Muchos creyentes que creen en el Señor Jesús saben que el Señor Jesús es Dios encarnado, pero de la Biblia, podemos ver que cuando el Señor Jesús se hizo carne para obrar y hablar, nadie lo conoció, todos decían: "¿No es este el hijo de José? ¿No es Nazareno?". ¿Por qué hablaba la gente así sobre Él? Porque el Señor Jesús tenía una humanidad normal en apariencia. Era una persona normal y no tenía una presencia fuerte ni imponente, y por ello, nadie lo aceptó. Entonces, ¿por qué el Señor Jesús no nació en una familia de la aristocracia real y usó una imagen alta sino que nacío en una familia común y usó una imagen corriente para obrar entre los hombres?
“Él simplemente está obrando en la carne, no pidiendo intencionadamente al hombre que exalte la grandeza y la santidad de Su carne. Él simplemente está mostrando al hombre la sabiduría de Su obra y toda la autoridad que ejerce. Por tanto, aunque tiene una humanidad destacada, no hace anuncios, y sólo se centra en la obra que debe realizar. Debéis saber por qué es que Dios se hizo carne pero no alardea ni da testimonio de Su humanidad normal, y en su lugar sólo lleva a cabo la obra que desea hacer. Esta es la razón por la que sólo veis el ser de divinidad en el Dios hecho carne, simplemente porque nunca proclama Su ser de humanidad para que el hombre lo emule. [...] En contraste, Dios conquista al hombre a través de Su obra únicamente (esto es, obra inalcanzable para el hombre). Él no impresiona al hombre ni hace que toda la humanidad lo adore, sino que simplemente le inculca un sentimiento de reverencia a Él o hace que sea consciente de que Él es inescrutable. Dios no tiene necesidad de impresionar al hombre. Todo lo que necesita es que lo veneres una vez hayas sido testigo de Su carácter”.
“Aunque Cristo en la tierra es capaz de obrar en nombre de Dios mismo, no viene con la intención de mostrarles a todos los hombres Su imagen en la carne. No viene para que todos los hombres lo vean; viene para permitirle al hombre que Su mano lo guíe, entrando así a la nueva era. La función de la carne de Cristo es para la obra de Dios mismo; es decir, para la obra de Dios en la carne y no para permitirle al hombre entender por completo la esencia de Su carne. No importa cómo Él obre, esto no excede lo que puede alcanzar la carne. No importa cómo obre, lo hace así en la carne con una humanidad normal y no le revela por completo al hombre el verdadero rostro de Dios. Además, Su obra en la carne nunca es tan sobrenatural o inestimable como la concibe el hombre. Aunque Cristo representa a Dios mismo en la carne y ejecuta en persona la obra que Dios mismo debe hacer, no niega la existencia de Dios en el cielo y tampoco proclama febrilmente Sus propias acciones. Más bien, humildemente permanece escondido dentro de Su carne. [...] Dios se hace carne sólo para completar la obra de la carne, y no simplemente para permitirles a todos los hombres verlo. Más bien, deja que Su obra afirme Su identidad y permite que lo que Él revela dé testimonio de Su esencia”.
“Aunque Su imagen no sea agradable a los sentidos, y Su discurso no posea un aire extraordinario, y Su obra no sea tan impactante o trascendental como el hombre se la imagina, Él es en realidad Cristo, aquel que cumple la voluntad del Padre celestial con un corazón sincero, que se somete por completo al Padre celestial, y que es obediente hasta la muerte. Esto se debe a que Su esencia es la esencia de Cristo. Esta verdad es difícil que el hombre la crea, pero en realidad existe”.
De la Palabra de Dios, podemos ver que el motivo de que Dios se hizo carne y llevó a cabo la obra es para cumplir la voluntad del Padre celestial y revelar el carácter corrupto del hombre. Tal como la obra el Señor Jesús en ese momento, aunque nació en una familia ordinaria, como Pedro, Juan, Mateo y Natanael, reconocieron por la palabra y la obra del Señor Jesús que Él era el Mesías prometido, y por eso lo siguieron y recibieron Su salvación. En cambio, los judíos fariseos, pese a oír los sermones del Señor Jesús y verlo obrar milagros, lo seguían viendo como una persona corriente, sin ningún poder ni prestigio, y por eso se atrevieron a oponerse a Él y a condenarlo sin el menor temor. Al final cometieron el mayor de los pecados al crucificar al Señor Jesús. ¡La lección de los fariseos merece una profunda reflexión! Esto expone claramente su naturaleza de anticristos que odian la verdad y aborrecen a Dios, y revela la estupidez y la ignorancia de la humanidad pervertida.
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