Dios dice: “‘no hay justos sobre esta tierra; los justos no están en este mundo’. […] ‘Justicia’ no quiere decir dar limosna, no quiere decir amar a tu prójimo como a ti mismo y no quiere decir no pelear, discutir, hurtar o robar. Justicia quiere decir tomar la comisión de Dios como tu deber y obedecer las orquestaciones y arreglos de Dios como una vocación enviada del cielo, independientemente del tiempo o el lugar, igual que todo lo que hizo el Señor Jesús. Esta es la verdadera justicia de la que habló Dios. […] No importa qué tan buenas sean tus acciones, no importa cómo parezcas glorificar el nombre de Dios, si no les pegas a los demás o si no los maldices, o si no los hurtas y los robas, todavía no puedes ser llamado justo porque tales cosas las puede poseer cualquier persona normal”.
De “La Palabra manifestada en carne”
De “La Palabra manifestada en carne”
La Palabra de Dios ha revelado el estándar de ser un hombre verdadero justo. La verdadera justicia a los ojos de Dios no es tener unas buenas acciones superficiales sino que se refiere a que podemos tomar el corazón de Dios como nuestro y considerar Su comisión como nuestra obligación, nos incumbe a cumplirla sin ninguna intención y adulteración, sin preocuparnos por nuestros propios intereses y beneficios, siendo capaces de temer a Dios y apartarnos del mal, obedeciendo Sus orquestaciones y disposiciones, llegando ser compatibles con Él. En el Génesis 6:9 se menciona “Noé era un hombre justo, perfecto entre sus contemporáneos”, cuando la voluntad de Dios llegué a Noé, le mandó a construir el arca y predicar el evangelio, aunque él se enfrentó con burlas, calumnias y juzgamientos y otras dificultades, no hizo tratos ni razonó con Dios, sino que se sometió sinceramente a la comisión de Dios insistiendo en construir el arca y difundir el evangelio, y al final acabó cumpliendo Su comisión.
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