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miércoles, 15 de abril de 2020

Las mejores maneras para establecer una relación normal: Acercarse a Dios


Las mejores maneras para establecer una relación normal: Acercarse a Dios  


La Biblia dice: “ Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros” (Santiago 4:8). Cómo cristianos, todos queremos acercarnos a Dios y establecer una relación normal con Él. Pero hoy en día,  la vida acelerada, el trabajo ajetreado, las intrincadas relaciones interpersonales y las tendencias sociales malvadas están cada vez llenos y ocupados de nuestro corazón, haciendo que no podamos calmar nuestro corazón ante Dios, por esto, nuestra relación con Dios está más y más lejos y a menudo nos sentimos vacíos y nos volvemos desagradables.

Dios dice: “Por tanto, construir una buena relación con Dios es una prioridad máxima para cualquiera que crea en Él; todos deberían tratarlo como la tarea más importante y como su principal acontecimiento vital. Todo lo que haces debería sopesarse, tomando por referencia si tienes o no una relación normal con Dios. Si tu relación con Dios es normal, y tus propósitos son correctos, entonces hazlo. […] Si has de entrar en un estado correcto, debes construir una buena relación con Dios, enmendar tu punto de vista de la creencia en Dios. Es para permitir que Dios te obtenga, que Él revele los frutos de Sus palabras en ti, te esclarezca y te ilumine aún más. De esta forma entrarás en la manera correcta. Come y bebe continuamente las palabras actuales de Dios, entra en el camino actual de la obra del Espíritu Santo, actúa según los requerimientos actuales de Dios, no sigas prácticas obsoletas ni te aferres a las formas de actuar antiguas, y entra rápidamente en la manera de la obra de hoy. Así, tu relación con Dios será completamente normal, y entrarás en la senda correcta de creer en Dios”.
Extracto de “La Palabra manifestada en carne

De las palabras de Dios vemos que es muy importante establecer una relación normal con Él al creerlo. Con que nuestra relación con Dios esté normal, podremos recibir la obra del Espíritu Santo, nuestra alma se enriquecerá y nuestra vida espiritual crecerá con más rapidez.

Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.

viernes, 12 de julio de 2019

La mejor reflexión cristiana | "Nuestro pastor dijo…" (Diálogo humorístico)

Hermanos y hermanas, para vuestra fe en Dios está de acuerdo con la voluntad de Dios, ¿a quien debemos escuchar? Cuando Pedro y Juan, etc escucharon lo que dijo el Señor Jesús es la verdad y es del Espíritu Santo, no estaban impedido por los sacerdotes, escribas y fariseos, siguieron firmemente al Señor Jesús. Ahora es el final de los últimos días. Cuando alguien presencia el regreso del Señor, ¿tenemos que escuchar las palabras de los ancianos y los pastores como tontos judíos, o ser vírgenes prudentes que escuchar la voz de Dios y buscar e investigar el camino de la verdad? Por favor ve el video (Diálogo humorístico) “Nuestro pastor dijo…” ¿Fe en el Señor, a quién debería escuchar?

 

La mejor reflexión cristiana | "Nuestro pastor dijo…" (Diálogo humorístico)

Yu Shunfu es una creyente en el mundo religioso que admira y adora a los pastores y ancianos. Ella cree que "los pastores y ancianos son establecidos por Dios y obedecer a los pastores y ancianos es obedecer a Dios". Por tanto, Yu escucha lo que dice su pastor para todo lo que hace, incluso en lo referente al recibimiento del regreso del Señor. Sin embargo, gracias a un excelente debate, Yu Shunfu consigue darse cuenta de que acatar las nociones religiosas es absurdo e irracional y, al final, se percata de que lo primero al creer es magnificar a Dios y que debemos conservar el "templo" del corazón para Dios. Por tanto, Yu escoge buscar e investigar el camino verdadero por sí misma.

Te recomiendo leer: Relación con Dios

lunes, 6 de mayo de 2019

Cuatro elementos clave para ser una persona honesta

Jesucristo dijo: “De cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Como sabemos, las personas honestas son semejantes a los niños. El Señor requiere que seamos puros y honestos como niños, que nunca digamos mentiras ni seamos desleales. Dios aprueba solo a las personas honestas, y solo las personas honestas pueden entrar en el reino de Dios. De hecho, las personas honestas son agradables no solo a Dios sino también al hombre. En la vida, todos nosotros preferimos asociarnos con personas honestas, porque cuando estamos con una persona honesta, no nos tenemos que preocupar demasiado de ser lastimados, y también podemos abrir nuestro corazón y compartir nuestros problemas con esa persona. De todo esto podemos ver que las personas honestas son muy populares. Entonces, ¿cómo podemos llegar a ser personas honestas? En un libro encontré cuatro elementos esenciales de las personas honestas. Quisiera compartirlos ahora con ustedes.

jueves, 4 de abril de 2019

Evangelio de hoy | ¿Cuál es la diferencia entre la obra de Dios encarnado y la obra del Espíritu?

Versículos bíblicos como referencia:
Entonces Moisés dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. Y El respondió: […] No puedes ver mi rostro; porque nadie puede verme, y vivir (Éxodo 33:18-20).
Y el Señor descendió al monte Sinaí, a la cumbre del monte; y llamó el Señor a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió. Y el Señor dijo a Moisés: Desciende, advierte al pueblo, no sea que traspasen los límites para ver al Señor y perezcan muchos de ellos (Éxodo 19:20-21).
Y todo el pueblo percibía los truenos y relámpagos, el sonido de la trompeta y el monte que humeaba; y cuando el pueblo vio aquello, temblaron, y se mantuvieron a distancia. Entonces dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros y escucharemos; pero que no hable Dios con nosotros, no sea que muramos (Éxodo 20:18-19).
Entonces vino una voz del cielo: Y le he glorificado, y de nuevo le glorificaré.Por eso la multitud que estaba allí y la oyó, decía que había sido un trueno; otros decían: Un ángel le ha hablado (Juan 12:28-29).
Palabras relevantes de Dios:
La salvación del hombre por parte de Dios no tiene lugar directamente a través de los medios del Espíritu o como el Espíritu, porque el hombre no puede tocar ni ver Su Espíritu, ni tampoco acercarse a Él. Si Él tratara de salvar al hombre directamente en la manera del Espíritu, el hombre sería incapaz de recibir Su salvación. Y de no ser porque Dios asumió la forma exterior de un hombre creado, sería incapaz de recibir esta salvación. Porque el hombre no puede acercarse a Él en absoluto, como nadie podría ir cerca de la nube de Jehová. Sólo volviéndose un hombre de la creación, esto es, poniendo Su verbo en la carne en la que se haría, puede obrar personalmente el verbo en todos los que le siguen. Sólo entonces puede el hombre oír por sí mismo Su verbo, verlo, recibirlo, y sólo a través de esto ser totalmente salvo. Si Dios no se hubiera hecho carne, ningún hombre de carne recibiría una salvación tan grande ni se salvaría un solo hombre. Si el Espíritu de Dios obrara directamente entre el hombre, sería herido de muerte o Satanás lo llevaría cautivo, porque el hombre es incapaz de relacionarse con Dios.
de ‘El misterio de la encarnación (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”
Si Dios no se hace carne, se queda como el Espíritu invisible e intangible para el hombre. Este es una criatura de carne, y el hombre y Dios pertenecen a dos mundos diferentes y son de distinta naturaleza. El Espíritu de Dios es incompatible con el hombre de carne, y no se pueden establecer relaciones entre ellos; además, el hombre no puede volverse espíritu. Así, el Espíritu de Dios debe pasar a ser una de las criaturas y hacer Su obra original. Dios puede ascender al lugar más elevado y humillarse volviéndose un hombre de la creación, obrando y viviendo entre los hombres, pero estos no pueden ascender hasta el lugar más elevado y volverse un espíritu, y mucho menos descender hasta el lugar más bajo. Por tanto, Dios debe hacerse carne para llevar a cabo Su obra. Como en la primera encarnación, sólo la carne de Dios podía redimir al hombre a través de Su crucifixión, mientras no era posible que el Espíritu de Dios fuera crucificado como una ofrenda por el pecado por el hombre. Dios podía hacerse carne directamente para servir como una ofrenda por el pecado para el hombre, pero este no podía ascender directamente al cielo para tomar la ofrenda por el pecado que Dios había preparado para él. Así, Dios debe viajar de aquí para allá entre el cielo y la tierra, en lugar de dejar que el hombre ascienda al cielo para tomar esta salvación, porque el hombre había caído y no podía ascender al cielo, mucho menos obtener la ofrenda por el pecado. Por tanto, era necesario que Jesús viniera entre los hombres y realizara personalmente la obra que estos simplemente no podían cumplir. Cada vez que Dios se hizo carne, fue absolutamente necesario que lo hiciera. Si el Espíritu de Dios hubiera podido llevar a cabo directamente cualquiera de las etapas, no habría soportado las indignidades de ser encarnado.
de ‘El misterio de la encarnación (4)’ en “La Palabra manifestada en carne
Aunque la obra de Dios en la carne implica muchas dificultades inimaginables, los resultados que esta logra al final exceden por mucho los de la obra hecha directamente por el Espíritu. La obra de la carne conlleva muchas dificultades y la carne no puede poseer la misma identidad grandiosa que el Espíritu, no puede llevar a cabo los mismos hechos sobrenaturales que el Espíritu, mucho menos puede poseer la misma autoridad que el Espíritu. Aun así, la sustancia de la obra hecha por esta carne ordinaria es muy superior a la de la obra hecha directamente por el Espíritu y esta misma carne es la respuesta a todas las necesidades del hombre. Para los que van a ser salvados, el valor de utilización del Espíritu es muy inferior al de la carne: la obra del Espíritu es capaz de cubrir todo el universo, a través de todas las montañas, ríos, lagos y océanos, con todo, la obra de la carne se relaciona de un modo más efectivo con cada persona con quien tiene contacto. Es más, el hombre puede entender mejor y confiar más en la carne de Dios que tiene una forma tangible, y puede profundizar más en el conocimiento que tiene de Dios, y puede dejar en el hombre una impresión más profunda de los hechos presentes de Dios. La obra del Espíritu está envuelta en misterio; es difícil que los seres mortales la desentrañen y aún más difícil que la vean, y por eso sólo pueden confiar en imaginaciones huecas. La obra de la carne, sin embargo, es normal y se basa en la realidad, y posee una rica sabiduría y es un hecho que el ojo físico del hombre la puede contemplar; el hombre puede experimentar de forma personal la sabiduría de la obra de Dios y no tiene necesidad de emplear su profusa imaginación. Esta es la exactitud y valor real de la obra de Dios en la carne. El Espíritu sólo puede hacer cosas que son invisibles para el hombre y difíciles para que él se las imagine, por ejemplo, el esclarecimiento del Espíritu, el movimiento del Espíritu y la guía del Espíritu, pero para el hombre que es capaz de pensar, esto no le aporta ningún significado claro. Sólo le proporcionan un movimiento o un significado amplio, pero no le pueden dar una instrucción con palabras. La obra de Dios en la carne, sin embargo, es muy diferente: tiene una orientación exacta de las palabras, tiene una voluntad clara y tiene objetivos claros que se requieren. Y así el hombre no tiene que dar palos de ciego o emplear su imaginación, mucho menos hacer conjeturas. Esta es la claridad de la obra en la carne y su gran diferencia de la obra del Espíritu. La obra del Espíritu sólo es adecuada para una esfera limitada y no puede reemplazar la obra de la carne. La obra de la carne le da al hombre metas mucho más exactas y necesarias y un conocimiento mucho más real y valioso que la obra del Espíritu. La obra que es de mayor valor para el hombre corrupto es la que le proporciona palabras exactas, metas claras que seguir y que puede ver y tocar. Sólo la obra realista y la guía oportuna son idóneas para los gustos del hombre y sólo la obra real puede salvar al hombre de su carácter corrupto y depravado. Esto sólo lo puede lograr el Dios encarnado; sólo el Dios encarnado puede salvar al hombre de su antiguo carácter corrupto y depravado. Aunque el Espíritu es la esencia inherente de Dios, una obra como esta sólo la puede hacer Su carne. Si el Espíritu obrara sin ayuda de nadie, entonces no sería posible que Su obra fuera efectiva, esta es la pura verdad.
de ‘La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios hecho carne’ en “La Palabra manifestada en carne”
Para cualquiera que busca la verdad y anhela la aparición de Dios, la obra del Espíritu puede sólo proporcionar un movimiento o una revelación, y un sentimiento de asombro que es inexplicable e inimaginable, y un sentimiento que es grandioso, trascendente y admirable aunque también inasequible e inalcanzable para todos. El hombre y el Espíritu de Dios sólo se pueden ver el uno al otro desde lejos, como si hubiera una gran distancia entre ellos y nunca pueden ser iguales, como si estuvieran separados por una división invisible. De hecho, esta es una ilusión que el Espíritu le da al hombre, porque el Espíritu y el hombre no son de la misma especie, porque el Espíritu y el hombre nunca van a coexistir en el mismo mundo y porque el Espíritu no posee nada del hombre. Así que el hombre no necesita al Espíritu porque el Espíritu no puede hacer directamente la obra que el hombre más necesita. La obra de la carne le ofrece al hombre objetivos reales qué buscar, palabras claras y un sentimiento de que Él es real y normal y que es humilde y ordinario. Aunque el hombre lo pueda temer, a la mayoría de la gente le es fácil relacionarse con Él: el hombre puede contemplar Su rostro y escuchar Su voz y no tiene que contemplarlo desde lejos. Esta carne se siente accesible a los hombres, no distante o insondable, sino visible y palpable, porque esta carne está en el mismo mundo que el hombre.
de ‘La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios hecho carne’ en “La Palabra manifestada en carne”
Cuando Dios no se había hecho carne, las personas no entendían mucho de lo que Él decía, porque procedía de la divinidad total. La perspectiva y el contexto de lo que decía eran invisibles e inalcanzables para el hombre; se expresaba desde una esfera espiritual que las personas no podían ver. Y es que quienes vivían en la carne no podían pasar por el reino espiritual. Pero después de que Dios se hiciera carne, hablaba a la humanidad desde la perspectiva del hombre, y Él salió del mundo espiritual y sobrepasó el alcance del mundo espiritual. Él podía expresar Su carácter, Su voluntad y Su actitud divinos por medio de cosas que los humanos podían imaginar, ver y encontrarse en sus vidas; usando métodos que estos podían aceptar, en un lenguaje que podían entender, y un conocimiento que podían comprender, para permitirles saber y conocer a Dios, comprender Su intención y Sus estándares exigidos dentro del alcance de su capacidad, en la medida en que fueran capaces. Este era el método y el principio de la obra de Dios en la humanidad. Aunque Sus caminos y Sus principios de obrar en la carne se consiguieron en su mayoría por la humanidad o a través de ella, realmente obtuvo resultados que no se habrían conseguido obrando directamente en la divinidad.
de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne”
Esta era la ventaja de Dios al encarnarse: podía aprovecharse del conocimiento de la humanidad y usar el lenguaje humano para hablar a las personas, para expresar Su voluntad. Él explicó o “tradujo” al hombre Su lenguaje divino profundo, que resultaba difícil de entender para las personas en el lenguaje humano, de una forma humana. Esto ayudó a las personas a entender Su voluntad y a saber qué quería hacer Él. También pudo tener conversaciones con personas desde la perspectiva humana, usar el lenguaje humano y comunicar con ellas de una forma que entenderían. Hasta podía hablar y obrar usando el lenguaje y el conocimiento humanos, de forma que las personas pudieran sentir la bondad y la cercanía de Dios, y ver Su corazón.
de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne”
Porque el que es juzgado es el hombre, el hombre que es de la carne y se ha corrompido, y no es el espíritu de Satanás el que es juzgado directamente, la obra de juicio no se lleva a cabo en el mundo espiritual sino entre los hombres. Nadie es más adecuado y está más calificado que Dios en la carne para hacer la obra de juzgar la corrupción de la carne del hombre. Si el juicio lo llevara a cabo directamente el Espíritu de Dios, entonces no lo abarcaría todo. Además, sería difícil que el hombre aceptara esta obra, porque el Espíritu no puede venir cara a cara con el hombre y, por esta razón, los efectos no serían inmediatos, mucho menos el hombre sería capaz de contemplar con mayor claridad el carácter de Dios que no ofende. […] Si el Espíritu hiciera esta obra directamente, no sería capaz de juzgar toda la desobediencia del hombre y no podría revelar toda la injusticia del hombre. Porque la obra de juicio también se lleva a cabo por las nociones que el hombre tiene de Dios y el hombre nunca ha tenido ninguna noción del Espíritu y así el Espíritu es incapaz de revelar mejor la injusticia del hombre, mucho menos de descubrir por completo tal injusticia. El Dios encarnado es el enemigo de todos aquellos que no lo conocen. Por medio de juzgar las nociones del hombre y su oposición a Él, descubre toda la desobediencia de la humanidad. Los efectos de Su obra en la carne son más aparentes que los de la obra del Espíritu. Y así, el juicio de toda la humanidad no lo lleva a cabo directamente el Espíritu sino que es la obra del Dios encarnado. El hombre puede ver y tocar al Dios en la carne y el Dios en la carne puede conquistar por completo al hombre. En su relación con Dios en la carne, el hombre avanza de la oposición a la obediencia, de la persecución a la aceptación, de la noción al conocimiento y del rechazo al amor. Estos son los efectos de la obra del Dios encarnado. El hombre sólo es salvo cuando acepta Su juicio, sólo llega a conocerlo poco a poco a través de las palabras de Su boca, es conquistado por Él cuando se opone a Él, y recibe la provisión de Su vida cuando acepta Su castigo. Toda esta obra es la obra de Dios en la carne y no la obra de Dios en Su identidad como el Espíritu.
de ‘La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios hecho carne’ en “La Palabra manifestada en carne”
Si el Espíritu de Dios hablara directamente al hombre, todos se someterían a la voz, cayendo sin palabras de revelación, como cuando Pablo cayó a tierra en medio de la luz durante su viaje a Damasco. Si Dios continuara obrando de esta forma, el hombre nunca sería capaz de reconocer su propia corrupción a través del juicio por la palabra y alcanzar la salvación. Sólo haciéndose carne puede Él transmitir personalmente Sus palabras a los oídos de todos de forma que todos los que tienen oídos puedan oír Sus palabras y recibir Su obra de juicio por la palabra. Sólo ese es el resultado obtenido por Su palabra, en lugar de la emergencia del Espíritu que atemoriza al hombre para que se someta. Sólo a través de esa obra práctica y extraordinaria puede el antiguo carácter del hombre, escondido profundamente en su interior durante muchos años, ser revelado plenamente de forma que el hombre pueda reconocerlo y cambiarlo. Esta es la obra práctica de Dios encarnado; Él habla y ejecuta el juicio de una manera práctica para conseguir los resultados del juicio sobre el hombre por la palabra. Así son la autoridad de Dios encarnado y el sentido de Su encarnación.
de ‘El misterio de la encarnación (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”
Lo mejor de Su obra en la carne es que Él puede dejar palabras y exhortaciones exactas y Su voluntad precisa para la humanidad para los que lo siguen, para que después Sus seguidores puedan, de una manera más exacta y más concreta, transmitir toda Su obra en la carne y Su voluntad a toda la humanidad para los que aceptan este camino. Sólo la obra de Dios en la carne entre los hombres logra realmente el hecho de que Dios esté y viva junto con el hombre. Sólo esta obra cumple el deseo del hombre de contemplar el rostro de Dios, de ser testigo de la obra de Dios, y de escuchar la palabra personal de Dios. El Dios encarnado da fin a la época cuando sólo la espalda de Jehová aparecía a la humanidad y también concluye la época en que la humanidad tenía la creencia en el Dios ambiguo. En particular, la obra del último Dios encarnado trae a toda la humanidad a una época más realista, más práctica y más agradable. Él no sólo concluye la época de la ley y la doctrina; de mayor importancia aún, revela a la humanidad un Dios que es real y normal, que es justo y santo, que abre la obra del plan de gestión y demuestra los misterios y el destino de la humanidad, que creó a la humanidad y da fin a la obra de gestión y que ha permanecido oculto por miles de años. Da fin por completo a la época de ambigüedad y concluye la época en la que toda la humanidad deseaba buscar el rostro de Dios pero no era capaz de hacerlo, termina la época en la que toda la humanidad servía a Satanás y guía a toda la humanidad hasta el final a una era completamente nueva. Todo esto es el resultado de la obra de Dios en la carne en vez de la del Espíritu de Dios. Cuando Dios obra en Su carne, los que lo siguen ya no buscan y andan a tientas por esas cosas vagas y ambiguas y dejan de adivinar la voluntad del Dios ambiguo. Cuando Dios esparce Su obra en la carne, los que lo siguen transmitirán la obra que ha hecho en la carne a todas las religiones y denominaciones, y van a comunicar todas Sus palabras a oídos de toda la humanidad. Todo lo que escuchen los que reciban Su evangelio van a ser los hechos de Su obra, van a ser las cosas que el hombre personalmente haya visto y escuchado y van a ser hechos y no rumores. Estos hechos son la evidencia con los cuales Él esparce la obra y también son las herramientas que usa para esparcir la obra. Sin la existencia de los hechos, Su evangelio no se esparciría a todos los países y a todos los lugares; sin los hechos sino sólo con las imaginaciones del hombre, Él nunca podría hacer la obra de conquistar todo el universo. El Espíritu no es palpable para el hombre y es invisible para el hombre, y la obra del Espíritu es incapaz de dejarle al hombre cualquier otra prueba o hechos de la obra de Dios. El hombre nunca contemplará el verdadero rostro de Dios y siempre creerá en un Dios ambiguo que no existe. El hombre nunca contemplará el rostro de Dios ni nunca escuchará las palabras que Dios habló personalmente. Las imaginaciones del hombre son, después de todo, huecas y no pueden reemplazar el verdadero rostro de Dios; el carácter inherente de Dios y la obra de Dios mismo el hombre no las puede imitar. El Dios invisible en el cielo y Su obra sólo pueden ser traídos a la tierra por el Dios encarnado que personalmente hace Su obra entre los hombres. Esta es la manera más ideal en la que Dios se aparece al hombre, en la que el hombre ve a Dios y llega a conocer el verdadero rostro de Dios, y esto no lo puede lograr un Dios no encarnado.
de ‘La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios hecho carne’ en “La Palabra manifestada en carne”

domingo, 14 de octubre de 2018

La palabra de Dios | Sólo experimentando el refinamiento el hombre puede amar verdaderamente a Dios

¿Cómo debe el hombre amar a Dios durante el refinamiento? Después de haber experimentado el refinamiento, las personas pueden realmente alabar a Dios durante el refinamiento y ver cuánto les falta. Entre mayor sea tu refinamiento, más podrás renunciar a la carne; entre mayor su refinamiento, mayor el amor de las personas por Dios. Esto es lo que vosotros debéis entender. ¿Por qué las personas deben ser refinadas? ¿Qué efecto se aspira lograr? ¿Cuál es el significado de la obra de refinamiento que Dios hace en el hombre? Si tú verdaderamente buscas a Dios, entonces después de haber experimentado Su refinamiento hasta cierto punto vas a sentir que es muy bueno y que es muy necesario. ¿Cómo debe el hombre amar a Dios durante el refinamiento? Usando la determinación de amar a Dios para aceptar Su refinamiento: Durante el refinamiento, en tu interior estás atormentado, como si a un cuchillo le estuvieran dando vueltas en tu corazón, sin embargo, estás dispuesto a satisfacer a Dios usando tu corazón que lo ama, y no estás dispuesto a preocuparte por la carne. Esto es lo que significa practicar el amor por Dios. Te duele por dentro y tu sufrimiento ha alcanzado cierto punto, sin embargo todavía estás dispuesto a presentarte delante de Dios y orar diciendo, “¡Oh Dios! No te puedo dejar. Aunque en mi interior hay oscuridad, quiero satisfacerte; Tú conoces mi corazón y me gustaría que forjaras más de Tu amor en mí”. Esta es la práctica durante el refinamiento. Si usas el amor por Dios como el fundamento, el refinamiento te puede llevar más cerca de Dios y puede hacer que tengas más intimidad con Dios. Como crees en Dios, debes entregar tu corazón delante de Dios. Si ofreces y pones tu corazón delante de Dios, entonces durante el refinamiento va a ser imposible que niegues a Dios o que dejes a Dios. De esta manera tu relación con Dios se hará todavía más cercana y más normal y tu comunión con Dios se hará aún más frecuente. Si siempre practicas de esta manera, entonces vas a pasar más tiempo a la luz de Dios y más tiempo bajo la guía de Sus palabras, también habrá más y más cambios en tu carácter y tu conocimiento aumentará día con día. Cuando el día venga y las pruebas de Dios de repente caigan sobre ti, no sólo podrás permanecer al lado de Dios sino que también podrás dar testimonio de Dios. En ese momento vas a ser como Job y Pedro. Después de haber dado testimonio de Dios, en verdad lo vas a amar y con gusto vas a dar tu vida por Él; vas a ser testigo de Dios y alguien a quien Dios ama. El amor que ha experimentado el refinamiento es fuerte y no débil. Independientemente de cuándo o cómo Dios te someta a Sus pruebas, no te preocupa si vives o mueres, con gusto desechas todo por Dios y todo lo aguantas contento por Dios, y de esta manera tu amor será puro y tu fe real. Sólo entonces serás alguien a quien Dios verdaderamente ama y a quien Dios verdaderamente ha perfeccionado.

miércoles, 10 de octubre de 2018

La palabra de Dios | Obra y entrada (2)

Vuestra obra y entrada son bastante pobres; el hombre no da importancia a la obra y es incluso más descuidado con la entrada. El hombre no considera que estas cosas sean lecciones en las que debería entrar; por tanto, en su experiencia espiritual, prácticamente todo lo que ve son ilusiones fantásticas. No se os pide mucho en términos de vuestra experiencia en la obra, pero, como alguien que Dios debe perfeccionar, deberíais aprender a trabajar por Dios de forma que podáis ser pronto conforme a Su corazón. A lo largo de las eras, los que realizaron obra se han llamado obreros o apóstoles, lo cual se refiere a un pequeño número de personas usadas por Dios. Sin embargo, la obra de la que hablo hoy no se refiere únicamente a esos obreros o apóstoles; va dirigida hacia todos los que deben ser perfeccionados por Dios. Quizás haya muchos que tienen poco interés en esto, pero, por causa de la entrada, sería mejor exponer esta verdad.

Cuando se habla de la obra, el hombre cree que se trata de correr de un lado a otro para Dios, predicar en todos los lugares y gastarse para Él. Aunque esta creencia es correcta, es demasiado parcial; lo que Dios le pide al hombre no es únicamente que viaje de aquí para allá para Él; es más el ministerio y la provisión adentro del espíritu. Muchos hermanos y hermanas no han pensado nunca en trabajar para Dios incluso después de tantos años de experiencia, porque la obra, tal como el hombre la concibe, es incongruente con lo que Dios pide. Por tanto, el hombre no tiene el más mínimo interés en el asunto de la obra y esta es precisamente la razón de que la entrada del hombre sea también bastante parcial. Todos vosotros deberíais empezar a entrar obrando para Dios, de manera que podáis experimentar mejor todos sus aspectos. A esto es a lo que deberíais entrar. La obra no alude a correr de un lado a otro para Dios, sino a que la vida del hombre y lo que vive sean para Su disfrute. Se trata de que el hombre use su lealtad hacia Dios y el conocimiento que tiene de Él para testificar de Él y ministrar al hombre. Esta es la responsabilidad del hombre y lo que todo hombre debería entender. En otras palabras, vuestra entrada es vuestra obra; estáis buscando entrar en el transcurso de vuestra obra para Dios. Experimentarle a Él no sólo es ser capaz de comer y beber Su palabra; lo más importante es que seáis capaces de testificar de Él, servirle, ministrar y proveer para el hombre. Esto es obra y también vuestra entrada; es lo que todo hombre debería alcanzar. Son muchos los que sólo se centran en viajar de aquí para allá para Dios, y en predicar en todas partes, mientras pasan por alto su experiencia personal y descuidan su entrada a la vida espiritual. Esto es lo que hace que quienes sirven a Dios se conviertan en aquellos que se resisten a Él. Durante tantos años, los que sirven a Dios y le ministran al hombre han considerado que la entrada consiste sencillamente en trabajar y predicar, y ninguno de ellos ha visto su propia experiencia espiritual como una entrada importante. Más bien aprovechan el esclarecimiento de la obra del Espíritu Santo para enseñar a otros. Cuando predican, sienten mucha carga y reciben la obra del Espíritu Santo, y a través de esto liberan la voz de este. En ese momento, los que trabajan se sienten engreídos y autosatisfechos, como si la obra del Espíritu Santo fuera su propia experiencia espiritual; sienten que todas las palabras que pronuncian durante ese tiempo son su propio ser, y también es como si su propia experiencia no fuera tan clara como la han descrito. Además, no tienen nociones de qué decir antes de hablar, pero cuando el Espíritu Santo obra en ellos, tienen un flujo incesante y continuo de palabras. Después de que hayas predicado así una vez, sientes que tu estatura presente no es tan pequeña como creías. Después de que el Espíritu Santo trabaje de manera similar en ti varias veces, decides que ya posees estatura y, erróneamente, crees que la obra del Espíritu Santo es tu propia entrada y ser. Cuando tienes constantemente esta experiencia, te vuelves laxo respecto a tu propia entrada. A continuación, te vas haciendo perezoso sin darte cuenta y no le das importancia alguna a tu propia entrada. Por tanto, cuando estés ministrando a otros, debes distinguir con claridad entre tu estatura y la obra del Espíritu Santo. Esto facilitará mejor tu entrada y beneficiará más convenientemente tu experiencia. Quien considere la obra del Espíritu Santo como su propia experiencia está dando comienzo a la degeneración del hombre. Por tanto, cualquiera que sea el deber que lleves a cabo, deberías considerar tu entrada como una lección clave.

Uno trabaja para cumplir la voluntad de Dios, para llevar delante de Él a todos los que son según Su corazón, para llevar al hombre a Él y presentarle la obra del Espíritu Santo y la dirección de Dios, perfeccionando así los frutos de la obra de Dios. Por esta razón, es imperativo que comprendáis la esencia del obrar. Como personas usadas por Dios, todos los hombres son dignos de trabajar para Él, es decir, todos tienen la oportunidad de ser utilizados por el Espíritu Santo. Sin embargo, hay algo que debéis entender: cuando el hombre hace la obra de Dios, tiene la oportunidad de ser usado por Él, pero lo que dice y lo que sabe no corresponde del todo a su estatura. Sólo podéis llegar a conocer mejor vuestras deficiencias en vuestra obra y recibir mayor esclarecimiento del Espíritu Santo, permitiéndoos así lograr una mejor entrada en ella. Si el hombre considera la dirección de Dios como su propia entrada y lo que es inherente a su interior, no hay potencial para que la estatura del hombre crezca. El Espíritu Santo esclarece al hombre cuando este se halla en un estado normal; en momentos así, el hombre suele equivocar el esclarecimiento que recibe como su propia estatura en realidad, porque el Espíritu Santo esclarece de la forma más normal: haciendo uso de lo que es inherente al interior del hombre. Cuando este trabaja y habla, o durante su oración en sus devociones espirituales, una verdad se le aclarará de forma repentina. Sin embargo, lo que el hombre ve en realidad es tan sólo el esclarecimiento del Espíritu Santo (naturalmente, esto está relacionado con la colaboración del hombre) y no su verdadera estatura. Después de un periodo de experiencia en la que el hombre encuentra numerosas dificultades reales, la verdadera estatura del hombre se pone de manifiesto bajo tales circunstancias. Sólo en ese momento descubre el hombre que su estatura no es tan grande y que todo surge: su egoísmo, sus consideraciones personales y su avaricia. Sólo después de varios ciclos de semejante experiencia, muchos de los que han despertado en su espíritu entenderán que en el pasado no se trataba de su propia realidad, sino una iluminación momentánea del Espíritu Santo, y que el hombre sólo había recibido la luz. Cuando el Espíritu Santo inspira al hombre para que entienda la verdad, con frecuencia lo hace de un modo claro y nítido, sin contexto. Es decir, no incorpora las dificultades del hombre en esta revelación, sino que revela directamente la verdad. Cuando el hombre encuentra dificultades para entrar, el hombre agrega entonces el esclarecimiento del Espíritu Santo, y esto se convierte en su verdadera experiencia. Por ejemplo, una hermana soltera habla así durante la comunicación: “No buscamos gloria y riquezas o codiciamos la felicidad de un amor entre marido y mujer; sólo buscamos dedicar un corazón de pureza y sencillez a Dios”. Ella sigue diciendo: “Una vez que las personas se casan, hay muchas cosas que las agobian, y su corazón de amor por Dios ya no es genuino. Su corazón siempre está preocupado por su familia y su cónyuge, y por tanto se vuelve mucho más complicado…”. Cuando habla, es como si las palabras que dice fueran lo que ella está pensando en su corazón; son resonantes y poderosas, como si todo lo que habla viniera desde lo profundo de su corazón. Desea poder dedicarse totalmente a Dios y espera que los hermanos y las hermanas como ella compartan la misma determinación. Puede decirse que tu determinación y sentimiento de ser conmovido en este momento proceden totalmente de la obra del Espíritu Santo. Cuando el método de la obra de Dios cambia, has crecido en edad algunos años; ves que todas tus compañeras de clase y amigas tienen maridos, u oyes que después que fulana o mengana se casó, su esposo se la llevó a vivir a la ciudad y ella consiguió un trabajo allí. Cuando la ves, tu corazón empieza a sentir envidia. Ves que ella está llena de encanto y compostura de los pies a la cabeza; cuando ella habla, tiene un porte cosmopolita y ha perdido completamente su aire provinciano. Esto despierta sentimientos en ti. Tú, que te has gastado por Dios todo este tiempo, no tienes familia o carrera, y has soportado mucho tratamiento; hace mucho, entraste en la mediana edad, y tu juventud se escapó silenciosamente, como si hubieras estado en un sueño. Has hecho todo este camino hasta hoy, pero no sabes dónde asentarte. En ese momento te encuentras en un torbellino de pensamientos, como si estuvieras fuera de tus casillas. Sola e incapaz de dormir profundamente, te resulta difícil dormirte por la noche, tú, sin saberlo, empiezas a pensar en tu determinación y tus votos solemnes a Dios. ¿Por qué te han sobrevenido estas circunstancias? Antes de que te des cuenta, caen lágrimas silenciosas y estás muy afligida. Vienes ante Dios a orar y empiezas a pensar en la intimidad y la cercanía inseparable durante tus días felices con Dios. Escena tras escena aparecen ante tus ojos, y el juramento que hiciste en aquel día suena una vez más en tus oídos, “¿no es Dios mi único íntimo?”. En ese momento, estás sollozando: “¡Dios! ¡Amado Dios! Ya te he dado mi corazón enteramente. Deseo estar prometida para ti eternamente, y te amaré inmutablemente toda mi vida...”. Sólo cuando luchas en ese sufrimiento extremo sientes verdaderamente cuán encantador es Dios, y sólo entonces te das cuenta con claridad: hace mucho que di mi todo a Dios. Después de ese golpe, te vuelves mucho más experimentado en este asunto y ves que la obra del Espíritu Santo en ese momento no es la posesión del hombre. En tus experiencias posteriores, ya no estás limitado en esta entrada; es como si tus cicatrices hubieran beneficiado en gran manera tu entrada. Cada vez que encuentres tales circunstancias, recordarás inmediatamente tus lágrimas de aquel día, como si estuvieras uniéndote de nuevo a Dios. Tienes un miedo continuo de romper otra vez tu relación con Dios y dañar el apego emocional (relación normal) entre tú y Él. Estas son tu obra y tu entrada. Por tanto, cuando recibís la obra del Espíritu Santo, al mismo tiempo deberíais centraros más en vuestra entrada, y ver con exactitud cuál es la obra del Espíritu Santo y cuál vuestra entrada, e incorporar la obra del Espíritu Santo a vuestra entrada para que podáis ser mejor perfeccionados por Él y permitir que la esencia de Su obra se forje en vosotros. Durante el transcurso de vuestra experiencia de la obra del Espíritu Santo, llegáis a conocerle tanto al Espíritu Santo como a vosotros mismos; en medio de numerosos casos de sufrimiento extremo desarrolláis una relación normal con Dios, que crece en intimidad día a día. Tras incontables ocasiones de poda y refinamiento, desarrolláis un amor verdadero hacia Dios. Por esta razón debéis entender que el sufrimiento, los golpes y las tribulaciones no son desalentadores; lo que sí asusta es tener solamente la obra del Espíritu Santo, pero no vuestra entrada. Cuando llegue el día en que la obra de Dios esté acabada, os habréis esforzado para nada; aunque experimentasteis la obra de Dios, no habréis llegado a conocer al Espíritu Santo ni habréis obtenido vuestra propia entrada. El Espíritu Santo no esclarece al hombre para mantener su pasión, sino para abrir una salida para la entrada del hombre, y para permitirle que llegue a conocerle a Él, y que a partir de ahí desarrolle un corazón de reverencia y adoración hacia Dios.

De "La Palabra manifestada en carne"
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