente; no ofrezco explicaciones ni digo que acepto un porcentaje de ello pero no el resto, y al hacerlo demuestro que me someto a la obra de Dios. Si no te sometes de esta manera a las palabras y a la obra de Dios, te será difícil obtener la verdad, te será difícil entrar en la realidad de las palabras de Dios” (‘Cómo obtener resultados al comer y beber las palabras de Dios’ en “Comunicar y predicar acera de la entrada a la vida (I)”). Sí, aún si las palabras de la coordinadora no coincidían por completo con mi situación, yo debía someterme a ellas y aceptarlas. Y en cualquier caso, hacía tiempo que el cumplimiento de mi deber iba en contra de los arreglos de lo de arriba y de la obra del Espíritu Santo. ¿No debería haberme sometido, aceptado y cambiado más rápido? Luego, deliberadamente hice mi mejor esfuerzo para cumplir con los requerimientos de arriba y, cuando había mejorado un poco y me había calmado para involucrarme en devociones espirituales, para practicar la escritura de artículos, vi que Dios mismo estaba protegiendo la obra de Dios, y que todo funcionaba de forma normal, sin retraso.
Estas dos situaciones de castigo y juicio, de ser podada y tratada fueron dificultades, pero me dejaron un mayor entendimiento de mí misma y cambiaron rápidamente mi estado. Poco después, vi que las palabras de Dios decían: “Su esencia es buena. Es la expresión de toda la belleza y bondad, así como de todo el amor” (‘La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial’ en “La Palabra manifestada en carne”). “Te maldice para que lo ames y para que conozcas la esencia de la carne; te castiga con el propósito de que despiertes, para permitirte que conozcas las deficiencias que hay dentro de ti y para que conozcas la total indignidad del hombre. Por consiguiente, las maldiciones de Dios, Su juicio y Su majestad e ira, todo es con el fin de hacer perfecto al hombre. Todo lo que Dios hace en la actualidad, y el justo carácter que deja claro dentro de vosotros, todo es con el fin de hacer perfecto al hombre y ese es el amor de Dios” (‘Sólo al experimentar pruebas dolorosas puedes conocer el encanto de Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”). No pude evitar suspirar: Sí, Dios es la expresión de toda la belleza y la bondad, Su esencia es belleza y bondad, Su esencia es amor, así que todo lo que viene de parte de Dios es bueno y bello, ya sea juicio, ya sea castigo, o si las personas, los acontecimientos o las cosas a nuestro alrededor son utilizadas para podarnos o tratar con nosotros, eso se puede sentir como una dificultad o un ataque a la carne del hombre, pero lo que Dios hace es para beneficiar nuestras vidas, es salvación y amor. Pero no entendí a Dios ni Su obra, ni tampoco vi Sus buenas intenciones. Al enfrentarme al juicio y al castigo, al ser podada y tratada, me resistícon abandonar mi deber, incapaz de aceptar esto de parte de Dios, como si la gente me causara problemas. A través de las dos revelaciones de Dios, vi que a pesar de haber bebido y comido de Su palabra durante muchos años, de haber escuchado tantos sermones, mi impulso por rebelarme cuando me enfrentaba al juicio y al castigo, al ser tratada y podada, era poderoso y lo rechazaba por completo. Pude ver que a pesar de creer en Dios todo este tiempo, mi carácter no había cambiado, la naturaleza de Satanás estaba profundamente arraigada, una naturaleza de resistencia y traición a Dios, y me había vuelto una fuerza que se oponía a Dios. De repente, me di cuenta de que necesitaba el juicio y el castigo, necesitaba ser podada y tratada. Sin esta clase de obra de parte de Dios no hubiera visto mi verdadero rostro, no hubiera tenido un verdadero conocimiento de mí misma, mucho menos me hubiera dado cuenta de cuán profundamente arraigada estaba la naturaleza de Satanás dentro de mí. Sólo ahora comprendo por qué Dios dice que una humanidad depravada es Su enemiga, y que somos descendientes de Satanás… Esto fue revelado a través del juicio y el castigo de Dios, de la poda y del trato conmigo, y es lo que he aprendido de ese proceso. Al contemplar las palabras de Dios, mi corazón se esclareció. Vi cómo Dios planea cuidadosamente para que yo experimente Su obra, para que entre en la realidad de la verdad, y me lleva hacia el verdadero camino de la vida. Dios me levanta y me trata amablemente. También pude darme cuenta de que todo lo que Dios hace por el hombre es amor. El juicio y el castigo de Dios, la poda y el trato son la necesidad más grande del hombre y la mejor salvación.
Fuente: Relámpago Oriental
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