Nací en el seno de una familia campesina de pocos recursos. He sido sensata desde niña, en cuanto a que nunca me peleaba con otros niños y que obedecía a mis padres, lo cual me convirtió en una “niña típica” frente a los ojos de los adultos. Los demás padres envidiaban mucho a los míos. Decían que eran muy afortunados por tener una hija tan buena. Y de esa manera, crecí todos los días escuchando los elogios de las personas que me rodeaban. Cuando estaba en la escuela primaria, mis notas académicas eran especialmente buenas, y siempre estuve en primer puesto en los exámenes. En una oportunidad, recibí notas excelentes en un concurso de ensayos que se llevó a cabo en mi pueblo, obteniendo honores para mi escuela. El director no sólo me entregó un premio y un certificado, sino que también me alabó frente a toda la escuela y le pidió a los alumnos que aprendieran de mí. Súbitamente, me convertí en la “celebridad” de la escuela, y mis compañeros de clase hasta me pusieron un apodo: “generala siempre victoriosa”. Los cumplidos de mis maestros, la envidia de mis compañeros, y el cariño de mis padres hicieron que tuviera un sentimiento de superioridad en mi corazón, y realmente disfruté el hecho de sentirme admirada por todos. Por consiguiente, creí firmemente que el mayor gozo de la vida era la admiración de los demás, y que el sentimiento de felicidad provenía de la alabanza de los demás. Me dije secretamente a mí misma: sin importar de cuán difícil y agotador sea, debo convertirme en alguien con fama y estatus, y nunca ser despreciada por los demás. A partir de entonces, los aforismos tales como, “Un ganso salvaje deja una voz; un hombre deja una reputación”, y “Los hombres siempre deberían esforzarse por ser mejores que sus contemporáneos”, se convirtieron en los lemas de mi vida.
No obstante, cuando tenía 13 años, mi padre se enfermó gravemente y tuvo que ser hospitalizado, lo que colocó a nuestra ya pobre familia en una posición de serias deudas. Cuando vi a mi padre gimiendo de dolor por su enfermedad y a mi madre agotándose por mantenernos, me sentí tan mal que deseé poder crecer rápidamente para poder compartir su angustia y su dolor. Así que tomé la dolorosa decisión de dejar la escuela, pensando: incluso si no voy a la escuela, no puede irme peor que a los demás. Seré una mujer fuerte y exitosa cuando crezca, y ¡aún me quedará tiempo para vivir una vida maravillosa! Debido a mi excelencia académica, era una especie de “pequeña celebridad” en mi vecindario. Por lo tanto, cuando se difundieron las noticias de que dejaría la escuela, los aldeanos comenzaron a hablar sobre ello, diciendo: “¡Esta niña es muy tonta! ¡Dejar la escuela destruirá su futuro!” y “¡Nadie respeta a las personas que no tienen educación! ¡Ella sufrirá dificultades y pobreza durante toda su vida! Como alguien que estaba acostumbrada a recibir elogios desde niña, el sentimiento de tristeza de que “El fénix caído es inferior a la gallina” me invadió de repente. Tuve miedo de salir, miedo de conocer gente, miedo de sentir que me desacreditaran. Para impedir ese dolor, casi no puse un pie fuera de casa durante dos años enteros, y estaba taciturna todo el tiempo. Al mismo tiempo, mi deseo de convertirme en una mujer fuerte y exitosa cobraba cada vez más fuerza, así que después de otros dos años, salí para comenzar a trabajar. Trabajé en muchas cosas, pero las abandonaba en seguida porque sentía que la tarea era demasiado estresante y agotadora, o bien, el salario era demasiado bajo o el jefe no era agradable. Luego de haber fracasado una y otra vez, me sentí muy desalentada y sentí que mi sueño de convertirme en una mujer fuerte y exitosa estaba muy lejos de convertirse en realidad.
En 2005, tuve el privilegio de aceptar la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Desde entonces, mi estilo de vida e incluso mi vida entera han cambiado por completo. Vi en la palabra de Dios: “La suerte del hombre está controlada por las manos de Dios. Tú eres incapaz de controlarte a ti mismo: a pesar de que siempre anda con prisas y ocupándose para sí mismo, el hombre permanece incapaz de controlarse. Si pudieras conocer tu propia perspectiva, si pudieras controlar tu propio sino, ¿seguirías siendo una criatura?” (‘Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las poderosas palabras de Dios tocaron profundamente mi corazón, haciéndome entender que el destino de cada uno está en Sus manos y que de ninguna manera está controlado por las personas en sí mismas, y sin importar de qué época sea, las personas no pueden escapar a la soberanía de Dios ni a Sus planes, y deben ser obedientes bajo la soberanía y los planes de Dios. Esta es la única forma en que las personas tendrán un buen destino. En qué tipo de familia nací, cuán culta soy, si mi vida es pobre o rica… todas estas cosas están predeterminadas por Dios. No es algo que mi mente o mis capacidades puedan cambiar. Estaba determinada para ser una mujer fuerte y exitosa con todo mi corazón y mi alma, pero a pesar de soportar dificultades y sufrimiento, ni siquiera tenía un trabajo estable. Esto me obliga a admitir que aquello que quiero no siempre puede lograrse a través de trabajo duro, y todavía debe depender de que si es permitido por Dios, y si el sendero que recorro ha sido predestinado por Dios. De no ser así, no importa qué precio pague habrá sido en vano. Después de haber entendido la voluntad de Dios, ya no estuve frustrada por mis experiencias y ya no me importaba lo que las otras personas dijeran. En su lugar, hice una determinación de creer en Dios y seguir la verdad apropiadamente y vivir una vida significativa. Después de eso, seguí leyendo las palabras de Dios todos los días, y oraba, cantaba himnos, y asistía a reuniones con hermanas y hermanos. Debido a mi relativamente rápida comprensión de la verdad y a mi búsqueda apasionada, me gané el aprecio de la hermana quien me estaba regando, lo cual me hizo sentir halagada por dentro. Luego de entrar a la iglesia, oí decir a los líderes que yo debía ser el foco de su cultivo, algo que me dificultó restringir la alegría de mi corazón e incluso me alentó aún más en mis pasos. Así que me dije a mí misma: ¡debo ir en busca con todo mi corazón y toda mi alma! No puedo desilusionar a los líderes de la iglesia. Incluso si es por mi buena reputación, debo trabajar arduamente para poder traer aquí la fama y el estatus que me eludieron en el mundo externo. En ese momento, no me importaba en absoluto la voluntad de Dios. Lo único que ocupaba mi mente era la fama, la fortuna y el estatus justo frente a mí, como un halo deslumbrante constantemente saludándome con la mano.
Al poco tiempo, realicé el deber de regar a los nuevos creyentes de la iglesia. Con el objetivo de obtener grandes elogios de las hermanas y los hermanos, y de estar a la altura del cargo del “foco de cultivo”, decidí hacer mi deber lo mejor posible. Pensé que mientras las hermanas y los hermanos me aprobaran, entonces a Dios también naturalmente, le gustaría. Debido a “mi arduo trabajo y mis esfuerzos”, finalmente logré cumplir mi sueño después de un período, ganándome los elogios y el aliento de los hermanos y las hermanas. No podía dejar de pensar: el hecho de que tantas hermanas y hermanos hubieran aprobado eso de mí, debía significar que yo era mejor que otras personas. Si lo supieran los líderes de la iglesia, por cierto me ascenderían y me colocarían en una posición importante. Luego, mi futuro estaría lleno de un potencial ilimitado. Puesto que vivía en complacencia y satisfacción propia, subconscientemente comencé a realizar mi deber de un modo meramente formal y dejé de regar a nuevos creyentes con diligencia. Como resultado de ello, algunos de los nuevos creyentes no pudieron recibir un riego verdadero y vivieron en negatividad y debilidad. Me sentí muy molesta al ver la situación y pensé: recorrí un largo camino para adquirir el “honor” que tengo hoy. ¿Cómo puedo dejar que los nuevos creyentes sigan estando así? Si los líderes de la iglesia lo descubren, por cierto dirán que no soy capaz e incluso podrían suspender mi deber también. ¿No recaería toda la culpa sobre mí, entonces? Debo hacer algo para darle vuelta a esta situación. En los días siguientes salí todos los días para apoyar a los nuevos creyentes. En ocasiones, en aras de un solo encuentro, debía escalar altas montañas, y caminar de tres a cuatro horas entre ida y vuelta, pero no me sentía mal por eso. Al cabo de un mes, estaba agotada, pero puesto que no tenía la obra del Espíritu Santo, mi comunicación con la palabra de Dios era aburrida y seca, y como resultado, la situación de los nuevos creyentes no cambió de manera oportuna. Esto me torturaba tanto que me dio dolor de cabeza, pero aún así no me daba cuenta de que debía ir ante Dios para auto-reflexionar. Debido a la falta de efectividad a largo plazo de mi obra, lo que ocasionó daño en la vida de los nuevos creyentes, finalmente me enviaron a casa. El momento en que llegué a mi casa, era como cayendo del cielo a la tierra. Todo mi cuerpo se sintió adolorido y débil. Recordé cómo tantas hermanas y hermanos me admiraban en el pasado, y sin embargo ahora había caído a tal punto. ¿Cómo me mirarían las hermanas y los hermanos si lo descubrieran? Cuanto más pensaba en esto, más me sentía incapaz de enfrentarme a los hermanos y hermanas, así que me negué a ir a reuniones, y en cambio me quedaba en casa todos los días, llorando. Interiormente, agonizaba. Un día, vi las palabras de Dios: “En vuestra búsqueda tenéis demasiadas nociones individuales, esperanzas y futuros. La obra presente es para tratar con vuestro deseo de estatus y vuestros deseos extravagantes. Las esperanzas, el deseo de[a] estatus y las nociones son, todos ellos, representaciones clásicas del carácter satánico. […] Durante muchos años, los pensamientos en los que se han apoyado las personas para sobrevivir han corroído sus corazones hasta el punto de volverse asustas, cobardes y despreciables. No sólo carecen de fuerza de voluntad y determinación, sino que también se han vuelto avariciosos, arrogantes y obstinados. Carecen absolutamente de cualquier determinación que trascienda el yo, más aún, no tienen ni una pizca de valor para sacudirse la esclavitud de esas influencias oscuras. Los pensamientos y la vida de las personas están podridos, sus perspectivas de creer en Dios siguen siendo insoportablemente feas, e incluso cuando las personas hablan de sus perspectivas de la creencia en Dios, sencillamente es insoportable de oír. Todas las personas son cobardes, incompetentes, despreciables, a la vez que frágiles. No sienten repugnancia por las fuerzas de la oscuridad ni amor por la luz y la verdad, sino que hacen lo máximo por expulsarlas” (‘¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?’ en “La Palabra manifestada en carne”). Fue sólo a través de la revelación categórica de las palabras de Dios que me di cuenta de que mi visión sobre la creencia en Dios había sido errónea desde el principio. Quería utilizar mi creencia en Dios para lograr la fama, la fortuna y el estatus que no logré obtener en el mundo, y pensé absurdamente: sería ascendida a una posición elevada si ganara la alabanza de las hermanas y los hermanos, y luego también le gustaría a Dios y Él me alabaría. Bajo el dominio de esos pensamientos, me volví débil y despreciable. Cuando las hermanas y los hermanos me alababan, me sentía plena de confianza, pero una vez que perdía esas cosas, inmediatamente me sentía desalentada y deprimida, negativa y en retroceso. ¿En qué se parecía esto a creer en Dios? ¡Sólo creía en fama, fortuna y estatus! La intención de Dios no era la de capacitarme para convertirme en un maravilloso talento en servicio, y además no era para que yo me aprovechara de llevar a cabo mi deber, con el fin de satisfacer mis deseos personales. En cambio, Él esperaba que yo, a través de llevar a cabo mi deber, descubriera mis deficiencias y experimentara las palabras y la obra de Dios, y que así comprendiera y adquiriera más verdad, y finalmente recibiera la salvación de Dios. Al mismo tiempo, también era para que utilizara mis propias experiencias y entendimiento de la verdad para brindarlas a las hermanas y los hermanos quienes eran nuevos creyentes en Dios, y ayudarlos a tender un cimiento de un camino verdadero para que pudieran entrar al camino correcto de creer en Dios tan pronto como fuera posible. Sin embargo, nunca fui tras las intenciones de Dios como siempre me esforcé por la fama y el estatus, y por mis ambiciones personales. Al final, no recibí para nada la obra del Espíritu Santo, de manera tal que no importaba cuánto esfuerzo le dedicara, no podía regar adecuadamente a los nuevos creyentes. Después de que me dijeron que dejara de realizar mi deber, me volví excesivamente negativa y malentendí las intenciones de Dios, pensaba que no tenía esperanza alguna de recibir la salvación. Fue en ese momento que repentinamente recordé las palabras de Dios: “No me importa lo meritorio que sea tu trabajo duro, lo impresionantes que son tus cualificaciones, lo cerca que Me sigas, lo renombrado que seas ni cuánto haya mejorado tu actitud; mientras no hayas hecho lo que Yo he exigido, nunca podrás conseguir Mi aprobación” (‘Las transgresiones llevarán al hombre al infierno’ en “La Palabra manifestada en carne”). “El que se busque con sinceridad no lo determina cómo los demás lo juzguen o cómo la gente a su alrededor lo vea, sino por cómo el Espíritu Santo obra en uno y por si uno tiene la presencia del Espíritu Santo, y todo esto se determina más por si su carácter cambia y por si tiene el conocimiento de Dios después de experimentar la obra del Espíritu Santo por un cierto periodo […]” (‘Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo’ en “La Palabra manifestada en carne”). En las palabras de Dios comprendí Sus intenciones y demandas. Resultó que mi creencia anterior acerca de un estatus superior significaba un futuro más prometedor y más alabanza de Dios. Estaba midiendo la obra de Dios desde una perspectiva terrenal, no podría ser más errónea. Dios mide y determina el final de cada uno de nosotros sin basarse en el estatus, la posición o la cantidad de trabajo que hemos hecho, sino si hemos obtenido la verdad y si hemos logrado un cambio de carácter. Si uno no la ha obtenido ni lo ha logrado a través de la obra de Dios, entonces cuán alto es su estatus o cuántas personas lo apoyen se vuelve insignificante. No sólo no recibirá la aprobación de Dios, sino que también será odiado, rechazado y condenado por Dios. Sólo por el hecho de prestar atención a conocerlo a sí mismo y a Dios mientras lleva a cabo su deber, y usando sus propias experiencias para regar y apoyar a las hermanas y los hermanos, podrá resolver los problemas reales, encontrar un camino para conducir a las hermanas y a los hermanos, y hacer que su trabajo sea eficaz. Alguien como yo, —que en absoluto pretendía entrar ni transformarse mientras trabajaba, sino que perseguía ciegamente la fama, la fortuna y el estatus—, al final sólo perjudicó a cada vez más hermanos y hermanas y terminará eliminado. Cuando pensaba en esto, comprendí que el hecho de que la iglesia detuviera mi deber fue un entorno establecido por Dios, que apuntaba a mis malas intenciones y deseos, así como también a mi naturaleza corrupta, de manera tal que yo pudiera reflexionar y conocerme a mí misma, cambiar mis ideas malas sobre la búsqueda y seguir por el camino correcto de ir tras la verdad tan pronto como fuera posible. En ese momento, sentí verdaderamente el amor, el cuidado y el pensamiento de Dios y no pude evitar orarle a Dios: “¡Oh, Dios! Gracias por darme Tu gran amor. Solía no comprender Tus intenciones y pensaba que la posesión de fama, fortuna y estatus, garantizaría Tu aprecio. Esto hizo que no me importara para nada entrar en la verdad durante mi trabajo. Todo lo que hice fue seguir ciegamente la fama y la fortuna, que está completamente distante de Tus requisitos. Por la iluminación de Tu palabra, ahora comprendo Tus requisitos. Ya no actuaré en directa contravención de Tu obra como lo hice en el pasado. Voy a ir tras el cambio de carácter y seguiré el camino correcto de ir tras la verdad”.
Poco después, la iglesia dispuso que yo regara a los nuevos creyentes, y también hizo que viviera junto a una joven hermana. Ella tenía una personalidad franca y apasionada, así que pensé: ya que yo soy introvertida y no me gusta hablar mucho, y ella es extrovertida y habla sin reservas, podríamos hacer uso de esta oportunidad para aprender de las virtudes de cada una y compensar nuestras debilidades. Aunque pensaba de este modo, continuaba habiendo conflictos y malos entendidos en nuestras interacciones reales. A fin de poder cambiar la situación, comencé a hablar y a actuar con mayor cautela, temiendo que pudieran producirse más incidentes desagradables. La joven hermana por lo general iba a trabajar. Viéndola tan ocupada todo el tiempo, decidí ocuparme de todas las tareas domésticas para darle una buena impresión y ayudar a mantener nuestra relación. Nunca esperé que varios meses después, nuestra relación se volviera aún más tensa, algo que me pareció especialmente deprimente y doloroso. Sin embargo, no hice ninguna introspección ni reconocí mi corrupción y, en cambio, concentré mi atención en la joven hermana, pensando que era una persona con la cual era difícil convivir y demasiado irracional. Un día, cuando volvió de trabajar y me vio haciendo las tareas domésticas, dijo bruscamente que yo estaba haciéndolo sólo por celos. Al oírla, ya no pude detener mis lágrimas de angustia. En ese momento, realmente quise irme de inmediato y no regresar jamás. Pero luego pensé en que la hermana era más joven que yo, y que no había creído en Dios durante mucho tiempo. Si no podía hacerme a un lado, y seguía sintiendo rencor hacia la hermana, entonces, ¿cómo me verían los líderes de la iglesia y otras hermanas y hermanos? Dirían que no mostré nada de amor por la joven hermana y que fui irresponsable. ¿Cómo podría enfrentarlos, entonces? Enfrentándome con tal situación, realmente no tenía ni idea de cómo hacerlo. Con dolor, fui ante Dios a orar: “¡Oh, Dios! Estoy tan adolorida. Es como si hubiera grandes piedras pesadas sobre mí, imposibilitándome tener la fuerza para escapar. Pero creo que Tus buenas intenciones deben residir en esta situación que ha recaído sobre mí. Sólo te ruego que me esclarezcas para que yo pueda comprender Tus intenciones y aprender la lección que debo aprender”. Poco después de orar, una hermana me encontró, entonces le abrí mi corazón y le conté mi condición. Después de escucharme, la hermana dijo: “toda la obra de Dios está destinada para salvar a la humanidad, y todas las situaciones que recaen sobre nosotros tienen la intención de capacitarnos y perfeccionarnos. Si tenemos esas cosas negativas dentro de nosotras, significa que aún tenemos algunas toxinas satánicas dentro de nosotros que son odiadas por Dios. Dios nos perfeccionará y nos cambiará a través de estas situaciones…”. Cuando la hermana se fue, di vueltas en la cama y no lograba dormirme, pensando: ¿Qué perfecciona y cambia Dios en mí? Por lo tanto, me levanté y leí la palabra de Dios: “[…] puedes discernir la naturaleza de un hombre y a quién pertenece éste a partir de su visión de la vida y de los valores. Satanás corrompe a las personas mediante la educación y la influencia de los gobiernos nacionales, los famosos y los grandes. Sus mentiras y sinsentidos han pasado a ser la vida y la naturaleza del hombre. ‘El Cielo destruye a los que no buscan sus propios intereses’ es un conocido dicho satánico que ha sido infundido en todos y que ha pasado a ser la vida humana. Algunas otras palabras de la filosofía vital también son así. […] Sigue habiendo muchos venenos satánicos en la vida de las personas, en sus hechos, en su conducta y en sus tratos con los demás —no hay una pizca de verdad en ellos—; por ejemplo, sus filosofías vitales, sus máximas para el éxito o sus formas de hacer las cosas. Todas las personas están llenas de los venenos del gran dragón rojo, y todas proceden de Satanás. Así pues, todo lo que fluye a través de los huesos y la sangre de las personas son cosas de Satanás” (‘Cómo conocer la naturaleza del hombre’ en Registros de las pláticas de Cristo). Mientras contemplaba las palabras de Dios, me sumergí en un pensamiento: en el transcurso de estos últimos meses, ¿por qué he estado viviendo con tanta depresión y dolor? ¿Por cuáles toxinas de Satanás está siendo dominado mi comportamiento? Bajo la iluminación de Dios, sentí que mi corazón gradualmente cobraba brillo, haciendo que me diera cuenta de que el motivo por el cual siempre le presté tanta atención a la fama y al estatus era por la influencia y la confusión de las toxinas de Satanás tales como: “Un ganso salvaje deja una voz; un hombre deja una reputación”, “Un árbol vive con su corteza; un hombre vive con su rostro”, y “Vivo, sé hombre entre los hombres; muerto, sé alma entre las almas”. Estas toxinas satánicas, involuntariamente, se convirtieron en las pautas de mi conducta y en las metas de mi vida, haciéndome creer falsamente que sólo la fama y el estatus podrían hacer que la vida fuera significativa y valiosa. Fue el predominio de esas toxinas, lo que hizo que me ocupara tanto de mi rostro y mi vanidad, así como también sobre lo que los demás pensaban de mí. Todo lo que hice y dije era para mantener mi imagen y estatus en los corazones de otras personas. Tan pronto como algo afectaba mi rostro o mi vanidad, me sentía adolorida y atormentada. Todo este sufrimiento y amargura se debía a Satanás. Recordé que desde que fui a vivir con la joven hermana, siempre me hube llevado bien con ella con cautela, para darle una buena impresión, temerosa de dejarle una mala, si decía o hacía algo indebido. Estaba entonces viviendo sumisamente y actuando como una tonta. Cuando la joven hermana trató conmigo, no aproveché la oportunidad para conocerme a mí misma, sino que estaba llena de opiniones y prejuicios contra la hermana porque no quería quedar mal, e incluso quería escapar de este entorno. Para preservar mi imagen y mi rostro, no me atreví a hablar francamente con la joven hermana incluso cuando a veces la veía revelar un poco de corrupción o hacer algo incompatible con la verdad, temiendo que la pudiera ofender y ocasionar que nuestra relación fuera cada vez más lejana… No obstante, estas toxinas de Satanás me hicieron cada vez más hipócrita y astuta, lo que convirtió mi vida en algo muy agotador y amargo. Realmente deseaba poder romper y salir de esta jaula oscura y arrancarme el rostro falso, para poder vivir con total libertad y alivio, pero no podía hacerlo sola, así que me arrodillé ante Dios y le abrí mi corazón: “¡Oh Dios! Solía tratar la alabanza y la fama como un tipo de gozo. Ahora veo que estaba equivocada. Ir tras esas cosas no es un disfrute maravilloso sino dolor, depresión, esclavitud y restricción. Ahora también veo con claridad que fueron las filosofías de Satanás, las que me engañaron y me controlaron, haciendo que persiguiera la fama, la fortuna y el estatus, así como también el rostro y la vanidad. Todo mi dolor había sido traído por Satanás. ¡Oh, Dios! Realmente ya no quiero vivir bajo las filosofías de Satanás. Ruego por Tu salvación. Muéstrame el camino correcto de la práctica, y dame la confianza y el poder para atravesar la trampa de Satanás y actuar de acuerdo a Tus requisitos”. Después de la oración, sentí un alivio sin precedentes. Al mismo tiempo, me di cuenta de que sólo podía resolver mi carácter corrupto por medio de la búsqueda de la verdad. Luego, vi el siguiente pasaje de la palabra de Dios: “Si no te enfocas en tus relaciones con las personas, sino que mantienes una relación normal con Dios, si estás dispuesto a darle tu corazón a Dios y a aprender a obedecerlo, de una manera muy natural, tus relaciones con todas las personas serán normales. De esta manera, estas relaciones no se establecen en la carne sino sobre el fundamento del amor de Dios. Casi no hay interacciones que se basen en la carne, pero en el espíritu hay comunión así como amor, consuelo y provisión de los unos para los otros. Todo esto se hace sobre el fundamento de un corazón que complace a Dios. Estas relaciones no se mantienen por confiar en una filosofía de vida humana, sino que se forman de una manera muy natural por medio de la carga de Dios. No requieren del esfuerzo humano; se practican a través de los principios de la palabra de Dios. ¿Estás dispuesto a ser atento con la voluntad de Dios? […] ¿Estás dispuesto a darle tu corazón por completo a Dios, y no pensar en tu posición entre las personas?” (‘Es muy importante establecer una relación normal con Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios señalaban un modo de práctica claro para mí, y consistía en practicar ser una persona honesta y no preocuparme más por la fama y la fortuna, ni mantener mi imagen y mi estatus en los corazones de las personas. En cambio, debía entregar mi corazón a Dios, exaltar y dar testimonio de las palabras de Dios en todo, practicar la verdad y obedecer a Dios. De ese modo, podré establecer una relación normal con Dios. El hecho de tener una relación normal con Dios, también resulta naturalmente en las relaciones normales con otras personas. Por ende, decidí privadamente actuar de acuerdo a las palabras de Dios y desechar gradualmente mi carácter corrupto. Desde entonces, me he comunicado conscientemente a menudo con la joven hermana y hemos leído juntas las palabras de Dios. Si encontrábamos problemas en la ejecución de nuestros deberes que no podíamos resolver, orábamos a Dios juntas y buscábamos respuestas en las palabras de Dios. Nos llevábamos muy bien. Antes de darme cuenta, el peso sobre mi cuerpo y la depresión en mi corazón se evaporaron y una sonrisa muy esperada apareció en mi rostro. Había experimentado verdaderamente el alivio y el goce que trajo la práctica de las palabras de Dios. Sinceramente agradezco a Dios por salvarme.
Después de estos pocos meses de doloroso refinamiento, finalmente comprendí por qué Dios no nos permitía usar filosofías de vida para mantener relaciones con otras personas. Se debe a todas esas filosofías de la vida y a los así llamados dichos que son toxinas que Satanás implanta en las personas, y son herramientas que Satanás utiliza para esclavizar y dañar a las personas. Estas filosofías satánicas sólo pueden hacer que las personas generen división, conflicto y muerte y solamente pueden traer depresión y dolor. Esto se debe a que Satanás mismo es corrupción y división y sólo las palabras de Dios y lo que Él requiere de las personas pueden permitirles llegar a la paz entre sí. Sólo viviendo en las palabras de Dios y de acuerdo a Sus palabras las personas pueden zafarse de las influencias oscuras de Satanás y vivir en completa libertad y alivio ante Dios. Al mismo tiempo, también vi que el hecho de vivir junto a la joven hermana había sido un plan maravilloso de Dios, que se estableció apuntando a las toxinas profundamente arraigadas de Satanás dentro de mí y mis necesidades prácticas. Si Dios no hubiera obrado de este modo, nunca hubiera podido reconocer lo que el alcance de las toxinas satánicas dañinas, tales como: “Un ganso salvaje deja una voz; un hombre deja una reputación” y “un árbol vive con su corteza, y un hombre vive con su rostro” hicieron por mí. Habría seguido adorando estas toxinas como cosas positivas, las cuales me hubieran vuelto cada vez más arrogante y corrupto, y finalmente me hubieran dirigido a la degradación y a la discusión. ¡Estas situaciones y pruebas fueron precisamente la gran salvación que Dios hizo de mí!
Más adelante, recibí la exaltación de Dios y me convertí en líder de la iglesia. Cuando me topaba con temas al principio, con frecuencia escuchaba sugerencias de hermanas y hermanos, y no me importaba lo que los demás pensaran de mí. Pero no tomo mucho tiempo para que mi deseo de ir tras la fama y la fortuna comenzó a extenderse. Puesto que comencé a realizar este deber antes del otro líder de la iglesia, las hermanas y los hermanos naturalmente venían a mí más cuando surgía un problema. Gradualmente, comencé a dejarme llevar y pensé que aún era superior a esa hermana. Cuando me reunía con ella, siempre hablaba acerca de algunas doctrinas aparentemente importantes para alardear y obtener el reconocimiento y la admiración de las hermanas y los hermanos, así como también para hacerlos sentir que yo era mejor que ella. Una vez, durante una reunión de un grupo pequeño, me vino una idea a la mente, después que la hermana había hablado durante un lapso breve: debo hablar más, si no, las hermanas y los hermanos pensarán que no soy tan buena como ella. Así que interrumpía cuando se producía una pausa y comenzaba a hablar sin parar. Justo cuando realmente me estaba adentrando en el asunto, un hermano que estaba a mi lado me interrumpió: “No podemos sólo hablar de doctrinas vacías. Deberíamos suministrarles algunas experiencias y conocimientos prácticos a las hermanas y a los hermanos”. Luego de haber escuchado las palabras del hermano, sentí como si me hubieran dado una cachetada en público. Con mi rostro sonrojado, pensé: Mi intención original fue de decir algunas palabras adicionales para que las hermanas y los hermanos me calificaran con notas altas, ¡pero ahora se ha vuelto tan vergonzosa para mí! En ese momento, quise encontrar un agujero en la tierra para ocultarme. Al sentirme torturada por dentro, el hermano leyó un pasaje de la palabra de Dios: “[…] algunas personas idolatran de manera particular a Pablo: les gusta pronunciar discursos y trabajar fuera. Les gusta reunirse y hablar; les gusta que las personas los escuchen, los adoren, los rodeen. Les gusta tener estatus en el corazón de los demás y aprecian que otros valoren su imagen. […] Si de verdad ella se comporta así, basta para mostrar que es arrogante y engreída. No adora a Dios en absoluto; busca un estatus elevado y quiere tener autoridad sobre otros, poseerlos, tener estatus en opinión de ellos. Ésta es una imagen clásica de Satanás. Lo que destaca de su naturaleza es la arrogancia y el engreimiento, la negativa a adorar a Dios, y un deseo de recibir la adoración de los demás” (‘Cómo conocer la naturaleza del hombre’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Cada palabra del juicio de Dios era como una aguja que se clavaba en mi corazón, que me hacía sentir más avergonzada. Recordé que antes que creyera en Dios, que especialmente disfrutaba ser admirada por todos y luchaba con mi corazón y mi alma para sobresalir y convertirme en una mujer fuerte y exitosa. Luego de que este sueño fue destrozado, pensé que podría alcanzar mi sueño de la fama, la fortuna y estatus en la iglesia. Especialmente durante este período, secretamente competí contra esa hermana a fin de hacer que las hermanas y hermanos me admiraran. En el exterior, estaba compitiendo por el estatus contra una persona, pero en esencia, estaba compitiendo por el estatus contra Dios. Esto es porque quienes creen en Dios deben admirar a Dios, adorarlo, y darle un lugar en sus corazones. En cambio, yo quería ocupar un lugar en los corazones de las hermanas y los hermanos, y que ellos me admiraran y me adoraran a mí. ¿Acaso esto no es una resistencia evidente hacia Dios? Sólo ante los hechos pude ver que mi naturaleza era en contra de Dios. Si no experimento el castigo y el juicio de Dios y no logro algún cambio en mi carácter, entonces incluso si parezco ser apasionada y activamente gastándome por Dios en mi exterior, de hecho estoy haciendo el mal y resistiendo a Dios. Al mismo tiempo, vi con claridad que Satanás corrompe a la humanidad inculcando toxinas en sus mentes y almas de diversas maneras, haciendo que se peleen por fama, fortuna y estatus, y por medio de esto, logra que se alejen gradualmente de Dios, que lo traicionen, y finalmente los arrastra al infierno. Pensando en esto, no pude hacer otra cosa que sentir miedo, y también comencé a odiar mi ceguera y mi estupidez, mi profunda corrupción y las toxinas satánicas que se habían arraigado profundamente dentro de mí. Si no hubiera estado bajo el dominio de la fama, la fortuna y el estatus, no hubiera estado bajo el control de ninguna persona, suceso o cosa y sólo hubiera buscado satisfacer a Dios por medio del cumplimiento de mi deber como criatura creada. Si no hubiera estado controlada por la fama, la fortuna y el estatus, me hubiera concentrado solamente cumpliendo mi deber, enfocándome en exaltar a Dios, en dar testimonio de Dios y en traer a hermanas y hermanos ante Él. De no haber estado controlada por la fama, la fortuna y el estatus, no hubiera vivido deprimida y atormentada cada día, incapaz de disfrutar el alivio y la felicidad que trae la verdad. Si no hubiera estado controlada por la fama, la fortuna y el estatus, hubiera entablado una relación normal con las hermanas y los hermanos y hubiera apoyado y ayudado a cada uno en espíritu, en lugar de usar una fachada para engañar a los demás por su confianza y admiración… Esto se debió por completo a las toxinas de Satanás, las cuales me habían dañado hasta ese día. Satanás es realmente demasiado despreciable y demasiado maligno. ¡Es absolutamente un demonio devorador de almas! Bajo el esclarecimiento y guía de Dios, desarrollé la voluntad y el valor para abandonar mi carne y practicar la verdad. Así que le oré a Dios: “¡Oh, Dios! Es el daño de la fama, la fortuna y el estatus que me ha puesto en la situación actual. Para ir tras esas cosas, dejé atrás Tus requisitos, desobedeciéndote y resistiéndote una y otra vez y causándote tristeza y molestia. Ahora odio esas cosas desde el fondo de mi corazón. Renunciaré a ellas y las abandonaré por completo. Que me guíes Tú en mi camino futuro”. Desde ese momento, he tenido un perfil mucho más bajo, y durante las reuniones yo comenzaba a concentrarme en hablar acerca de mis experiencias actuales. Cuando las hermanas y los hermanos tenían problemas, abría conscientemente mi corazón para hablar con ellos sobre las veces que realmente yo misma me enfrenté con problemas y el esclarecimiento y guía de las palabras de Dios, de manera que ellos pudieran comprender las intenciones de Dios y reconocer Su amor. Cuando actuaba así, me sentía más cómoda e iluminada dentro de mi corazón, haciendo que cada día fuera especialmente satisfactoria.
Luego de experimentar el juicio y el castigo de Dios y de ser tratada y podada por Él una y otra vez, comencé a tener un conocimiento verdadero de mi naturaleza satánica. Cada vez que me enfrentaba nuevamente con cosas tales como fama, fortuna y estatus, y rostro, le oraba conscientemente a Dios y cooperaba con Él, y abandonaba mi carne y practicaba la verdad. En una oportunidad, una hermana de una iglesia vecina estaba en una mala condición. Al enterarnos de esto, con frecuencia íbamos a comunicarnos con ella y hablábamos de corazón a corazón. Después de un tiempo, su condición mejoró y ella empezó a cooperar activamente con la obra del evangelio. Entre los nuevos creyentes que trajo, había una con verdadera hambre de la verdad y también progresó muy rápido. Por lo tanto tuvimos la intención de cultivarla como una líder de la iglesia para creyentes nuevos. En ese momento, la iglesia vecina nos escribió, solicitando que la hermana fuera allí para llevar a cabo su deber. Me sentía sumamente reacia internamente, pero después pensé: las iglesias son un conjunto integral. Lo que Dios quiere es una expresión corporativa. No importa a qué iglesia asista el nuevo creyente, siempre que ella pueda realizar su deber, será algo que reconforte el corazón de Dios. ¿No era mi pensamiento previo todavía en aras de la fama, la fortuna y el estatus? ¿No seguía concentrada en mi imagen personal y en mi rostro? Esto me recordó de las palabras de Dios: “¡Humanidad cruel y brutal! La confabulación y la intriga, los empujones entre ellos, la lucha por la reputación y la fortuna, la masacre mutua, ¿cuándo se van a terminar? Dios ha hablado cientos de miles de palabras pero nadie ha entrado en razón. Actúan por el bien de sus familias, hijos e hijas, por sus carreras, porvenires, estatus, vanidad y dinero, por la ropa, la comida y la carne, ¿las acciones de quién son verdaderamente por el bien de Dios? Incluso entre aquellos cuyas acciones son por el bien de Dios, sólo hay unos cuantos que conocen a Dios. ¿Cuántos no actúan por el bien de sus propios intereses? ¿Cuántos no oprimen y discriminan a los demás con el propósito de mantener su propio estatus?” (‘Los malvados deben ser castigados’ en “La Palabra manifestada en carne”) ¡Correcto! Mira mi conducta y mi comportamiento. Siempre fui detrás de la fama y la fortuna, ninguna de las cuales eran para Dios. ¡Cuán egoísta fui! Gocé de la exaltación y de la bondad de Dios, pero intenté hacer una meticulosa tarea y atormenté mi cerebro todos los días para obtener fama, fortuna y estatus. Aunque creía en Dios en nombre, no actuaba de acuerdo a las intenciones y requisitos de Dios, no lo obedecía en absoluto en esencia. La medida de Dios de que si el hombre cree sinceramente en Él no se basa en su conducta exterior ni en la valoración de los demás, sino en que si él puede dejar de lado las cosas de su corazón que no son compatibles con las intenciones de Dios cuando le suceden las cosas, ya sea que pueda pensar en los mejores intereses de la iglesia, y si puede satisfacer y amar a Dios en todo. Después de comprender las intenciones de Dios, repentinamente mi corazón se volvió alegre, e inmediatamente, yo transferí a esta nueva creyente a la iglesia vecina.
Después de experimentar durante varios años la obra de Dios, lo comprendí con mayor claridad: la fama, la fortuna y el estatus son trucos que usa Satanás para engañar a las personas y las cadenas para esclavizar a la gente. Las personas que viven bajo su dominio sólo pueden ser esclavizadas y engañadas por él, sin ningún tipo de libertad. Por otra parte, la palabra de Dios es la verdad, el camino y la vida. Las personas que viven bajo la palabra de Dios están viviendo en la luz y las bendiciones de Dios. El hombre podrá experimentar el alivio y la libertad de vivir ante Dios, siempre que dedique un poco de esfuerzo para satisfacer Sus requisitos y practique la verdad según lo pide Dios. Al recordar el dolor y el sufrimiento que me había traído la fama, la fortuna y el estatus, y luego la obra de salvación que Dios realizó en mí, realmente me siento agradecida y en deuda con Dios. Para rescatarme de la esclavitud de la fama, la fortuna y el estatus, Dios planificó elaboradamente diversos entornos, cosas y hechos, y me condujo y me guio paso a paso utilizando Su obra práctica, permitiéndome caminar por el camino correcto de la vida. Cada entorno y cada manifestación fueron planeados elaboradamente por Dios, y detrás de cada uno reside el gran amor de Dios por mí. Luego de experimentar castigo y juicio una y otra vez, vi poco a poco la realidad de mi corrupción. También conocí la obra práctica de Dios, vi Su santidad, Su grandeza y Su altruismo y sentí profundamente el pensamiento y el cuidado de Dios para salvar a la humanidad. En mis experiencias futuras, estaré más dispuesta a aceptar el castigo y el juicio, Sus pruebas y refinamientos, para que mi carácter corrupto pueda sea purificado y cambiado por completo lo antes posible, ¡y entonces yo podré vivir genuinamente una vida significativa y valiosa!
Nota al pie:
a. El texto original omite “el deseo de”.
De "Testimonios de experiencia del juicio de Cristo"
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